Así, por encima.


Si bien se mira, a quién puede extrañarle que zagal tan extraño y tan osado proponga tamañas extrañeces. ¿A quién?
Pero empecemos por el principio o por el final, según se mire. Pongamos que hablo de Pablo, el que Casado lleva por apellido. Ése hombre que, de tan crecido, con refrendo de pusilánime como Alto y Tribunal recorre los caminos en calesas de primera clase repartiendo oratoria a sus mesnadas, que por mor de los avances ahora tienen consideración de votante—adictos, adeptos y gentes de calaña singular de la Parroquia Popular—, repartiendo advocaciones contra el mal de espíritu, en contra de supuestas hordas zurdas de la política, y que una vez traducidas vienen a decir lo mismo que decía aquel general que fue superlativo, además de ferrolano, y que no era otra cosa que aquello de “Santiago y cierra España”. Viejo mantra de lo cañí, quién lo duda.
A mí, sinceramente, descreído como soy, no me sorprende ni lo más mínimo. España siempre fue tierra de pícaros, de ciegos y de quincalleros de mala baba y amplia sonrisa. El zagal encaja a la perfección en la descripción: es pícaro, es ciego y va a lo suyo. Siempre presto a arrimar el ascua a su sardina. Dice ocho y canta ochenta que no cuarenta. Con su verbo fluido y sus aires castellanos juega al trile con gran soltura. El truco, que siempre hay truco, es que los que practican la suerte de los trileros, de los tahúres, es que  siempre esconden la bolita en el último momento. Y siempre ganan. No podría ser, pues de otra forma que, como a buen pícaro al zagal lo licenciaran en Derecho de aquella forma tan extraña. Pues, mitad de la carrera cursó el zagal en cuatro años y la otra media en cuatro meses. Para  colmo del prodigio, para lo de su Máster ni a clase lo hicieron ir. Tampoco, por lo que se ve y se ha visto, había más necesidad. Estamos, por tanto, ante un héroe. Ante el zagal, vehemente y lenguaraz, postulado a supuesto Presidente de todos, y seguro que siempre de parte de los mismos.
Un prodigio digno del más excelso cantar de ciego. A la altura de cualquier divo de la infamia.
En todo caso, un político que es capaz de proponer una cosa y la contraria, digno parece ser a aspirar al trono laico de la presidencia y a hacer de vientre en el mismísimo BOE. Y si antes consiguió ser Licenciado Chuleta, y un poco más adelante, quizá a los pocos meses, lo hicieron Máster en Sabe Dios Qué Cosa por el somero proceder de su Partido de proyectar sombra, la Caverna debe andar de enhorabuena. Esa misma Cueva en la que los modernos trogloditas, una llamada España, gobiernan desde hace siglos y que es causa y mal de dolores para no pocos españoles.
Roguemos, pues, para que los que dicen que saben vayan algún día a Salamanca a aprender. Mejor iría. Porque, si sabido es que en España la picaresca es género literario que goza de gran admiración, también hay que decir que este tipo de héroe popular dispone de gran predicamento. Y éste  en concreto, el zagal apellidado Casado y de nombre Pablo, destaca entre todos lo que están en nómina, y lo que hace no solamente es por sus blasones, que tampoco, sino porque es un pendón más que redomado. Eso sí, éste es del género malo. Malo que te quiero malo, una auténtica copla. Cosa ésta propia de cupletistas.


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