006 SE ENAMORA DE LA PROFE.

Parece ser que en lo único que está de acuerdo todo el mundo es en que si quieres ser un buen profesional tienes que prepararte bien. Nuestros mentores lo saben, dada la funcionalidad de su ignorancia, y por eso, y porque el Estado siempre es discrecional, ponen a nuestra disposición lo más granado que en docencia existe.
Lo cual quiere decir en traduciendo, que nuestros profesores son los mejores en cada materia. Y no se trata de un acto de propaganda o de palabras baladís de esas que se lleva el viento. Es la realidad y conviene que se sepa.
El Estado invierte tiempo y dinero en formarnos. Las cosas son como son. Así que, hoy os voy a contar sucintamente qué materias estudiamos y quiénes son nuestros profes.
Lo vais a flipar, del verbo ponerse.
Las materias troncales son tres: Pasividad, Agresividad y Seguridad (P.A.S).
Y las asignaturas de Pasividad son:
Abre fácil de cerradura y candado. Tirolina básica y sin esfuerzo. Atletismo asintomático. Bailes de salón (muy útil para cócteles en embajadas y noches de pajar). Pruebas de esfuerzo, aplicación y crucigrama. Elaboración básica del canapé de tortilla e introducción al bocata calamares (presencial en La Campana). Rústica de caldo gallego, y aproximación al lacón con grelos, y por último, Calendario laboral avanzado (ingeniería y puentes).
De Agresividad y Seguridad se hablará en otro apartado. Específico al uso horario.
Volviendo otra vez al tema…
… Sí, estamos ocupados. Muy ocupados. Nuestra vida es un no parar, pero… hay que decirlo: somos el futuro. España necesita de nuestros servicios, y nosotros por España… lo que haga falta.  ¡Todo por la nómina! (es el lema de nuestro Alcampo de cada día).
De todas formas, tengo que decirlo, yo me he encontrado inopinadamente con un problema con el que no contaba: me he enamorado.
Sabía que había múltiples y variados precedentes. Incluso había escuchado advertencias al respecto: cuidado con enamorarse de la profesora (la opción profesor no se contempla). Porque estar encerrado, en régimen de gayola intensiva, es lo que tiene, acabas sucumbiendo ante la primera sílfide que ves, y aunque fuere cariátide sería menester.
A ver, no lo quería decir pero lo voy a decir, yo no caí en el extremismo de 004, porque, ufff, lo de 004 rompe los esquemas del más pintado: se enamoró de una monja. No se diga más. Concretamente, la que nos daba Idiosincrasia Cristiana y Caritas (conviene reparar en los acentos). Bueno, hasta aquí todo más o menos normal dentro de lo anormal, pero es que la monja tenía, a lo menos, un par de siglos, mientras que él apenas había entrado en edad núbil.  
Un despropósito.
En fin, cosas que pasan y que a mí me sirvieron de consuelo para enfrentar lo mío. Porque, en sabiendo lo anterior lo de mi affaire parecía agua de borrajas.
Yo me enamoré de la profe que nos daba bailes de salón. ¡Una buenorra!
Se llamaba Terelu y fue mi primer gran amor. ¡Ay, Terelu, te añoro! Me pongo mustio sólo de recordarte. Suspiro, digo ay y me sabe a Calisay. Qué guay.. Terelu es hija de Teresa, la que le come el piticlín a uno que llaman Bigote, y hermana de Carmen. Tienen programa de televisión propio, Las Campos (hay gente equivocada que dice qué Cruz, y que no sabe que Cruz, seguido de Campo, también es sinónimo de mierda), y como en Alcampo practicamos la gramática parda no nos perdemos un capítulo. Es bueno para el estreñimiento. Terelu nos daba clases los jueves, mismamente. Bailes de salón. Mejora el desparpajo y trabaja el ritmo. Todo muy profesional. Una docente acreditada que provocó en mí amancebamientos diversos con mi mano (grado 5), que derivaron en epicondilitis (codo de tenista, acepción pajillera) por el uso y abuso del contubernio. Por eso el día que la relevaron de sus funciones, y la sustituyeron por Isabel, maestra en el arte chino-filipino de comer bombones, sufrí mil pares de retruécanos. Isabel llegó directamente de actuar en venta Vargas. Con gran éxito, por cierto. Reina de bulerías y de gracejo contenido. Gracias a ella, hay que reconocerlo, las fiestas con el embajador mejoraron espectacularmente. Progresamos en glamour y ganamos en bochorno ajeno.


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