TELELU, EL COREANO Y 006 EN EL PUB.

Íbamos de camino hacia El Calvario cuando nos encontramos al Chus y nos recomendó que no fuéramos allí.
-         ¿Por qué?- preguntó 002, nuestro experto en meter la pata.
-         Porque allí te clavan.
Fue por eso por eso por lo que cambiamos El Calvario por Paralelo 38. Al fin y al cabo qué más da. Todo es pub.
Los vi nada más entrar. Al fondo a la derecha, enfrente del cagadero. Me hice el loco y no presté más atención.
Como es natural, y después de media hora sin meter la gamba, 002 andaba muy agobiado de lo suyo. Entonces levantó la vista de las aldabas de la camarera, y al verlos me dijo malicioso:
-         Oye, que está allí la que fue tu amiga… Telelu
Para mí que lo dijo con retintín, aunque también circula la versión más canina y dicharachera de la historia, aquella que dice que 002 lo dijo con Rintintín.
En todo caso, no sé, no voy a discutir de semántica, hacerlo sería como confundir el tocino con la velocidad.
De todas formas, miré. Mejor dicho, volví a mirar. Y sí, allí seguían. Parecían felices y entregados al noble arte de comer perdices.
Hice un escorzo imposible, marqué paquete y me puse un palillo entre los dientes. Cosas que hacemos los espías cuando nos ponemos play boys. Así de esa guisa, impasible el ademán, volví a mirar y vi que ella, Telelu, también me miraba con ojos mustios.
Me acerqué haciendo maniobras de diversión (así le llamamos en Alcampo a hacer eses), tratando de disimular la ingesta excesiva de cubatas, y cuando estaba a sólo un par de metros de la pareja me tiré al suelo con mucho estrépito. De cúbito supino empecé a mover las piernas de forma compulsiva. Estaba sufriendo mi primer berrinche como espía recién titulado. Mi boca echaba espumarajos y escupía exabruptos al tiempo que preguntaba como una letanía, y de forma nada retórica: ¿por qué, por qué, por qué…?
Ella conmovida levantó sus ijares de la silla y en arrodillándose y cogiendo mi cabeza entre sus pequeñas manos me consoló.
-         Echo mucho de menos tus labios, tú boca…
-         ¿De veldad? – le pregunté sumiso y mimético al tiempo.
-         De verdad. Cuando el coreano este me besa nunca tengo muy claro si lo hace con la boca o con el ombligo. ¿Has visto su boquita de piñón? No me digas…
Telelu estaba arrebatadora, y yo además de derretido, estaba totalmente escurrido.
-         Quédate conmigo- imploré.
-         Eso no puede ser. Él es un dictador muy preparado y no conviene contrariarle porque, por un quítame allá esas pajas te fusila. Además, con él se cumplen todos mis deseos.
-         Por favor, por favor- volví a implorar.

-         Fíjate si es detallista que el otro día le hablé ligeramente mal del novio de mamá, ya sabes, piticlín, piticlín, y hoy me he enterado que lo ha enviado a una isla a pasar hambre y necesidad. ¡Qué hombre, qué carácter! Besarlo es una pesadilla, pero… es tan dicharachero.

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