10 COSAS QUE DEMUESTRAN QUE ERES GILIPOLLAS.

1-     ¿Cobras el subsidio del paro o la ayuda para desempleados mayores de 55 años, o tienes un sueldazo mínimo e interprofesional y votas al Pp? Háztelo mirar inmediatamente porque posiblemente seas gilipollas.
2-     ¿Oyes reguetón, porque por saber no sabes escuchar ni a tú putítima madre? Definitivamente, eres gilipollas. Pero gilipollas de cojones.
3-     ¿Eres de los que van poniendo en su muro de Facebook que prohíban Tele 5, Sálvame o cualquier otro bodrio que emita esa cadena? Porque no pruebas a cambiar de cadena, gilipollas.
4-     ¿Eres de esas personas que en vez de salir a la calle a protestar pone en su muro de Facebook plegarias a la Virgen,  o cositas así, al tiempo que te ofendes porque Europa, según tú, gasta mucho dinero en acoger a personas que huyen de las guerras que les montamos en sus países? Pues que sepas que además de gilipollas también tienes todos los boletos para ser un cabrón.
5-     ¿Has comentado en las últimas 48 horas las atrocidades de la alcaldesa Carmena con el tráfico? Pues una de dos o eres gilipollas o tienes mucho tiempo libre. Bueno, a lo mejor las dos.
6-     ¿Estás preocupado porque en España haya una República? Ay, pero qué gilipollas eres.
7-     ¿Eres de los que van diciendo a todo aquel que se te pone por delante que todos los políticos son tontos del culo? Sí, efectivamente. Y tú eres tan gilipollas que te lo crees. O sea, perteneces al gremio de gilipollas que se creen listos.
8-     ¿Crees que Susana Díaz, Felipe González y toda la demás caterva son socialistas? Sí, y tú gilipollas.
9-     ¿Crees que Pedro Sánchez tiene algún tipo de futuro en el Psoe o que el Psoe tiene algún tipo de futuro con él? ¿Sí? Tranquilo, eres una especie en expansión: gilipollas.
10- ¿Crees que Ciudadanos o Podemos van a arreglar algo más allá de que sus líderes hayan encontrado trabajo bien pagado?  Ojalá sea verdad, gilipollas. Pero que conste: lo dudo. Es más, dudo tanto que incluso dudo de que tú seas gilipollas. A lo mejor sólo eres tonto del culo. Y vas que chutas.


EL DISCURSO DE LAS LADILLAS.

Decir que los Jefes de Estado usan los medios de comunicación a su conveniencia y con el beneplácito de los propietarios, es decir una obviedad. Prueba de ello está en que todos los años por estas fechas los sufridos “paganinis” tenemos que ver como los televisores de este mundo se llenan de fantoches que, en arrastrando oraciones, sustantivos y adjetivos, construyen frases hueras de contenido para regocijo del rebaño.
No queda ni tirio ni troyano por salir en la tele. Y en este todos a una Fuenteovejuna y aquelarre del despropósito, el que más destaca y el que siempre se lleva la palma es el conocido por el discurso del Rey.
Antes lo perpetraba Campechano I de España, Rey de Pretinas y Bragas con Sulfato. Ahora, y debido a que el mazapán está revenido, ha ocupado el puesto su niño, el antes príncipe de Beckelar, ahora Rey Consorte de Leticia, alias don Preparado, es el encargado de leer en voz alta, ante algunos millones de semovientes, la carta que envía a sus homólogos los Reyes Magos del Oriente.
Pero a la orgía y al derroche se unen todos los floripondios y pongos, especializados parásitos, que viven de nosotros con la vehemencia en que lo harían vulgares ladillas si tuvieran ocasión.
Así los vemos.
Desde el Presidente del Gobierno hasta el último mono o mona, Presidente/a de Comunidad Autónoma, todo es discurso y parabién.
Ora pro nobis.
El denominador común de tanta filípica siempre es el mismo. Todos expresan, de viva voz, sus mejores deseos y piden a Papá Noel, a Melchor, a Gaspar o a Baltasar que la bondad del mundo caiga sobre todos nosotros, así en la tierra como en el cielo. Amén.
Y la verdad es que si en vez de tanto hablar hicieran algo productivo, sería bien fácil para los presuntos terroristas o refugiados que son los Reyes Magos concederles el antojo. Incluso, el poco de fiar y dipsómano, Papá Noel podría ganarse el puesto y llevárselos a la mismísima Laponia y enseñarles cómo pelar pipas a los monos. Pero… no caerá esa breva.
Así que, tomémoslo con calma.
Si esta mañana te has despertado con resaca de discurso, jódete. ¡Nadie te manda. Si ves Telecinco, jódete también. ¡Quién cojones te obliga! Y si tenemos los gobernantes que tenemos, qué esperabas… Recuerda que ni siquiera sabes cambiar de canal.
Cuarenta años con Franco y otros cuarenta de propina soportando parásitos crean la ilusión óptica de vivir en una democracia.

O sea, que parezca un accidente.  

EL CHISGARABÍS Y LA CRISÁLIDA.

Algunos insectos llegan a crisálidas después de haber sido larvas. Ese parece ser el caso de la gusanita de seda que teje sus redes en la maraña del Psoe. Y es que la vida de los insectos en el Psoe últimamente son dignos de atención de todos los Rodríguez de la Fuente que dedican sus esfuerzos a explicarnos la vida de los lepidópteros.
Antes fue el insecto Chisgarabís el que estuvo en solfa. Se estudió, y sigue siendo objeto de estudio, su comportamiento anodino. Suspendió primero de carisma y pese a ello no cejó ni enmendó la deriva. Y así, dando tumbos, y antes de que los idus de marzo llegaran, fue defenestrado y apuñalado a traición en una mañana de adviento. Amenazó, y en ello está, con dar la vuelta a España en bicicleta y empezó por las afueras. Fue a EE.UU bajo palio de Clinton y regresó convertido en tupé de pato Donald el muy cenizo.
Mientras tanto, Gusanita, transformada ya en crisálida, organiza sus tramas. Lo de siempre, lo peor es su ideario. ¡Más de lo mismo, mi arma! La caspa en la solapa amenaza a esta España rijosa y plúmbea en la que vivimos. Entre insectos vive el insulto y el despropósito es el pan nuestro de cada día. Y así, en dánosle hoy se lo llevan todo para casa. Los de siempre, las hormigas de lo ajeno en el país de las chicharras.
Para sus propósitos resucitan hasta a los muertos. Hasta el buitre Felipe, aleonado caballero a las órdenes de don dinero, salta presto al quite. No queda atrás Zapatero, denostado caballero, para rendir pleitesías y besamanos a la muy crisálida gusanita.
Más seda y más parné que es la guerra. Necesitamos una catarata de gerundios y adjetivos, que los periódicos y los Cebrianes trabajen por lo que cobran. Hay que recuperar lo perdido. España nos necesita para salir del fango y del pantano en el que otros nos han metido. Nosotros, no. Somos inocentes. Libres de mácula y de estigma. Somos el futuro adornado de pasado revenido.
El futuro se conquista recordando las glorias del pasado. Las que no existen. Nuestros blasones son la mangancia y nuestro objetivo, ahora y siempre, es quedar impunes. Queremos organización, mandar y hablar catalán en la intimidad. Somos expertos y políglotas en desfalcos. Ya está bien, esta orgía hay que pararla. Organización. Ya nos han dado dos veces por el culo y aún no hemos tocado ni una teta. Organización. Fuera el chisgarabís y bienvenida la crisálida gusanita.
Damas y caballeros, el aquelarre está servido. Quién fuera creyente para poder rezar, porque si el futuro del Psoe es el presente de Gusanita, la única solución que nos queda es fumigar a todos los piojos de una vez. A ver si se acaba la plaga.
Al fin y al cabo qué más da. Aves carroñeras e insectos viven de la misma mierda: nuestro dinero.


Y LOS SUEÑOS, SUEÑOS SON.

Decir que fui un pésimo estudiante sería quedarme corto.
A partir de los doce años dejé de interesarme por los estudios. Antes había sido de sobresaliente. Cuando llegué a los quince empecé a ir a clase de vez en cuando. A la lotería de los exámenes y siempre a la repesca de septiembre. Las únicas clases que me gustaban eran las de filosofía, en sexto, las de Lengua y literatura y las de Historia. Cuando vivía en Madrid, por mis veintisiete años o por ahí, cursé el COU a distancia. Lo aprobé por el sistema “virgen santa, virgen pura, haz que apruebe esta asignatura. Y con la ayuda de Santo Tomás haz que apruebe todas las demás”. Se produjo el milagro de los panes y de los peces versión chuletas. La vigilancia era laxa y la profesionalidad se hizo carne.
Alguna vez se me había pasado por la cabeza la idea de escribir, pero como no tenía formación suficiente, y como mi vida estaba ocupada en otros menesteres, desistía del empeño en cuanto se me ocurría. Además, ¿quién se puede dar el lujo en este país de vivir de lo que escribe? Muchos son los llamados pero poco los elegidos. Porque independientemente de que seas bueno o malo, el mercado es el que es, y las editoriales, como es natural, apuestan siempre a caballo ganador. Y aun así.
Además, me he pasado la vida tan ocupado tratando de ganármela que nunca tuve tiempo para escribir.
Ahora el mundo ha cambiado. Quien quiere escribir escribe, aunque sean sus bobadas. El que quiere hacer música la hace, aunque sea en asonante. Y el que quiere pintar pinta, incluso sus monadas. Los aficionados no dependemos de terceros porque tenemos Internet, y si  deseamos publicidad, marketing y gozar de ingresos suficientes, lo mejor es escribir la carta a los Reyes Magos del Oriente, expresarles nuestros deseos y trabajar en otra cosa.
Sin embargo, yo soy feliz.
He publicado una novela: Alambique, 28.
¡Quién me lo iba a decir!
Es la primera y espero que no la última. No será la mejor ni tampoco un éxito de ventas. Seguro. A estas alturas, si algo sé, aparte del consabido no saber nada, es que si no cuentes con promoción, marketing y medios suficientes, vender algo, lo que sea, es posible en teoría e imposible en la práctica  Pero, es un camino. Un trabajo que me he inventado, el hobby que no tenía y una distracción siempre. Aquí ni hay jubilación ni mandangas. Y eso me gusta, porque incluso los que nacimos “vagos” y con “mal de asiento” para los estudios, tenemos una segunda oportunidad. El tiempo todo lo atempera, y si antes me era imposible estar siquiera media hora sentado, ahora soy capaz de sentarme en otoño y levantarme en primavera.
Pero cumplir sueños trae otras quimeras.  Ahora quisiera, ¡quién me diera!, encontrar editorial para publicar. Al fin y al cabo, una novela es un producto y un aspirante a escritor pura mercancía. Y como el milagro de virgen santa, virgen pura ya funcionó una vez, a ello me encomiendo. Y de paso añado, Santo Tomás, si me envías editor tampoco estaría demás.
Pd. Se rumorea por ahí que a mí me hizo la boca un fraile. En todo disculpar, esta carta es para los Reyes Magos no para vosotros.


TURISMO.

La industria más puntera que tenemos en España es sin lugar a dudas el turismo. Para satisfacer la demanda de las hordas que nos invaden, las autoridades de este país apuestan por la inversión en personal cualificado y por el desarrollo.
Pero acceder al Cuerpo de Camareros del Estado cada vez es más difícil. Primero tienes que salir al extranjero, encontrar trabajo allí y después, si tienes suerte, volver con la cabeza alta y la frente marchita al lugar que te vio nacer.
Entonces puedes optar entre poner un bar, emprendedor, o trabajar en un bar, pringado. Y aunque se sabe que hay personas emprendedoras capaces de hacer las dos cosas al mismo tiempo, también se sabe que el mundo está lleno de pringados.
Por tanto, y si quieres acceder al salario mínimo interprofesional lo mejor es estar preparado. Así que si eres experto en física cuántica o en Schopenhauer, ambas cosas muy demandadas, estarás a un paso del doctorado en Echar Cañas. Aunque en los sitios más refinados los prefieren poetas. De esa forma, y llegada la hora de endosarle “la dolorosa”al cliente tras aliviarle de sus penas, y si éste pone mala cara por lo surrealista del importe, un ripio alivia las tensiones más crispadas. “Volverán las oscuras golondrinas…”- dice el camareta cuando entrega la cuenta. A lo que el cliente indefectiblemente contesta:  “… en tu balcón sus nidos a colgar…”
Hay camareros de sonetos y clientes muy endecasílabos. Sabido es. Poesía sabina e industrial y refinadas letanías. Poetas y poetastros, camareros y clientes todos. De zarzuelera narco sala o de fino velador.
Pero un bar necesita de un buen atrezo. Porque hay más bares que lugares, y es entonces cuando la autoridad incompetente actúa y no contento sobreactúa.
Las ciudades se construyen a base de bares. Es un hecho. Para llegar a ellos, y pese a que todos los caminos conducen a Roma, hay que hacer calles y aceras. Y aunque estrechas sean las unas en comparanza de las otras, tampoco es cuestión de señalar y hacer distingos arbitrarios. Porque las sensibilidades florecen en los barrios y los vecinos andan a la competencia en baches. La autoridad tiene siempre la razón. Y nosotros, mientras bares haya, siempre tendremos lugares donde predicar la revolución vía consumición.
Pero hace falta más que bares para atraer sandalias y calcetines blancos. Hace falta lucir cultura y saber estirar el meñique. Los dueños de los bares así lo reclaman.
Hagamos, por tanto, un museo. Pongamos una gran escultura floral en derredor y llenemos las rotondas con cosas que distraigan la pupila. Hay que favorecer la industria nacional.
Puppys y Dinosetos variados sustituyen a los antes mirtos. Cosas vistosas y muy floridas. Pongos de rotonda.
Sin embargo, no sé por qué, no abordamos lo principal. Lo primero es el turista y lo segundo su parné. O sea, al revés. Sean todos bien venidos, dejen los cuartos aquí mientras miran nuestros floripondios y saborean rica espuma de grifo.

Pese a toda esta dislexia cultural el vecino nunca está contento. No me gusta Dinoseto. ¿Ah, no? Pues toma quince más. Aunque bien mirado, dime tú, ángel de amor  ¿qué es lo que quieres tú? Más temática que es la guerra. Originalidad, por favor. ¿Dinoseto en Vigo? ¿Puppy Guggenheim? ¡Qué paletada es esa, por favor! ¿Es que acaso somos prehistóricos o de la raza West Higland por tal vez? No por favor. ¡Dónde vamos a parar! Somos españoles y por tanto patrios patriotas. Queremos identidad. Necesitamos que las rotondas, redomas al decir de alguno, que llevan a los bares representen nuestro sentir. Abajo todos los Puppys y Dinosetos del mundo. Pongamos centollas florales, hermosos percebes o nécoras de tamaño gigante. Atendamos a lo nuestro. Démosle visibilidad y pongamos en valor. ¡Ay, qué risa! ¿Qué hace en una rotonda un Che Guevara? ¿No quedaría mejor una vaca marela? ¡Pardiez! Además, ya va siendo hora de que aprovechemos hasta los cuescos de las vacas. ¡Derrochones! Porque si de los cerdos algunos gustan hasta el rabo, ¿por qué a las vacas no les hacemos unas rotondas? ¿Acaso no nos tratan como a indios?