No creo que haya un
solo gallego en este mundo que alguna vez en su vida no respondiera a la
pregunta ¿y tú de dónde eres?, con el tan archiconocido como estúpido de Santiagodecompontelascomopuedas.
Sin embargo, y curiosidades
de la vida, yo no tengo ningún amigo gallego que haya hecho el Camino de Santiago. Quizá sea, aunque
lo dudo, que como los gallegos somos muy amantes de lo ajeno pensemos que
meternos en camino impropio es invadir propiedad privada, y por tanto como el
camino es de Santiago que lo ande él. Por cierto, y que se joda o que haga
camino al andar. ¡Uy, disculpar! No se debe utilizar el verbo joder, porque los
políticos están convencidos de que es un sinónimo de gobernar y no seré yo el
que les quite del error.
Pero a mí lo de los
equívocos me viene de antiguo. Soy un hombre raro. ¡Antes fui niño ¡ Un niño
que confundía las cosas además de hacer las indebidas.
Y si como ejemplo sirve
un botón, que decían las abuelas, ya tengo contado aquel equívoco que sufrí con
una aspirina hace algunos años (anteayer), cuando era niño. Y no como ahora que
ya soy todo un preadolescente en edad núbil.
Os recuerdo
sucintamente aquel sucedido.
Por casa decían que si
tomabas una aspirina no te dolía la cabeza. Así lo entendí yo. Por eso un día
que estaba solo decidí comprobarlo. Fui al botiquín afané una pastilla, me la
tomé con mucha agua y mucho asco, cogí carrerilla y empotré el cabezón contra
la pared. Aquel cabezazo me sirvió para comprobar varias cosas: la primera que
me dolía la cabeza, la segunda que me había hecho un chicón, la tercera que
corría más que mi madre, y la cuarta, y más importante, que lo de la aspirina
era mentira,
Sí, porque cuando mamá
llegó a casa y se enteró de mis conclusiones me persiguió por todo el pasillo
con una zapatilla en la mano explicándome el concepto antes y después. Lo malo
es que tanto didactismo no alcanzó mis oídos. Yo en aquellos momentos era
recordman mundial en diez metros pasillo, y no me enteré del concepto hasta que
años después la televisión emitió un programa divulgativo y cultural llamado
Barrio Sésamo.
Lo que no tengo claro
es si soy yo el que se equivoca o es el mundo mundial el que lo hace. No sé,
dudo, luego insisto.
Aunque puede haber otra
explicación, puede ser que no escuche y que saque conclusiones precipitadas. A
lo mejor. Siempre.
Pero no debo ser el
único porque el otro día, sin ir más lejos, escuché a alguien que hablaba en la
televisión y que decía no sé qué sobre los campos elíseos de Paris.
Pensé en voz alta:
¿cómo?, ¿los campos elíseos son de Paris? Error. Una de tres, o este señor es
tonto o se ha tomado una aspirina o ha hecho el Camino de Santiago. ¡Por favor! Todo el mundo en mí pueblo sabe que
los campos elíseos no son de Paris. Son, eran, de mi primo Eliseo. De ahí su
nombre. Y mi primo no era parisino ni falta que le hacía. Además a quien le
interesa ser de un sitio en el que llaman torre a un andamio.
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