Últimamente en España
estamos visualizando dos cosas: robar es cosa de los inmensamente ricos y que a
la cárcel sólo van a parar los pobres.
Sí, porque en el caso
de los ricos, la justicia actúa con tanta lentitud que cuando los jueces dan
con el quid de sus trampas, éstas suelen estar prescritas; sin embargo, en el
caso de los roba gallinas o de los que roban un par de latas de sardinas, se
suelen dar otros dos casos: los que quedan en libertad decenas de veces por lo
mismo o los que teniendo antecedentes penales previos van a la cárcel ipso
facto.
En todo caso, la
diferencia es obvia: los mega rico son ladrones de guante blanco que perpetran
sus atracos armados de soflamas, argumentos peregrinos y siempre buscando el
bien de esa España que identifican con sus bolsillos; mientras que los pobres
de baba siempre pagan los platos que rompieron y cumplen escrupulosamente las
penas que el sistema les impone.
Claro que, siempre hay
casos esporádicos entre los privilegiados que contradigan lo escrito
anteriormente.
Pero, si os fijáis un
poco, por norma general, cuando un rico, poderoso o pariente de poderoso o
político ingresa en una cárcel siempre es por muchísimo menos tiempo del que lo
haría un pobre de solemnidad, que siempre cumple más pena por afanar unas latas
de sardinas que el otro por llevarse unos millones.
También resulta
sorprendente que los jueces siempre admitan atenuantes en el caso de los ricos,
que siempre estiren los plazos de sus causas el máximo de tiempo posible y que siempre
siempre resulten exonerados de gran parte
de las cosas de las que son acusados.
Eso por no hablar de
los casos especiales, de esos casos que jamás llegarán a ser juzgados, aunque
la culpabilidad parezca más que manifiesta.
Esos casos que, gracias
al capote que reciben del Estado de Derecho, dormirán en el limbo por siempre
jamás.
Hablo de los Eméritos, de la hija pequeña del Emérito y
del amigo Pujol (padre), con quiénes los jueces y los dirigentes optan por esperar
a su muerte y a que los juzgue la Historia.
En todo caso, el Estado
de Derecho español goza de tal desparpajo que cuando alguien es condenado por
algo siempre puede venir después el
Gobierno, desdecir a la judicatura y proceder a indultarlo.
Y así, visualizamos,
una vez más, la gran mentira que nos han vendido y que algunos creen a pies
juntillas: la separación de poderes.
Efectivamente, a la
cárcel en este país van los que roban latas de sardinas o los que trapichean
con algo que debería ser legal y pagar impuestos.
Los demás, los ricos,
están ocupados robando por el bien de España y deslocalizando sus latrocinios
por esas suizas que el votante consiente.
Cuestión de
prioridades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario