ZOMBIS.

El otro día un amigo me dijo que a él no le gustaban nada las películas de zombis. Coincidimos, a mí me es inverosímil.
Y es que los zombis, según las películas, tienen mal aspecto, andan con dificultades y sus aficiones, por no ahondar en otras cosas más desagradables, dejan bastante que desear. Además, también son muy previsibles.
Sin embargo, y puestos a llevar la contraria a mí amigo y a mí mismo,  estoy en condiciones de asegurar que si tienes acceso a información verídica tu opinión puede variar. Incluso con respecto a los zombis.
Al menos esa es mi experiencia, máxime en este caso. Porque fue conocer a mi primer zombi y cambiar radicalmente de opinión.
Son buena gente; y es que morirse, según ellos, tiene muchas ventajas: dejas de pagar facturas, dejas de envejecer, estás siempre de buen humor y el sexo, según relata el zombi que conocí, es…, cómo os lo diría de una forma suave… cojonudo, pues tampoco, terrorífico. Y que conste: hablo por referencias. O sea, tampoco me hagáis mucho caso no vaya a ser que después de leer esto suban las solicitudes para entrar en el Cuerpo Nacional de Zombis del Estado. Tranquilos, este año parece que convocan plazas (D.m.). Pero a lo que íbamos; ¿a qué íbamos? Ah, sí…, a lo de los zombis. Otra cosa que menciona y recalca, el muy zombi, es que la televisión y las películas están manifiestamente contra ellos. Porque, aparte del mal aspecto y del desaliño ya mencionado, también los retratan como seres y almas atormentadas, con dificultades para caminar y carnívoros a la par que caníbales. Incierto, dice mi nuevo amigo. Hay algunos a los que les gusta el pescado. Sí, olvídate del  estereotipo al uso- recalca. Hay de todo como en botica. Fíjate si hay de todo, que yo, dice él, (uy, qué lío) sé de zombis a los que les gusta el fútbol, el macramé y las mujeres. Aunque eso sí, el zombi, zombi; o sea, el zombi de toda la vida, el zombi como tiene que ser, es: taurino, amante del boxeo y capaz de practicar el turismo en sus ratos libres. Tío, ¿te das cuén?- me pregunta imitando a Chiquito de la Calzada-, ¡eres un auténtico zombi! Exasperado le pregunto desabrido, ¿y qué confianzas son esas, zombi de mierda?- Disculpen la redundancia que supone escribir zombi y mierda en la misma frase- Contén el entusiasmo. Continuó como si tal cosa, como si no me hubiera escuchado: lo siento, pero que sepas que a los zombis no nos gustan las exageraciones. Bastante tenemos con lo que tenemos. Somos gente tranquila, de orden y amantes de la buena vida. Entre nosotros no admitimos estúpidos ni a equivocados ni a políticos. Acuérdate de que el orden de factores no altera el producto- matizó no sin cierta sorna al decir esto último. Que se vayan a dar la tabarra a otra parte. Sección vampiros, esos desviados. Así que, haz el favor, casi implora, díselo al mundo, tú que eres un bloguero de reconocido desprestigio, y a tú amigo en particular: nosotros tampoco vemos películas de zombis. ¡No nos gustan! ¿Y sabes por qué? A estas alturas estoy estupefacto. Me ha tocado en suerte conocer al zombi hablador, porque el muy zombi amenaza con seguir dándole a la sin hueso hasta el día del juicio final o hasta que él se muera, que debe ser lo mismo: porque los que  hacen esas pelis están totalmente pirados, confundidos y para más recochineo, mal asesorados. Además, siempre se olvidan de lo principal. ¿Y qué es lo principal?- pregunto sintiendo aumentar el habitual zumbido de mis oídos. Qué va a ser hombre, pero qué va a ser: el muerto al hoyo y el vivo al bollo.
O sea, yo sólo transmito. Y conste que a mí plín.



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