Pinochos.


Creo que si me hubieran dado un euro cada vez que he escuchado la frase “nosotros defendemos el interés general” posiblemente sería millonario.
Lo malo es que no me lo han dado, y lo peor son los “detallitos” que ilustran dicha frase.
Porque, claro, una cosa es poner el matiz en ayudar al rico, porque así se ayuda al pobre, y otra cosa es ayudar al pobre directamente y ahorrarse el intermediario.
He ahí el matiz.  Lo demás son gaitas.
Y es que, la derechita española (la cobarde, la infame y la que se vende como liberal) siempre ha preferido ayudar al intermediario. Al rico.
A través de él, nos venden, los pobres gozarán de salario y libertad para endeudarse con la garantía que da tener un Estado saneado y un empresariado ejemplar y eficiente.
El impacto de este discurso es demoledor entre los pobres más crédulos, en esos que necesitan creer en lo que sea. En Dios, en la reencarnación, en la bondad de papá Estado. Les vale cualquier cosa. Compran el discurso y votan fervorosa y piadosamente por esos dirigentes sin siquiera reparar en las posibles engañifas en las que caen.
Los de enfrente, las ladillas habituales que presumen de izquierda (hablo de ese trampantojo de la izquierda llamado Psoe), mientras tanto y cada vez que tienen ocasión, ahúman los chorizos en el B.O.E de forma más discreta, al tiempo que reparten un par de limosnas entre las huestes que los votan.
Para los demás (me refiero a Podemos, a Unidas Podemos, o a cómo cojones se llame ahora el invento) queda el descrédito. Por tierra, mar y aire. Utilizando todos los ilimitados medios que tienen  a su alcance los unos y los otros. Siempre los mismos, la derechita infame y la izquierda de la señorita Pepis, todos jugando a lo mismo y a una Fuenteovejuna.
El cinismo ha alcanzado tales cotas, que no me queda más remedio que echar la vista atrás y tratar de recordar cuando fue la primera vez que escuche esa asquerosa (asquerosa por falsa) frase que es “nosotros defendemos el interés general”. Y la verdad es que, tal recuerdo ha dibujado en mi cara un rictus irónico, porque creo que fue con Franco la primera vez.
Claro que, en aquellos tiempos, esa recurrente frase era muchísimo más fácil de entender. Sobre todo cuando era un busto parlante el que salía en televisión a decirla y todos sabíamos a  quién se refería con lo  del interés general. Al Generalísimo Franco.
Y así seguimos.



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