Todos habéis visto las
fotos. Eso hace que esto sea más difícil de contar. Pese a ello, y aun
existiendo prueba gráfica del acontecimiento, se hace necesario contarlo. Y
nadie mejor que yo para hacerlo. Disculpar la inmodestia. Pero es que yo estuve
allí, yo fui protagonista y yo sé lo que pasó. Y lo que pasó no se ha contado
bien, porque se ocultó mucha información relevante. Y si no, juzgar vosotros
mismos.
Primero que nada tengo
que haceros una pregunta, ¿os acordáis de las fotos que publicó Interviú en las
que aparecía Roldán, director general de la Guardia Civil en ese momento, en
una juerga, y en las que se le veía en calzoncillos, rubicundo y abrazando un
flotador? ¿Lo recordáis? ¿Y recordáis qué fue lo que escribieron los de
Interviú sobre las fotos? Os lo recuerdo: dijeron que era una juerga de
celebración por haber conseguido recuperar material gráfico comprometido de un
alto dignatario español.
En las fotos, en las
que también salía el coronel Perote, Jefe de Operaciones de los espías españoles,
aparecían todos con señoritas, se supone que de compañía, y muy animados
practicando el noble arte del despendole.
Lo sé. Yo estuve allí.
Y puedo asegurar y aseguro, que además de ser una misión exitosa también fue
bastante latosa por la falta de medios que teníamos. Hasta que llegó él,
Roldán. Sacó la chequera y allí no faltó de nada. Un volquete de putas y
regaliz como para una fiesta. Globos y más globos. Mucha niña mona y ninguna
sola.
Pero, vayamos al
principio de la historia
Para empezar sucedió en
el extranjero. Concretamente en Rumania. Había allí un dictador muy malo, muy
malo, que invitaba a todos los dirigentes demócratas de Europa a practicar la
cacería. Muchos aceptaban, se sacrificaban y se divertían en aras del bien de
sus pueblos.
Iban, les ponían un oso
borracho o una cabra cabrona a tiro de la mirilla telescópica, el prócer
disparaba, mataba y después celebraba convenientemente la hazaña. Más globos.
Era ahí cuando entraba el volquete de putas en acción. Camelaban al mandamás de
turno, lo seducían y le hacían fotos y vídeos para la Dirección General de
Sobornos que había en ese país.
Claro, nos llamaron.
Uno de nuestros próceres había caído en el engaño. ¡Angelito! Sus fotos no
hablaban bien de nuestro bienestar ni loaba suficientemente nuestro recién
ingreso en la comunidad europea.
El calzoncillo tenía un
palomino y no haberse sacado los calcetines blancos tampoco contribuía a
mejorar la estética, precisamente.
También era una
cuestión de imagen de país. Estábamos entrando en la modernidad más moderna; y
aquel hombre en cuestión, muy conocido,
con piernas de palillo y hablar gangoso nos dejaba en mala situación.
Fuimos, y en un plis
plas, y gracias a la inestimable cooperación de Roldán, arreglamos el
desaguisado de forma positiva a nuestros intereses.
¿Cómo lo hicimos?
Fácil, llamamos a
Paesa, un freelance del oficio, él se encargó de Roldán a quien le tenía muy
cogido el punto, y con los fondos reservados que le sacamos brindamos por el
éxito de nuestra misión.
Coser y cantar.
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