Corrupción sistémica.


   Da igual cómo se enmascaren o como se justifiquen las cosas: España da señales inequívocas de corrupción sistémica.
   La falta de transparencia campa por sus respetos. Lo tremendo del asunto, por otra parte nada nuevo bajo el sol, es que ahora y cada vez más diáfano, quien está en el mismísimo ojo del huracán es el mismísimo poder  judicial.
   Se está poniendo negro sobre blanco que el poder judicial que no está a la altura de las circunstancias. Para darse cuenta basta sólo con recordar dos ejemplos: El asunto del cobro de mordidas que afectaba al emérito campechano, al ciudadano Borbón, y el caso del máster Pablo Casado cuya resolución arroja más sombras que luces sobre su currículum.
  En ambos casos se parte del mismo distingo. En vez de ser todos iguales ante la ley, como ellos mismos preconizan ante quien quiera oírlos, ellos son diferentes a nosotros. Ambos son aforados, y con el Rey la cosa va más lejos e incluso lo hicieron inviolable por la dádiva  del legislador. Palabra de legislador constituyente, te alabamos señor.
   Así, con las leyes trucadas, después de 40 años de democracia de calidad (según ellos), al Tribunal Supremo sólo le queda hacer el ridículo una y otra vez. Y claro, si a tanta facilidad le añadimos las mañas que ellos ya tienen de motu proprio algunos asuntos alcanzan cotas de escándalo.
   En  otro orden de cosas, el desorden lo vemos también en la política. El gobierno saliente de Rajoy utilizó el Tribunal Supremo como ariete en el rifirrafe catalán sin pensar en las consecuencias ni siquiera en la dejación de funciones que la decisión suponía. Porque, se supone, que los asuntos políticos deben ser sustanciados de forma política y haciendo política, y no acudiendo a la judicatura, domeñándola y poniéndola al servicio del interés partidista. Vamos, se supone.
Al final se ven los resultados de las malas decisiones: descrédito absoluto para el Tribunal Supremo y rifirrafes continuos en la calle que amenazan con convertirse en algo más grave. Eso por no hablar de la falta de arrojo y que de esperar tanto a que escampara empezaron a diluviar nacionalistas.
   En este estado de cosas, lo que me pregunto es de donde sacará esta gente el cuajo para hacer las cosas que hace. Se les supone inteligencia y además…, con la cantidad de asesores que tienen, que a estas alturas sean sospechosos de ser imbéciles es algo que no se explica. Claro que, también se declaran patriotas, aunque la mayoría nos preguntemos ¿Patriotas? ¡Qué risa, María Luisa! Patriotas, dicen. Vamos, es que me descojono de la risa.



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