…
Porque la triste realidad es que en el accidente del ave, que no era ave, la
verdad es más miserable.
Lo
cierto es que a Galicia, después de décadas de retraso, llegan los talgos, no
los aves. Por vías de ancho variable. Con sistemas de seguridad anticuados.
Lo cierto y miserable es que el dinero está
detrás del accidente. Porque los recortes impiden a los ciudadanos gallegos
tener un ave como es debido, con trenes ave y con seguridad ave.
Lo
cierto es que este híbrido cambalache lleva en funcionamiento unos cuantos años
y que nadie hasta ahora remedió la cuestión.
¿Es
que acaso en Galicia no tenemos derecho a tener tren de alta velocidad?
Pues,
no. No tenemos derecho. Porque la alta velocidad alcanza los 350 kms por hora y
los trenes talgo que vienen aquí, no la alcanzan, ni de lejos, y tampoco tienen
la seguridad que tienen en otras regiones o países de España.
¿O
es que acaso a Andalucía o a Cataluña llegan los talgos? ¿Acaso tienen la misma
seguridad en sus líneas que ésta?
Lo cierto es que nos ningunean, y cuando hay
una catástrofe o un accidente como el de anteayer las cadenas de televisión,
las mismas que perdieron el culo emitiendo imágenes de la maratón de Boston en
directo, siguen con sus parrillas tan campantes. Y después, la misma horda de
catecúmenos, que antes fueron sordos y ciegos a la catástrofe, expían sus
faltas convirtiendo el lugar de Angrois en un plató y a sus habitantes en
figurantes no remunerados; para acabar rematando la jugada alabando la bondad,
generosidad y solidaridad del pueblo gallego.
Lo
cierto es que ayer todo cuanto mamarracho hay por España vino a hacerse la foto
a Galicia. Visita de médico al hospital, palabritas a la prensa: ¡ay, qué pena!
Qué solidarios somos, toda la ciudadanía unida. Somos un ejemplo de sociedad,
el escaparate del mundo… Hipocresía.
Lo
cierto es que ayer no era el día. Hoy tampoco y mañana Dios dirá. Pero algún
día llegará, al menos eso espero, en que a estos señoritos de la mierda, los
que dicen ser descendientes de la estirpe y a los que su linaje no impide cazar
elefantes ni vivir del cuento, corramos a gorrazos.
Y
no disparen sólo al maquinista, que en la mano de estos hipócritas estaba
evitar esta catástrofe.
Sólo
faltó dinero. Ese mismo dinero del que andamos recortados por mor de tanto patriota
de su bolsillo.
O
sea, a ver si un día, entre todos, hacemos que parezca un accidente y queden en
un triste recuerdo todos estos cuervos que consienten el aquí sí y el allá no.
Y después cuando hay casi un ciento de muertos de por medio, vienen de buenos
samaritanos, estrechando manos y a Dios rogando, mientras con la maza siguen
dando.