La versión más antigua
del no sé, no me consta, viene de los fabulosos años 90 cuando Felipe González
decía a un periodista de El País que él se enteraba de los escándalos (de
corrupción) por la prensa.
A Felipe la derechona
casposa le puso todo tipo de zancadillas. Y la verdad es que no era para menos,
el pobrecito, a tenor de lo que pasaba no se debía de enterar de nada, porque
todos los días desayunábamos con la misma matraca que lo hacemos hoy en día:
con la corrupción.
Por eso fue que, unos
determinados medios de comunicación y las autoridades financieras pertinentes,
decidieron que era la hora del relevo y facilitaron la llegada de Josemari
Aznar a la presidencia del gobierno.
Veinte años después,
sin embargo, nos enteramos que el cambio de cromos no sirvió para nada.
Se cambió de corruptos,
pero la corrupción siguió campando por sus respetos. Eso sí, los nuevos, los
Ratos, los Álvarez Cascos, los Acebes… y demás, se presentaron como más
profesionales en el arte de mangar. Incluso se decía del vicepresidente más
económico que había estudiado en Harward, posiblemente otra patraña más. Porque
si examinas el currículum de todos los que se dicen altamente preparados,
resulta que son licenciados por algo, en alguna universidad de no sé dónde y
que los cursos de la Harward School Business, y similares, están muy bien para
colgar el titulito del despacho, pero para poco más. Porque, en unas horitas y “pa”
casa, es de suponer que no aprendas ni a pasar el mocho por el parqué.
La corrupción en este
país es endémica. Venimos de una dictadura y esta Timocracia en la que vivimos
conserva muchos de los tics del pasado. Y por mucho que Felipe González
alardeara de que iba a regenerar España, y que en cierta forma España se
modernizara, lo cierto es que, al final, todo quedó en agua de borrajas. Porque
fue llegar al gobierno, empezar a recibir cajas de Cohibas y empezar a ponerse
cachondo con el contubernio.
También imagino, y esto
es una maledicencia, que la CIA y el embajador americano de turno hicieron un
trabajo excelente para con el bicho (y no sé si se percibe el retintín en el
excelente).
No estaría de más, por
tanto, resetear a todos estos sátrapas, expertos en parecer, no en ser, y
poner, y ponernos, todos a salvo de estos miserables por el expeditivo sistema
que es deslocalizarlos a todos en la cárcel.
Y aunque ser un sinvergüenza
no está tipificado en código alguno, conviene saber que la casta que nos dirige
es eso, un cúmulo de desvergonzados. Profesionales que copian los modos y maneras
de los parásitos y al igual que ellos se dedican a chupar la sangre del sufrido
ciudadano.
Por tanto, y en
sabiéndolo, ¿a qué esperamos? ¿A que ellos hagan lo que no han hecho en 40
años? ¿Sí? Pues entonces, cojamos una silla
¿ Y vosotros qué
opináis, compis yoguis?
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