De la visibilidad.

Hablaba el otro día con un amigo, Julio López, sobre este tema: la nula visibilidad que tenemos los que hacemos un trabajo creativo. Llegábamos a la conclusión de que hoy en día sin promoción, marketing y distribución adecuada del producto, que puede ser un libro, un disco o cualquier otra cosa, no hay nada que hacer. Jamás, excepto en rarísimas ocasiones, tu trabajo va a alcanzar éxito de ventas, ni aún menos va a conseguir ser reconocido por nadie fuera de tu entorno.
Es un hecho. Por tanto habrá que aceptar que las cosas son así y tratar de revertir la situación en la medida de nuestras posibilidades.
Llegado a este punto, conviene saber que en España se publican al año alrededor de 75.000 libros al año. La mayoría pasan sin pena ni gloria e incluso los autores que ven expuestos y a la venta sus trabajos en las estanterías de las librerías no tienen garantía alguna de éxito. Depende de muchas cosas. De la calidad, de la suerte, de caer en gracia, de estar en el sitio adecuado en el momento preciso, de que la editorial que publique tenga una buena distribución y que decida apostar por el autor y por su trabajo. En fin, depende de muchas cosas.
Después hablamos de la calidad de los trabajos.
En su caso, en el caso de Julio López, el año pasado presentó un disco en sociedad con el Grupo Quintas Canella titulado Alfa e omega. No exagero ni un ápice si digo que este trabajo de música medieval, poblado con letras extraídas de las Cantigas de escarnio e maldicir, está pasando desapercibido para el consumidor. Y no es que falte calidad, que rezuma por todos sus surcos, la explicación está en que no tiene promoción, ni marketing y aún menos una distribución adecuada.
En mí caso, con mi novela Alambique, 28, a la que no voy a evaluar por su calidad, ¡sólo faltaría!, se vendieron cuarenta y tres unidades de la misma. Por lo tanto, mi segundo “librito”, Sesenta y nueve truenos y un relámpago, es de suponer que correrá más o menos la misma suerte.
Sin embargo, hete aquí como son las cosas, el otro día sucedió algo para mí inaudito. Primero los administradores del Facebook me hicieron un regalo (inaudito): me ofrecieron un bono de diez euros para publicitar un post que había publicado en la página que allí tengo y que atiende por el nombre de Desertor del arado. El post, de título ¿Y a éste señorito quién lo eligió?, indagaba sobre cuál fue el mecanismo democrático en la elección del Rey. Habitualmente los post publicados en dicha plataforma no superan los cien lectores. Pues bien, ése en concreto, desde mi punto de vista mediocre, repetitivo y que hablaba de algo que no es del gusto de todo el mundo, tuvo una acogida apoteósica. De los cien lectores habituales que tienen los post, eso los días buenos, se pasó a 4.000 vistas, a más de 120 me gusta en todas sus variedades, se compartió 30 veces y los que, supuestamente, lo leyeron dejaron 150 comentarios.
Y así, entre comentarios favorables, la mayoría insultantes, cuando no directamente ordinarios, también hay cabida para comentaristas que pretenden dar lecciones sobre cosas que parecen desconocer (como, por ejemplo, la ortografía). Lo cual demuestra dos cosas:
Primero,  que el grado comprensión de lo leído es singularmente baja;  y que si hay promoción y publicidad suficiente se vende cualquier cosa. Y si no me creéis, acordaros de quién fue la autora más vendida hace un par de años. ¿Necesitáis una pista?
Por cierto, comentaristas, vosotros que vivís acomodados en el insulto, ¿si esta chica (la que firmó el libro) se casara con Froilán podría pasar de Princesa del Pueblo a Reina de España?
Y ahora, sin más, si queréis seguir pasándolo bien, leer mi libro: Sesenta y nueve truenos y un relámpago.
Os reiréis.

Nota. adjunto link a la página que este blog tiene en Facebook y donde se puede apreciar la calidad de los comentarios y por ende de los comentaristas.¿Y a éste señorito quién lo eligió?






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