ANÉCDOTAS DE 007.

No es lo mismo ser curioso que cotilla. Prueba de ello es que una persona curiosa puede que se pregunte, ¿y cómo se llamaba el espía que precedió a 007?, mientras que una cotilla afirmaría: el agente 006 era Luis Teixeira. Así, sin más. Sin siquiera hacer eso que dicen los periodistas que hacen. Me refiero a comprobar si la información es fidedigna o no, al menos, por dos partes. El cotilla no necesita hacer tal cosa, larga la información y punto. Pero, reflexiones filosóficas aparte, me veo en la necesidad de decir algo a propósito del tema. Efectivamente, yo y no otro fue el Agente 006, licencia para sobar. Por tanto, se puede decir que es cierto aunque también podría ser mentira. Y ya puestos en la disyuntiva, y ante la duda, pues lo de siempre: la más tetuda. Porque ese y no otro es el manual del buen espía. Tan es así, que 007, ahí donde lo veis tan pinturero él, y tan proclive a las pizpiretas, todo lo que sabe lo sabe de mí. Lo que, hablando en Román paladino, equivale a decir que 007 es un ignorante funcional. O sea. Está bien que resuelva cosas. Bien, 007. O.K, le dice Sabela Queen de todas las Queen. Él, como es natural, se crece y como se crece, se viene arriba. ¿Y cómo demuestra su buena disposición? Pues cómo va a ser, ¿haciendo circunloquios? No, criaturitas, no. 007 cuando se pone cachondo tiembla el misterio. Es capaz de besar a la chica, matar a una pandilla de malos, mientras con la mano que le queda libre desactiva una bomba nuclear que amenaza con acabar con el mundo. Y todo eso sin cobrar pluses de nocturnidad ni de alevosía. Así, a cuerpito gentil. 007 se pone el traje de Saville Road por las mañanas y se pone cachondo. ¿Y qué pasa cuando 007 entra en jacaranda? Pues qué va a ser. Muere gente y se caen bragas. Es un hecho. De la misma manera que gusta de las cosas agitadas, no revueltas. De las cachondas a todas horas, y no sólo cuando se maquillan. Y de llevar metralletas en el buga para evitar hacer partes por accidente. Ráfaga y se acabó. Sistema expeditivo. Éste sistema, por cierto, fue el que sustituyó al Sistema Pampín de Corte y Confección en la Academia de Espías. ¡Qué tiempos! Recuerdo que cuando le hice el entrenamiento a 007 (allí le llamamos training que tiene más aquel), le recalcaba continuamente: 007, pase lo que pase, tú pon cara de “a mí plín”. Eso sí, si ves a una maciza pon cara expeditiva. Este chollo es muy versátil. Después para ilustrar tamaña ilustración le contaba cinco chistes de leperos para que ampliase empatía. Fue mi mejor alumno, tenía treinta y tres años cuando hizo el curso, todavía llevaba el traje de la comunión. Cosas de su mamá, Margaret. Sin embargo, cuando tal potencial llegó a mis manos, lo primero que hice fue desarraigarlo de aquellos pantalones de marinerito que le quedaban a los panchos. Le enseñé a beber champán con propiedad, a conducir coches de lujo y a ponerse su primer condón. Sí, fui yo. Yo fui el que hizo al monstruo. Y no me arrepiento, la verdad. Porque, ¿qué habría sido de nosotros sin él? ¿Cuántas veces salvo al mundo de sí mismo? Así que, ya sabéis: no habléis mal de 007. Por favor. Porque él y no tú, llegado el momento, se dijo a sí mismo mismamente: “No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate que puedes hacer tú por tu país.”

Cáspita, otros en el mismo trance con llevarse la caja de caudales lo resuelven todo. 

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