Estaba pontificando el
otro día un economista de reconocido prestigio sobre la burbuja inmobiliaria,
cuando, de repente, sacó a colación la casa que estos dos chicos de Podemos se
han comprado en no sé dónde.
Creo que quiso ponerse
cáustico, bromista o algo así, y dijo: “ahí está la prueba de que los pueblos
que no aprenden de su historia están condenados a repetirla”.
Como es natural, la
persona que conducía el programa le hizo una pregunta obvia: ¿Qué quieres decir
exactamente, fulanito?
Fulanito, ufano y
sonriente, afirmó tajante: “la crisis económica, básicamente, la causaron los
bancos por la alegría con la que antes concedían los créditos hipotecarios.
Ahora se está volviendo a abrir la mano. Y si no me creéis, ahí tenéis la
prueba: le han concedido una hipoteca elevadísima a estas dos personas, Pablo
Iglesias e Irene Montero, que tienen un trabajo temporal con un contrato que
finaliza como máximo dentro de dos años”
Ni me lo estoy
inventando, ni el economista de reconocido prestigio se llama Pepe Carracha,
que escribe y tacha. ¡Qué va! El que así hablaba, aparte de reconocido
prestigio como economista, también trabaja como tertuliano y da clases en una
universidad. Por tanto, que quede claro: de Pepe Carracha nada. Además, la
perorata fue mañanera y no creo que a esa hora el hombre fuera pasado de sol y
sombras por muy bobaliconas que a mí me pareciese sus sonrisitas.
Llegados a este punto
tengo que confesaros una cosa: yo esta película ya la vi y al principio no
salía un león. Los que salían era Victor
Manuel, Ana Belén, Marisol…, y toda aquella gente que en un momento determinado
de eso que los politólogos llaman La Transición apoyaron al Partico Comunista
(al P.C).
El argumento era el
mismo, el discurso idéntico y el resultado espero que sea parecido. Se les
crucificó, se les insultó, se les vilipendió y los arrastraron por toda cuanta
portada había. Que si no había derecho, que menudos rojos de mierda, que si
vivían en casas fabulosas, que si llevaban vidas de millonarios, que si quiénes
se creían que eran. ¡Adónde vamos a parar! Ahora vienen estos rojos de mierda,
decían, a darnos lecciones a los demás. Viven como ricos y son comunistas.
¿Cómo se entiende eso? ¡La madre que los parió!
Al poco tiempo la
historia, como todas las historias pasó a olvido. Los que protestaban dejaron
de hacerlo, los afectados fueron exonerados públicamente y se declaró
políticamente correcto que los rojos, los comunistas y los de izquierdas en
general tienen los mismos derechos que todo el mundo. Es más, se sabe a ciencia
cierta que una cosa es ser de izquierda, y otra bien distinta ser franciscano.
Por tanto, ¿de qué
estamos hablando? ¿Han robado algo?
Bien, dicho esto tengo
que matizar algo.
Quizá el economista,
pluriempleado y de sonrisa bobalicona, tenga razón y estemos condenados a
repetir siempre lo mismo y que el título
de esta película sea “La historia interminable”. ¡Qué novelón! Quizá, porque
entre la historia del chalet de este par de dos, el culebrón catalán y esa
inveterada costumbre que tiene una tal Chabelita de ponerle los cuernos a todo
dios (¡hay que echarle cojones!), encender la televisión se ha convertido en un
deporte de riesgo.