Tengo la impresión,
quizá esté equivocado, de que cada vez hay más aspirantes a artistas en este
mundo. Para mí que el alza de este fenómeno se debe gracias a internet. Gracia
a la red, y a las facilidades que ésta aporta debutar en el mundo artístico se
hace más fácil. La esperanza de globalización es real, aunque la posibilidad de
que tal circunstancia se produzca sea imposible. Los ciudadanos del mundo
tienen el tiempo que tienen para invertir en ocio, y la hemorragia de trabajos
artísticos hace imposible la divulgación y el conocimiento de todos los
trabajos. Y es entonces cuando se produce la actual paradoja que supone contar
con los medios para la publicación de un trabajo, para después no contar con
ningún tipo de arma para su divulgación y conocimiento. Lo cual condena a esos
trabajos, y a esos aspirantes a artistas, al ostracismo. Se divulga lo que se
promociona, y todo lo que se promociona se vende en la misma cantidad que se
gaste en su promoción salvo casos muy desafortunados. Con lo cual, y pese a las
apariencias, el mundo artístico queda circunscrito al universo de los
consagrados. Entrar en ese Olimpo se antoja imposible si no cuentas con la ayuda
de alguien que cuente a su vez con medios suficientes para dar a conocer a un
trabajo y vender a un autor. Los escritores, pintores, músicos y en general
cualquier artista que aspire a triunfar, o lo que es lo mismo, a vivir del
trabajo que realiza como aficionado y pasar a profesional, se toparan contra un
muro hasta el mismo día que encuentren un “padrino” o una “madrina” que se
ocupe de sus asuntos. Y es ahí donde entran en juego otro tipo de intereses que
no son precisamente los artísticos ni la valía de los artistas. El artista se
convierte en un producto en sí mismo que hay que vender y promocionar. Hay que
tener el perfil adecuado para que una determinada plataforma se fije en ti y
apueste por ti. Y es ahí donde entran en juego factores ajenos al trabajo del
artista. Porque no nos olvidemos, porque es inexorable: el trabajo del artista
puede ser excelente, bueno, regular o malo, pero se venderá o no se venderá en
base a otras características ajenas a la calidad de la obra. Se venderá si hay
promoción y marketing. Incluso el tal cacareado sistema boca oído como forma de
dar a conocer algo es a menudo manipulado por la industria pertinente sin que
el consumidor final se dé siquiera cuenta. ¿Y ante esta suma de hechos qué
tenemos que hacer los artistas nóveles que aspiramos a que nuestro trabajo sea
conocido? Pues… no tengo ni idea. Tengo entendido que los más píos rezan, que
los más osados sueñan y que los más normales preparan oposiciones para alguna
cosa del Estado. Porque lo primero es comer y si después hay postre, pues… ¿a
quién le amarga un dulce?
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