Son muchos los que
hablan de ellos, aunque pocos los que lo hacen con la contundencia adecuada. Y,
la verdad, es que habría que distinguir. Porque entre un tipo de ameba y otra
media mucha diferencia.
Las hay del pleistoceno
inferior y las hay del superior. Unas viven del dinero público y las otras del dinero privado. Y claro, no
es lo mismo ni tampoco igual. El asunto no admite comparación.
Prueba de ello quiere
dar este sucinto post.
Porque, a ver:
¿Qué tiene que ver la
vida de Belén Esteban, de Paquirrín o de su ínclita hermana Chabelita con la de
los integrantes de la Casa Real?
Nada, ¿verdad? Sin
embargo, y a poco que os fijéis, algo tienen que ver los unos con los otros.
Aunque, eso sí,
conviene volver a matizar, unos son amebas del paleolítico inferior y los otras
del paleolítico superior.
La ameba Belén Esteban
y demás congéneres, viven y además magníficamente bien, gracias a la bonhomía
de las televisiones privadas y de algunas revistas que, siempre atentos a lo
que demanda la audiencia, tiene a bien informarles de sus proezas. Por el
contrario, las amebas superiores viven del dinero público. Del tuyo y del mío.
Y, aunque básicamente hagan y valgan para lo mismo, la ameba superior cobra por
estrechar manos, por leer discursos que escriben otros y por foto realizada.
Los primeros no hacen
daño a nadie, porque ser anodino, que se sepa, no tiene ringorrango alguno. Sin
embargo, las amebas de primera clase sobreviven, al igual que las ladillas,
alimentándose de nuestra sangre e iluminándonos con imágenes plúmbeas sacadas
de algún NoDo de la Edad de Piedra y aprovechan los ratos de ocio para
arengarnos con discursos y darnos lecciones no pedidas.
Por tanto, y puestos a
soportar estupideces ajenas, es preferible soportar medio kilo de Belenes
Estébanes que cuarto y mitad de Casas Reales por una simple razón: a las Belenes
de la vida las puedes fumigar simplemente cambiando de canal o haciendo caso
omiso de la prensa especializada en esta fauna, pero con los otros no hay
manera. Hagas lo que hagas te los encuentras por las esquinas.
Fijaros si es exagerada
la cosa que, cuando llega la Navidad, no queda cadena alguna en ponerse a la cola de las reales felaciones y que no
emita el famoso discurso del Rey de las Amebas.
Sólo te libras si eres
vasco o catalán. Allí no emiten la flatulencia. Y es que hay sitios, ¡viva la
diversidad!, en los que prefieren a sus propias amebas y degustar el olor de
sus propias flatulencias.
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