3.753 kilómetros.


Ojalá que algún día escriba un post que empiece así:
Esta noche dormimos con un par de chinos…
Y es que, cada uno tiene sus manías y yo, para no desentonar también tengo derecho a las mías. Y no, no es que me haga especial ilusión dormir con dos chinos, ni aunque chinas fueran. Lo que me hace ilusión es viajar de Beijing a Lasa en tren.
Aprovecharía para releer “Los viajes de Marco Polo”, aunque, tal vez, optaría por El gran bazar del ferrocarril de Paul Theroux por aquello de la cercanía en el tiempo.
Lo que sí sé seguro, es que algo leería.
Lo malo de los chinos, según dicen, es que son bastante guarretes y a lo mejor la cosa acababa en desgracia, aunque tampoco creo.
Las ventanillas, tengo entendido, van presurizadas y por tanto practicar el lanzamiento de chino sería imposible.
Quedé aliviado al enterarme de esta feliz noticia. El homicidio no entra en mis futuros planes, ni siquiera estando en la China. Aunque allí, y con la cantidad tan exagerada que hay de chinos, no sé yo si echarían en falta a dos a la hora del recuento. En todo caso, prefiero la diplomacia y si hubiere contubernio puedo practicar la flatulencia al igual que dicen que hacen ellos.
El tren no sé si es una pasada, he visto imágenes y tengo disparidad de opiniones sobre tal cosa. Sin embargo,  lo que sí sé, es que ese tren es único en el mundo.
Ahora, y si me permitís, voy a practicar el mal del que sufren todos los guías, los datos. Os aliño unos poquitos:
Se alcanza una altura de 5.072 metros en la montaña de Tanggula, que es un sitio de por allí. Se recorren 3.753 kilómetros en apenas dos días y las cabinas van provistas de oxígeno por si las moscas. Y por último, y para no aburrir más de la cuenta, os informo que, esta obra más que faraónica, se inauguró en el año 2006.
Cuando llegas a Lasa, hay gente que le intercala una H, (se supone que es un efecto secundario de aspirar oxígeno), estás a 3.500 metros sobre el nivel del mar (Beijing está a sólo 43), puedes disfrutar de las hermosas vistas del palacio de Potala, y puedes presumir de que has cabalgado a lomos de un caballo de hierro por el mismísimo cielo.