La historia se repite
una y otra vez. Sin parar. Siempre es la misma y siempre sigue el mismo patrón.
Primera parte. Un
hombre, una mujer. También puede ser un matrimonio. Gente muy importante,
también rica, de esas personas de las que se puede decir sin caer en la
exageración que sin haber hecho nada lo tienen todo. Un buen día, él o ella, se
despiertan y lo que ven alrededor les parece poco. La habitación es pequeña, el
vestidor es pequeño e incluso la tele del dormitorio se les antoja demasiado
pequeña. Cariño, la tienes pequeña. Para poner remedio a tanta pequeñez, él o
ella, deciden ponerse creativos, hacen chás y se ponen del lado de los
trincones. Método: el habitual. Cómplices: los necesarios. Porque, por supuesto
siempre hay que buscar y encontrar los cómplices adecuados para cada
circunstancia, porque que uno sea importante y rico porque sí, no quiere decir
que se sepa hacer ni la o con un canuto.
Segunda parte. La trama
se supone está urdida por gente profesional, gente estudiada y doctorada en
mangar sin dejar demasiadas pistas. Pero, se les va la mano. Se creen arropados
e invulnerables. Somos quiénes somos. Nadie se va a meter con nosotros. La hija
del Rey tiene bula para todo. El experto que monta todo el tejemaneje se toma
sus libertades y ya puestos a estafar estafa a todo el mundo. Incluidos los
discapacitados. Qué más da. Tenemos bulas y canonjías suficientes para hacer
esto y mucho más, ¿sabes?, dicen que dice el esposo infiel y yerno de
Campechano. Talonmano ese día se acuesta muy contento. Su esposa, carpe diem,
hermana de Preparada e hija de Campechano I le ríen las gracias para variar.
Está tan enamorada, la pobre- dicen los cambia palanganas. Pero, se descubre el
pastel. La nata está revenida y lo podrido amenaza con llevarles a todos al
otro barrio de una mala cagalera.
Tercera parte (o que
parezca un accidente). Es difícil pero no imposible. En España hay expertos
suficientes para todo. ¿Lo comprobamos? ¿Qué te apuestas a que entre los unos y
los otros conseguimos exculparla a ella y librarla de la pira con una simple
multa? Que no te lo crees. Déjanos hacer y ya verás. ¿Y a él? Ay, majestad, don
Campechano, don Preparado, se puede intentar, pero… ¿usted no considera que
sería demasiado? No sé, si ustedes que son los expertos, lo dicen… no se hablen
más. Que se haga un experto pues… Y dicho y hecho; a ello se pusieron con
ahínco. Contactaron con todo aquel con el que había que contactar. Incluso con
la Fiscalía, y ésta que ya está habituada a ponerle el culo y las témporas a
los mandamases del Gobierno sucumbieron a los encantos de sirenas. Fue entonces
cuando entró en funcionamiento, para tratar de equilibrar al díscolo juez que
había caído en suerte, el cuervo Horrach. Este grajo lejos de estar en peligro
de extinción florece como el tomillo dejando un insufrible olor a podrido en el
ambiente ya de por sí recargado.
Epílogo. Y entre los
unos y los otros, siempre con la ayuda de los expertos y de los creadores de
códigos y doctrinas, transformaron el agua en vino atenuaron los panes y los
peces en forma de sentencia. El mundo al revés. Multa leve para ella, y cuarto
y mitad para la otra parte del costillar.
Pero, hagamos una
salvedad. Por una vez y teniendo en cuenta los precedentes y para no ser más
cantosos de lo estrictamente necesario, hagamos un barra libre. No vaya a ser…
que después los mal pensados comparan y dicen y porque la mujer de uno va a la
cárcel y la tonta del bote sólo paga una multa. No sé, seamos precavidos. Barra
libre y campana y se acabó.
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