Bien, ya llegó el día.
Hoy es la jornada de reflexión. El silencio de los chacales se impone. Hasta
mañana ha cesado el canto de las cotorras. Pero, mañana será otro día.
Esperemos. Mañana es día de elecciones. Día de deshojar la margarita. Me
quiere, no me quiere. Mañana es domingo, ¿y qué pasa los domingos? Pues, pasa
que los domingos habitualmente los gallegos tomamos una tapita de callos antes
de comer. Con garbanzos. Que no se crean los foráneos ni los aborígenes
renegados que aquí no tenemos estilo, aunque de lo que realmente vamos
sobrados, además de callos, es de garbanzos negros. ¡Frijoles! Porque todos los
gallegos nos declaramos amantes de nuestra tierra, aunque después le pongamos
los cuernos y nos casemos con lo que nos imponen los de fuera. Y a los de fuera
les importamos un huevo y el garbanzo del otro. Vienen, a lo que vienen. A
joder. Miran por lo de ellos y después nos dicen que miran por lo de todos. Lo importante y principal para ellos es
recolectar. La cosecha está madura. Después se comen el trigo, lo reparten
entre su familia y amigos, y todo parece un desgraciado accidente. ¡Chapapote!
¡Nunca mais! Versus ¡Outro mais! Lo de siempre, pero cada vez más habitual.
Avanzamos como los cangrejos. Para atrás. Los problemas no se solucionan, se
aparcan. Se deja que los montes ardan solos. Nunca hay culpables ni vigilantes
suficientes, porque no hay drones para vigilar los montes ni cámaras que
recojan a los delincuentes en acción, ni tampoco subvención alguna para hacer
algo que sea importante o relevante. Algo más que hablar sería relevante. Aunque,
eso sí, después los ¡frijoles! y los ¡chapapotes! subvencionan videoclips de
cantantes famosos por su medio pelo, con el dinero que podrían destinar a tal
fin. Colorín, colorado. ¿Para qué se van a molestar? Al gallego le gusta el
fuego, no le saquemos la ilusión. Que haga lo que le pete como consigna. El
gallego gusta de destrozar la tierra que tanto dice amar, y a ello se dedica
con ahínco. Pues que lo haga. Que haga lo que le pete, ítem más, o depende como
elección. Y si el gallego tiene una leira, una tierra, y allí hace su casa,
¿qué? ¿A quién le importa? ¡Qué haga lo que quiera! Dónde sea, dónde prefiera.
No hay frijoles a llevar la contraria ni a derribar lo ya ha hecho y aún menos
a cambiar absolutamente nada. No compensa. No les compensa. Porque aquí la
norma básica es el “ti vai facendo”. E así nos vai. Así nos va. La piara gana
elecciones, el embutido de chorizo es necesario para los callos, y aquí tomarse
una tapa de callos con garbanzos negros y chorizo de la tierra es deporte
nacional. Y si eres del género dilapidador y te tomas unas cañas, podrás observar
el famoso fenómeno de ir a mear y no echar gota. Incrédulo, incrédula, todos y
todas (¡puaff, cuánto mamarracho/a!), os informo que eso es lo habitual en
Galicia. Aquí mean por nosotros y decimos que llueve.
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