Xunta de Galicia, un viaje a ninguna parte.


No lo digo  yo, lo dicen las estadísticas: 40 años después de la Xunta de Galicia, los gallegos seguimos donde estábamos. Penúltimos, después de Extremadura, en la lista de comunidades en poderío económico.
 La falta de altura de miras es tan sobresaliente entre las autoridades de este país, que sólo hay  que poner tres ejemplos para darnos cuenta de la magnitud del engaño y la estafa en la que vivimos:
El Corredor Atlántico, el tren y el avión.
En principio, El Corredor Atlántico excluyó de sus planes a la única comunidad con Atlántico, excluyeron a Galicia. De traca. Y aquí, excepto los protestones habituales, nadie levantó un dedo ante tamaña infamia.
Eso sí, parece ser que cuando se dieron cuenta del dislate cometido incluyeron  a Galicia. Sí, pero de aquella manera, habría que añadir. Veremos.
Otro ejemplo palmario es el tren del siglo XIX que disfrutamos en muchos trayectos y que aíslan a poblaciones enteras. Por ejemplo, Ferrol.
Ir de Coruña a Ferrol, apenas 40 kilómetros por carretera, lleva la friolera de una hora por vía férrea. Un record de despropósitos que nuestros gobiernos, mayoritariamente de derechas en los últimos 40 años, han sido siquiera capaces tratar  de solventar. Es más, ni siquiera nadie se ha puesto manos a la obra ni nadie lo ha intentado hasta ahora.
Todo ello, gracias a la Xunta de Galicia y a ese concepto tan raro que tienen de hacer patria que, básicamente, consiste en vender humo. Eso por no hablar de la rara comprensión que parecen tener los xunteiros de la vertebración de nuestro país y de la nula homologación y actualización que hacen del mismo, aunque sólo sea en comparación con otras comunidades que siempre resultan mucho más favorecidas.
Galicia, donde tenemos un AVE  de segunda para ciudadanos de tercera, y donde todavía estamos recuperándonos del bochorno, del escarnio y de la tragedia sufrida en Angrois, donde 100 muertos parecen condenados a vagar y a clamar justicia eternamente como si de una nueva Santa Compaña se tratara.
Y por último, el avión. Esa anomalía mal organizada que todavía padecemos.
Porque tres son los aeropuertos que hay en Galicia. En Vigo, en Santiago de Compostela y en A Coruña. Cada uno haciendo la guerra por su cuenta y todos, prácticamente, con los mismos destinos. Ninguna parte. Todos sirven para la lucha política de los taifas locales, para que las autoridades enfrenten territorios y para la propaganda sin sentido.
El bien común, la altura de miras y el hacer país, son conceptos que aquí, en Galicia, las autoridades utilizan como arma arrojadiza y para atizar esa guerra de guerrillas soterrada que hay entre consistorios.
Y claro, ante tanto postureo, ante tanto aprovechado y ante tanta laxitud, optan por mantener tres aeropuertos en vez de potenciar uno solo, en el centro de la comunidad, y con acceso fácil y rápido para todos a través de trenes lanzadera, como sería lo normal.
En fin, una pena de país en el que 40 años después todo sigue por hacer.  Mean por nosotros y tenemos que  decir que llueve, o si prefieren mexan por nos é temos que decir que chove.
Como prefiráis, como prefirades, o caso é que mexar, mexan é que inda por riba mexan de carallo. El caso es que seguimos aislados y con el paraguas en la mano.


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