Estaba haciendo el
examen de recuperación de la asignatura Mirar
mal, impartida por el doctor en el trasunto y paranormal conocido, que es
Jozemari Aznar, cuando de repente se escuchó un fortísimo ruido.
Del exterior llegaba
hasta nosotros una voz desconocida, que en un lenguaje todavía más extraño,
chillaba como un poseso.
Don Jozemari, que está
pluriempleado y también da clases de Felonía
internacional por las tardes, y yo nos miramos al unísono, y viendo que
había descuidado la vigilancia, aproveche, saqué la chuleta y copié.
Sobre-saliente. A partir de ahora puedo mirar mal y hacer daño. Así que,
cuidadito conmigo. Soy peligroso. Voy armado de pupila, retina y humor vítreo.
Salimos al patio a ver
qué pasaba, y pudimos ver que el resto del profesorado también se había
congregado allí, y que al igual que nosotros también parecía alarmado.
Hay simulacros que se
van de las manos.
Paz Padilla, la
profesora titular de Patadas al
diccionario, tenía una cara muy rara. Más de lo habitual. Sin embargo, a su
lado Milagros de Santana, más conocida por Mi-la, y profesora titular de Introducción a la histeria, parecía
ocupada y preocupada en acomodar pelo con flequillo, y en mirar hacia María
Pestiño, la profesora adjunta que imparte Abre
los ojos, y que parecía estar al borde del ataque de nervios. Por su parte
Belén Esteban, la que nos da ¿Me
entiendes?, miraba como Jorgeja, filólogo y erudito repasaba apuntes de Verbigracia del insulto.
Todos se habían cogido
de la mano y esperaban órdenes por el pinganillo, que disimulan en la oreja,
para romper a hablar al mismo tiempo.
Enfrente estaba él. El
hombre del que últimamente todo el mundo habla: el coreano. El rey del Páilan
Style, el mismo que en sus ratos libres y en sus fines de semana de asueto, se
dedica a lanzar misiles por esos aires de Dios.
Shal Phi Chon, conocido
en Alcampo por el familiar nombre de Salpicón, estaba allí. Mismamente. Plantificado
delante de nosotros, de cuerpo presente, y con las piernas abiertas en actitud
provocativa. Nos miraba desde allá abajo, oblicuo y con odio manifiesto en el
mirar.
Dirigiéndose a mí en
perfecto coreano de Corea me preguntó.
-
Tú, mamalacho, ¿dónde está Telelu?
Casi me da un telele al
oír el nombre de mi amada mancillado en labios ajenos: Telelu. ¡Hay que jodelse!
(soy muy mimético).
-
Haciéndose las uñas- contesté
disimulando el enfado.
-
Mala suelte, otla vez selá.- dijo
resignado el avieso déspota.
De repente, mirándonos
a todos añadió:
- Pelo, vamos a lo que vamos. Vuestlo
gobielno me ha contlatado pala que os dé una lección magistlal.
-
¿Y qué nos vas a dal, pedazo de cablón?-
preguntó 002 metiéndose muy en el papel de meter la pata. Su especialidad.
-
Os voy a dal pol el culo- se rió- No en
selio- rectificó casi inmediatamente-, he venido a enseñalos Plimero de Invasiones.
En ese momento apareció
Terelu haciéndose unas tostadas de carmín. Come de todo la muy presunta.
Decir que el muy
coreano la miró embelesado sería injusto. La miró arrobado. Arrobado del todo.
Más propio. Por un momento quedó en estado catatónico, pero como es un dictador
muy preparado, se recuperó en seguida. Fue entonces cuando nosotros, proyectos
de espías, nos dimos cuenta de porqué aquel hombre era quien era y tenía el
puesto de dictador-déspota-taimado que tenía.
Miró para Terelu
largamente, se acercó a ella, la cogió de la mano y decidido y amo de la
situación, le dijo en plan ordeno y mando:
-
Telelu tú venil conmigo. Te voy a enseñal
la cabeza nucleal de mi misil de lalgo alcance, el Golden ciluelo. Te vas a entelal, goldochita.
Después nos miró a
nosotros con manifiesta superioridad y dijo:
-
La lección queda aplazada.
A Telelu casi le da un
parraque, en vez de eso un botón de la faja cedió al empuje de tanta emoción
retenida.
Subyugada me abandonó
sin siquiera decirme adiós.
En ese momento no
reparé en que tengo un arma de destrucción masiva en el mirar, pero la próxima
vez que le ponga los ojos encima lo desgracio.
Para algo he aprobado
la asignatura que imparte don Jozemari con aprovechamiento y pundonor.
Pues eso, se va a
enterar:
¡Sujetarme que me
sublevo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario