Cuando ganó las
elecciones todo el mundo se rasgó las vestiduras. Sin embargo, cuando maniobró
con descaro en Venezuela y animó a un títere a autoproclamarse Presidente todo
el mundo aplaudió la ocurrencia hasta con las orejas.
Hablo de Trump y de la
cohorte de “trumpetistas” que soportamos.
Hablo de la miserable
injerencia que EEUU ejerce en un Estado soberano.
Hablo de los miserables
que, a cambio de no se sabe qué o con miedo a qué, ríen sus gracias y sucumben
a sus presiones.
Hablo de cobardes.
Y es que, nuestro
actual Presidente del Gobierno y mentiroso mayor del reino, que llegó a la
Moncloa después de ganar una moción de censura, prometiendo por activa y por
pasiva que convocaría elecciones inmediatamente, aconseja a otro Estado
soberano convocar elecciones cuando él, por lo que sea, no tiene arrestos para hacer lo mismo en el
país que gobierna.
Hablo de gente vil.
Claro que, también
convendría preguntarse qué es lo que
entienden los “trumpetistas” por democracia.
¿Qué es democracia?
¿Democracia es convocar primarias y señalar con el dedo a un candidato a ellas?
¿Eso es democracia? ¿Ser juez y parte al mismo tiempo es ser demócrata? O es un
chiste o estamos ante el colmo de todos los colmos.
Hablo de mangarranes.
Estamos rodeados y
gobernados por trileros de alto rango y de baja estofa. De muñidores, de
comisionistas y de patriotas con bandera en paraíso fiscal.
Hablo de los
títeres del imperio, hablo de todos esos
mandamases que le dicen sí bwana al zorro millonario que preside el gallinero y
en el que ellos sólo están en el papel de gallinita ponedora y comemierda.
Hablo de listos y de
aprovechados, dispuestos siempre a la milonga más exagerada y más tramposa a
cambio de…
… Hablo de hijos
de puta.
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