Francisco Verdú, Iñigo Mª Aldaz y Esteban Tejera. Sólo
estos tres hombres no usaron las tarjetas blck de Caja Madrid. Todos los demás
la usaron, algunos de forma ilimitada para satisfacer sus caprichos.
Pero, primero voy a deciros algo:
La remuneración de la alta cúpula de Bankia (Caja Madrid)
equivalía al sueldo de los 4.500 empleados despedidos de sus puestos.
¿Y a cambio qué ofrecieron todos estos personajes a la
entidad para la que trabajaban?
Ah, si: LA
QUIEBRA.
El señorito Blesa abrió la barra libre, y Rodrigo Rato,
el ex Vicepresidente en el gobierno de Aznar, continuó con el caño libre.
A la hora de trincar todos iguales. Del PP a IU, del PSOE
a UGT, de CCOO a la CEOE. Todos unidos por la tarjeta. O sea, todos implicados.
El gobierno, la oposición, los sindicatos y la patronal. Todo el quién es quién
de la política hasta la ceja de mamandurria.
He podido ver, y escuchar como los jefes de todos estos
implicados trataban de echar balones fuera cuando no de proteger descaradamente
a toda esta caterva de sinvergüenzas. Todos argumentando excusas falsas. Que si
yo no sabía, que si el Pisuerga pasa por Valladolid, y que si patatín y que si
patatán.
Todos metidos en la misma mierda. Todos sin ser
denunciados por los partidos, por los sindicatos, por la patronal o por el
mismo gobierno. Al contrario. A todos ellos trataron de protegerlos en la
medida que fue posible, y hasta el límite de lo imposible.
Hasta que llegó un juez, otra vez un juez, y los chinchó
a todos. A todos dejó el magistrado con el curo al aire, y con las
desvergüenzas expuestas al público. Y aún así hubo quién siguió en la defensa
numantina del imputado, y sólo se echó a faltar en este sainete a un fiscal que
les echara una mano al igual que tienen por costumbre hacer cuando de la Casa
Real se trata.
Es sabido que al PP si le va mal en un juicio no cambia de abogado, cambia de juez.
Es sabido, corroborado y publicado que la política está corrompida por el
dinero, que los sindicatos son unos paniaguados y que a los de la CEOE lo único
que les interesa es el dinero. El de ellos, claro. El que después esconden en
Suiza, patria querida.
Las tarjetas servían para todo. Viajes, grúas, puticlubs,
lencería, bebidas, puros… de todo. Incluso en farmacia. Porque a Arturo Fernández,
chatines el actor no el, otro (uno que es más requete feo) pasaba a menudo por
la botica a comprar lo suyo. 108 euros de aspirinas (le dolía mucho la cabeza).
Justo lo que cuesta, por si no lo sabéis, el Cialis, y que sirve para eso, para
que no te duela la cabeza. La cabeza del nabo, claro.
Y, hala, dale a la aspirina. O el Díaz Ferrán que se
gastó de una sola tacada 2.000 pavos en lencería. Joder, el monas éste debe
estar solicitadísimo allá por Soto del Real. Desfila todos los días en Pasarela
Pinreles.
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