La abstracción (del
latín abstrahere, 'alejar, sustraer, separar') es una operación mental
destinada a aislar conceptualmente una propiedad o función concreta de un
objeto, y pensar o hablar qué es, mentalmente sobre ésta, ignorando mentalmente
otras propiedades del objeto en cuestión.
Hay que practicarla, y mucho. Todos los días y a todas horas. Es
necesario, casi vital. Si no la practicas, no lees, no ves la televisión, no
vas al cine… No haces nada o eres una persona limitada. Por eso hay que practicar
la abstracción si quieres alejar el riesgo de convertirte en una ameba. Así
que, por tanto, ese y no otro es también el método a seguir. Porque, practicas
la abstracción y… puedes con todo. Consumes de todo, y todo te puede parecer
bien, mal o consí, consá. Opinas con noción de causa. Son ventajas derivadas de
la práctica de la abstracción. Tu mundo mejora, eres más feliz, y te vuelves
más tolerante. Gracias a lo cual abandonas el reduccionismo mental, y estás en
condiciones de aprehender un montón de cosas, perfectamente inútiles, quizá,
pero gratificantes para la vida en todo caso. La ventaja, por tanto, de
practicar la abstracción como forma de globalización, es evidente.
Pero pongamos un ejemplo práctico sobre la cuestión.
Somos muchos los que, aun sintiendo devoción por el trabajo profesional
de una persona determinada, abominamos de algunos personajes.
Concretamente, a mí me pasa con muchísima gente en general y con algunos
en particular.
Clint Eastwood hace unas películas fantásticas, para mí gusto, sin
embargo sus opiniones son… cómo lo diría yo… prescindibles. Para mí, desde
luego, sí. La alternativa radical sería no ver sus pelis porque el tío es un
cretino. Pues no, practicas la abstracción y asunto solucionado. Puedes
disfrutar de alguna de sus películas (Sin perdón, ¡vaya peliculón!), y al mismo
tiempo hacer caso omiso de lo obtuso del personaje.
Lo bueno que tiene la abstracción, como método de supervivencia, es que
sirve para todo. Para un roto y para un descosido. Sirve, como decía antes,
para el cine, pero también sirve para la música, para la literatura, para la
filosofía, para el arte… para todo. Lo dicho: absolutamente todo. Practicas la
abstracción y te olvidas de las pamemas que el personaje de turno diga bajo el
influjo de la alcachofa de turno (otra cosa a desechar, leer o ver
entrevistas). A mí me interesa lo profesional, desecho lo personal. ¿Acaso
conozco al ínclito de turno para otorgar tales confianzas?
Al fin y al cabo, ¿a mí qué es lo que te interesa de Clint Eastwood, lo
qué dice o lo qué hace?
Pues eso, pues así con todo.
Es bueno recordarlo, a mí me ha hecho mucho bien. Y es que todos los de
mi generación tenemos presente verdades tan verdaderas como la enjundiosa y
celebérrima: contra el mal la hormiga
atómica. Vital. Pero a veces nos olvidamos de la letra pequeña; y la
abstracción, siendo pequeña, es tan importante y del mismo rango que la mayor
de las verdades universales. Verdades que los prácticos, y también pícnicos,
resumen en una:
Lo importante y principal es ir a misa y
almorzar. En caso de prisa se suprime la misa.
O sea, ventajas de practicar la abstracción.
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