Esclavitud y nacionalismo.


Parece ser que el libre albedrio, lo que viene siendo la capacidad de decidir, está garantizado en el plano individual. Puedes elegir con quien hipotecarte, qué modelo de coche quieres como ataúd y decidir el sitio al que irte de vacaciones. Y aunque parezca que es verdad no lo es. Sólo lo es en teoría, pero tú no vives en teoría sino en la práctica. Y en la práctica las cosas no funcionan así. Para elegir la hipoteca tendrás que mirar muchos folletos engañosos, hablar con los consabidos vendedores de humo y aceptar lo que te impongan y después elegir—Je, je, je, si a eso se le puede llamar elegir—. Si después de todo eso, encima piensas que has sido tú el que ha elegido es que no tienes arreglo. Eres un gilipollas sin remedio. Pues lo mismo pasa a la hora de elegir el coche, el destino vacacional y todo lo demás. Crees que eliges, pero en realidad no eliges nada. Y si en lo individual es así, y si lo habitual es vivir en el laberinto del trampantojo, en lo colectivo todavía es peor. Porque mientras que en lo individual la esclavitud parece haber sido abolida, en lo colectivo toda la gente que se tiene por razonable parece abogar por la esclavitud con el mayor de los descaros. Y lo peor es que los que lo hacen ni siquiera parecen ser conscientes de sus  tendencias esclavistas. Así vemos que si, por ejemplo, has nacido en España y eres catalán y nacionalista, no tienes derecho, según los ciudadanos españoles, a reclamar tener la posibilidad de ser miembro de tu propia nación. Quedas, por tanto, condenado no a la esclavitud individual, que para hipotecarte sí que te dejan ser libre, pero sí a ser esclavo y rehén de la nación que te reclama como su ciudadano. Y así, de esa guisa ves incrédulo como son tus propios paisanos, tus vecinos y los familiares que no comparten tus ideas, son los primeros que cercenan tú derecho a ser de donde quieras y de dónde prefieras. Encima te venden esa condena a la esclavitud como lo más normal, para rematar envolviéndote toda la matraca en ese vistoso papel de celofán que es el bien común. Así, y dando por sentado algunas frases hechas como que la unión hace la fuerte y que mejor muchos que solos, los que niegan a otros el derecho a la Autodeterminación se convierten en sólidos defensores de la esclavitud de Estado. Y usando ése arma arrojadiza que es la Ley y el Estado de Derecho, te dicen que no puedes reclamar para ti la nacionalidad que más te convenga por la simple razón de que no tienes derecho a hacer tal cosa. Y explican el desaguisado diciéndote que si no tienes derecho a exigir la Autodeterminación es porque tal derecho no está recogido en ninguna parte ni en ninguna constitución. Olvidándose, cínicamente, que son ellos los que redactan las leyes, y que toda ley es susceptible de ser cambiada porque ni es inamovible ni tampoco palabra de Dios revelada.
En todo caso, y pienses lo que pienses, estoy firmemente convencido que todos deberíamos tener derecho a ser de dónde nos diera la gana Y de la misma forma que un día un presidente americano, Kennedy, llegó a Alemania y dijo “yo soy berlinés”, a mí me gustaría ver el día que un chino llegara a la Costa da Morte y dijera: “eu son de dónde me saia do carallo”. Porque eso significaría que ese día estaríamos en primero de Libertad.

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