NO DISPAREN SÓLO AL MAQUINISTA.

… Porque la triste realidad es que en el accidente del ave, que no era ave, la verdad es más miserable.
Lo cierto es que a Galicia, después de décadas de retraso, llegan los talgos, no los aves. Por vías de ancho variable. Con sistemas de seguridad anticuados.
 Lo cierto y miserable es que el dinero está detrás del accidente. Porque los recortes impiden a los ciudadanos gallegos tener un ave como es debido, con trenes ave y con seguridad ave.
Lo cierto es que este híbrido cambalache lleva en funcionamiento unos cuantos años y que nadie hasta ahora remedió la cuestión.
¿Es que acaso en Galicia no tenemos derecho a tener tren de alta velocidad?
Pues, no. No tenemos derecho. Porque la alta velocidad alcanza los 350 kms por hora y los trenes talgo que vienen aquí, no la alcanzan, ni de lejos, y tampoco tienen la seguridad que tienen en otras regiones o países de España.
¿O es que acaso a Andalucía o a Cataluña llegan los talgos? ¿Acaso tienen la misma seguridad en sus líneas que ésta?
 Lo cierto es que nos ningunean, y cuando hay una catástrofe o un accidente como el de anteayer las cadenas de televisión, las mismas que perdieron el culo emitiendo imágenes de la maratón de Boston en directo, siguen con sus parrillas tan campantes. Y después, la misma horda de catecúmenos, que antes fueron sordos y ciegos a la catástrofe, expían sus faltas convirtiendo el lugar de Angrois en un plató y a sus habitantes en figurantes no remunerados; para acabar rematando la jugada alabando la bondad, generosidad y solidaridad del pueblo gallego.
Lo cierto es que ayer todo cuanto mamarracho hay por España vino a hacerse la foto a Galicia. Visita de médico al hospital, palabritas a la prensa: ¡ay, qué pena! Qué solidarios somos, toda la ciudadanía unida. Somos un ejemplo de sociedad, el escaparate del mundo… Hipocresía.
Lo cierto es que ayer no era el día. Hoy tampoco y mañana Dios dirá. Pero algún día llegará, al menos eso espero, en que a estos señoritos de la mierda, los que dicen ser descendientes de la estirpe y a los que su linaje no impide cazar elefantes ni vivir del cuento, corramos a gorrazos.
Y no disparen sólo al maquinista, que en la mano de estos hipócritas estaba evitar esta catástrofe.
Sólo faltó dinero. Ese mismo dinero del que andamos recortados por mor de tanto patriota de su bolsillo.
O sea, a ver si un día, entre todos, hacemos que parezca un accidente y queden en un triste recuerdo todos estos cuervos que consienten el aquí sí y el allá no. Y después cuando hay casi un ciento de muertos de por medio, vienen de buenos samaritanos, estrechando manos y a Dios rogando, mientras con la maza siguen dando.



EL MISAL.

Siempre había creído que el origen de alguna de mis “taras” se debía a mi incapacidad para distinguir algunas cosas, pero después hice memoria y quedé más aliviado.
Hablo de colores. Tengo verdadera incapacidad para distinguirlos. Es más, ni aún esforzándome o forzando el magín, alcanzo la comprensión necesaria, natural en las personas, para dilucidar qué color estoy viendo.
Si os creéis que sufro de daltonismo estáis equivocados. Simplemente no los sé y punto. Es más la tarea, para mí, se antoja titánica, porque por si no lo sabéis os diré que existen infinidad de colores. Así que, cómo para saberlos todos…
Hubo incluso un tiempo en el que estaba tan empecinado que incluso me negaba a distinguir entre blanco, azul, morado, rosa verde, rojo o negro. Bueno ser, ser, era capaz de distinguirlos, pero mentía con el mismo descaro con el que mienten los políticos profesionales y los bellacos ocasionales. Ya puestos a exagerar, pues… ¿Verde? Que te quiero verde. A más no llegaba para evitar disgustos innecesarios.
Vivir en la ignorancia sobre los colores me salía a cuenta. Me evitaba padecer incidentes.
¿Rojo? , me preguntaba mi madre. Y yo le respondía poniendo cara de imbécil perdido: ¿rojo? ¿Y cómo es el rojo, mamá? Es que… no sé, no caigo. ¿Tú crees que me pasa algo? Mi madre, en la mayoría de los casos sonreía, me alborotaba un poco el pelo y sentenciaba: Ayyyy, qué agudiño eres, mariqueiro.
Asunto resuelto con cierto éxito para mi alivio.
Sin embargo un día tuve una revelación. Empecé a saber el nombre de los colores y a distinguirlos. Sucedió de repente. Hay días que son un milagro. El verde se convirtió en verde, el blanco se mostró blanco, el morado cogió tonalidad morada, el rojo se convirtió en rojo, el rosa pasó a o sea rosa y el negro llegó a negro (para vuestra información os diré que ahora al Negro también le llaman De Color).
Pero, ¿qué había pasado para que se produjera el milagro de los colores?
Encontré un misal.
¡Qué hallazgo! Mis problemas quedaron resueltos, y por ende la zapatilla de mi madre pasó de cien kilómetros hora a cero en cero coma. Toda una mejoría.
Y todo gracias al misal. Allí, además de innumerables recortes de periódicos que hablaban de pedidas de mano, bodas, entierros y cosas muy sociales todas ellas, también venía detallado cuál el uso de los colores en las casullas.
El domingo volvió a ser un día de paz también para mí. Problema resuelto. Costó lo suyo, pero la perseverancia y el revolver cajones es lo que tiene, resuelve problemas.
Todos los domingos cuando llegaba a casa a la hora de comer mamá me hacía las mismas preguntas. ¿Fuiste a misa? Sí, mamá ¿De qué color llevaba la casulla hoy don Antonino, el cura? Las dos primeras veces ensayé la disculpa de los colores. Resultado, zapatilla. Uff, esto no funciona. Fue a partir de ahí cuando decidí escoger el daltonismo como opción. Mamá, no sé. ¿Es que no sabes que no distingo los colores? Efectivamente, mamá. Un drama. Yo creo que deberías llevarme al médico. El daltonismo no estaba muy estudiado, pese a ello mamá era una firme defensora de la “terapia de zapatilla” como forma de cura. Sin embargo cuando encontré el misal no sólo me curé de repente sino que además mi calidad de vida mejoró de forma ostensible.
Mamá, hoy el cura llevaba la casulla verde. Muy bien. Caricias y arrumacos. Fenomenal. Yo creo que mi madre incluso presumía delante de sus amigas de lo bueno que era su hijo. Normal, ¿no?
Amigas/os, ¿en casa tenéis un misal? No. Ayyyy, por favor, cómo sois. Eso me pasa por andar entre agnósticos y ateos.
Os voy a hacer un resumen:
Casulla blanca. A los curas muy pálidos no les favorece mucho, pero…Se usa en Pascua y Navidad.
Morado. No sólo es un color fetén, también ponerse así es gratifiante. Se usa en Adviento y Pascua. Igual que los antiácidos.
Verde. Después de Navidad hasta la Cuaresma y después de Pascua hasta Adviento. Es muy vistosa y de gran prestancia. Estiliza.
Rojo. Pasión, olé. Se utiliza en las fiestas de la Pasión del Señor.
Rosa. Los curitas, ya sabéis… siempre tan aficionados. Tercer domingo de Adviento.
Negro. Viernes Santo, entierros y misas de Requién. Bueno, yo soy más de ACDC pero sigo esperando a que saquen un nuevo disco desde el año 1.972. Paciencia.
Creo que después de esto también es conveniente echar un vistazo al diccionario, porque, no sé, pero tengo la impresión de que palabras como Adviento, y alguna que otra más pueden requerir consulta. Vosotros sabréis.
Porque a mí plin, fue encontrar el misal y dormir en… colchón de lana.




¿ELOJO TI DE QUÉN VES SENDO?

Me crie viendo la foto de Pio XII. Recuerdo la foto de Juan XXIII colgada de la pared de la habitación de la televisión y fui adolescente con Pablo VI. Pese a ello ni sufrí ni sufro de ningún trauma. Creo. En casa de mis tías en Cereixo era una tradición. Pese a ello, y aún sabiendo que mucha gente las tenía por unas beatas, yo que las conocí bien aseguro que la cosa no era así. Era una costumbre y punto. También podría considerar otra explicación más plausible si se quiere y se tiene ganas de enredar. Eran unas innovadoras en materia decorativa.
Sin embargo, ellas y yo, siempre tuvimos aprecio especial por uno. Juan XXIII. A mí Juan XXIII me caía simpático por dos motivos. El primero es que había visto una película que me había gustado mucho sobre él y que se titulaba Las sandalias del pescador. Anthony Quinn. Y el segundo era porque Juan XXIII se parecía de carallo a Chindolo. Calcado. Sólo había una diferencia. Mientras Juan XXIII, en blanco y negro, lucía sus mejores galas de Papa de Roma, Chindolo andaba siempre luciendo pecho y bandullo descamisado. Cosas del protocolo.
Mis tías demostraban su predilección de otra manera. Cuando se moría un Papa, después del pertinente luto, su foto era sustituida por la del siguiente. Me alegré mucho cuando Pio XII fue descolgado. Menuda cara de pájaro tenía el muy pájaro. Sin embargo la de Juan XXII jamás la sacaron. Eso por no hablar de que el marco de su foto era el doble de grande que la del que estuviera de guardia en ese momento.
Cereixo es una aldea pequeña y aunque en aquella época estaba más poblada la cosa tampoco llegaba a la exageración. Lo digo, perdón, lo escribo, porque las aldeas pequeñas se entienden si se saben algunas cosas. Mi tías vivían allí todo el año por eso a mí nunca me extrañaron sus aficiones. Ir a misa, rezar el rosario, tomar mate y ver la televisión con los vecinos. Algo hay que hacer para entretenerse, ¿no? Así qué, ¿a quién le extraña? ¿Qué iban a hacer? ¿Pescar, cazar, andar de bares? Perdón, esas cosas no las hacían las mujeres. Y mis tías que aparte de ser mis tías también eran mujeres no las hacían. Punto. No le deis más vueltas ni le busquéis tres pies al gato. Las cosas son como son. Además, mis tías eran muy buenas personas. Excelentes. Y alcanzar la excelencia siempre lleva algún tiempo.
El caso es que un día, no sé por qué, llevé a casa a Chindolo.
Lo confieso: me costó. Soy un puto tiquismiquis que algunas ocasiones. Lo cierto es que tampoco las tenía todas conmigo, y por nada del mundo quería molestarlas ni a ellas ni a mi amigo. Eso sí, le pedí una cosa. Chindolo, no digas tacos. Te lo pido por favor. Mis tías son viejas y ya sabes cómo son las cosas. Chindolo, bonachón y paciente como era, me dijo que no había problema con un escueto tes unhas cousas.
Se presentó afeitado y con los botones de la camisa abotonados hasta las tetillas. Normalmente iba desabrochado hasta el ombligo. Saludó, les besó la mano haciéndoles una reverencia y lo primero que soltó fue: mecojonacona, qué casa tan bonita teñen vostedes e que juapas son. ¿?. Mis tías quedaron perplejas. De repente, Chindolo, alzó la vista, vio la gran foto de Juan XXIII, cómo para no verla, y preguntó,  ¿é ese home tan juapo tamén é da familia? Mis tías se miraron entre ellas, después me miraron a mí que estaba rojo como un pimiento y por último a Chindolo. No me lo podía creer. Estaban derretidas de la emoción. Es el Papa Juan XXII. Se parece mucho a usted, dijeron al unísono mis tías.
¡Cona! ¿De verdad? Igualito. Usted también es muy guapo, señor Chindolo.
El ambiente se perfumó de fragancia y porque no había música, que si la hubiera sonaría aquella tonada que estaba tan de moda en aquel tiempo: Estoy sintiendo tú perfume embriagador…
Como os podéis imaginar a mí que soy de natural sensible casi me da un parraque.






PESCADOS Y MARISCOS CHINDOLO.

La segunda vez que Chindolo vino a buscarme al internado le volvió a decir lo mismo al cura:
Mire ó, a ver si pode facelo favor de avisar a Musculitos, digo a Luis, de que está o seu tío Juan aquí.
El cura que aquel día andaba un poco tiquismiquis replicó: vamos a ver, buen hombre, el otro día estuvo otro aquí que venía a lo mismo y también se presentó como su tío Juan. ¿No os podéis poner de acuerdo y uno llamarse Juan y otro… Pedro, por ejemplo? Es que…
Elojo vostede non sabe o que significa babor é estribor ou qué. Contestó Chindolo que era listo como un “allo”. Y remató: O outro é dun lado e eu do contrario.
El cura hizo uno de esos gestos que hacen los curas, aunque él al ser diácono sólo hizo la mitad por falta de rango, se encogió de hombros y dijo con aire circunspecto: Bueno, voy a ver por dónde anda.
Chindolo que pensó que había agraviado al cura con sus comentarios, cosa que de ninguna manera quería hacer, remató la jugada dedicándole la mejor de sus sonrisas y dijo: A ver si pode ser a cousa rapidiña ó. É que teño unhas janas de tomar una bombona que revento.
(Bombona era como le llamábamos a los tercios de cerveza Estrella Galicia de la época).
Salí.
¡Albricias dadme porque soy muy feliz!
Chindolo que vendía pescado por los lugares adelante tenía una pequeña furgoneta que olía que apestaba.
En cuanto entramos en ella me preguntó: oíches, musculitos, ¿nesta merda danche ven de comer? Bueno, ya sabes. É que estou pensando que teño fame. E dijo eu, ¿elojo porque non imos ata Muros e xantar aljo por alí? Joder, cojonudo. Pero… Alá ó, vai de ahí. Pajo eu, carallo. Tes unhas cousas.
Para allá fuimos con las ventanillas abiertas de par en par en pleno invierno y Chindolo que nunca tenía frío con la camisa abierta hasta el ombligo.
Llegamos a Muros y lo pasamos.
Oíste, Chindolo, que Muros es el pueblo que acabas de pasar.
Estamos chejando. Xa verás que homenaxe nos imos dar. Mecagenacona, maña fora
De repente paró, aparcó la furgo y bajamos.
Night Club El Paraíso.
Aquí teñen as mellores ameixas de toda a bisbarra, dijocho eu que en peixe e marisco son unha eiminencia. ¡Botalle un cubata que tés cara de mustio, cona!. Ademais, acórdate do que di sempre Juan de Camelle, Musculitos aínda está na edad de crecer. Pois eso, que che medre. Talojo, vou facer uns mandados.
Y otras cuatro horas esperando por Chindolo. ¡Me cago en san Pito Pato! La de mentiras que le tuve que contar para no perder la reputación.
Pero antes de empezar con mi recital de ocurrencias le pregunté, ¿Ahí tienen ábaco? Qué cousas tes . Ahí teñen dous ábacos. Claro, non os viches porque andarías entretido dándolle a o raño. Serás visioso.




EL GRAN CHINDOLO.

En uno de los internados que estuve mis padres tenían un piso en el pueblo. Los viejos no sabían que yo tenía la llave. Todo un curso, bueno, hasta que me echaron, con dacha. ¡Qué nivel! En aquella casa se sucedían los despropósitos. Los más íntimos tenían copia de la llave y era conveniente llamar antes de entrar porque no era raro encontrarse hasta con la mismísima Guardia Civil, de cuerpo presente,  llamada por alguno de los vecinos, piadosos y cumplidores de la ley que habitaban en el inmueble. Incluso llegaron a llamar a mis progenitores para advertirles de lo que sucedía, pero como mi padre tenía dominó y mi madre andaba distraída con el parchís decidieron no enterarse, porque grave, lo que se dice grave tampoco sucedía nada. Música alta, risas y…qué, qué más, tráfico de personas. ¿Drogas? La gente no estaba informada de que esa eventualidad pudiera suceder, y aquél olor raro procedía de las borrajas que cocía para hacerme un caldito. ¿La borraja es comestible?, me preguntaban. Claro, la trae papá de sus innumerables viajes a La Rioja, y es muy rica, nutritiva y  ese olor. Humnnnn. Ay que gustito pa mis orejas. ¿No os parece agradable?, preguntaba candorosamente. Sí, ahora que lo dices, desagradable no viene siendo. Por favor, disculpar la música pero es que estos cantantes modernos chillan demasiado y no tengo cintas de tangos ni siquiera de boleros. Con lo que me gusta Moncho, por favor. Las fieras se amansaban y como sus hijas subían a ver qué pasaba no le daban más importancia. La importancia de llamarse Ernesto, decía a mis amigos. Pero, si tú te llamas Tiraboleiro, mamalón. Bueno, es un decir, tampoco va a ser todo literal, ¿no?
Pero, cuando llegaba él todo se convertía en algarabía. ¡Fiesta, más fiesta! Él era el Chindolo. El tío con la barriga más descomunal que he visto en mi vida. Chindolo miraba para abajo y todavía se la veía. ¡Qué tío! Debajo de aquél Everest emergía un tremendo efecto voltaico que quién escribe hubiera matado por tener algo así, aunque fuera un cuarto y mitad.  Cuando iba a buscarme al internado, haciéndose pasar por mi tío Juan, yo decía: Voy. Lo dejaba todo. El diácono que apacentaba ovejas descarriadas era muy bueno haciéndose el loco.
Se lo presenté a todos los amigos, conocidos y fiestas de guardar. Jamás defraudaba. Un día, los de alrededor, decidieron comprobar su acreditada fama para mí ya probada. Fueron a cierto sitio y allí la encontraron. Estaba desdentada, no se había depilado en los últimos cuarenta años, tenía un buen bandullo y le pegaba a la garnacha con frenesí. ¡Bingo!. Carnes abundantes para el tripero Chindolo. Cuando acabo el proceso de selección me la presentaron y la puse en antecedentes. Verás, él llega a las cinco, tú a las cinco y diez. Dices que vienes a hacer limpieza y cuando se te acerque una barriga no va a ser eso lo primero que notes. ¿Vale? No te asustes. Entendido y que sepas que no me asusto de nada. Veremos, dije y añadí: Pues que te paguen estos que a mí me da la risa.
Todo cronometrado.
Apareció Chindolo, luego ella. Chindolo izó el periscopio y echó una visual. Le dijo algo al oído mientras restregaba el catalejo, la barriga todavía quedaba a cincuenta centímetros. Fueron a una alcoba, él se agarró al somier como una lapa y allí se estuvieron contándose sus cuitas. ¡Ahí va, qué fino lo de cuitas! A las cuatro horas la mujer salió demacrada, fané y descangallada,  se acercó a nosotros exhausta. Le pregunté. ¿Qué? No aguanto más, ese hombre no es humano. Es, es…es Chindolo, mi amor. Uno de la pandilla.
Mientras tanto y por aquello de aliviar los oídos del molesto chirriar del somier habíamos cruzado apuestas, y como una cosa lleva a la otra de tanto hablar nos entró hambre y nos fumamos, perdón, nos tomamos otro caldito de borrajas. Hay días.
El más osado había juagado al seis. ¿Cuántos, bonita, guapetona, hermosota mía? No sé, perdí la cuenta cuando iba por ocho. ¿Diez, doce? Por ahí. Puse la mano y dije a los compis: Apoquinando. Ya os dije que tenía mala cara, que andaba cansado, pero que eso lo hace hasta en un mal día. Cuando la dama de las camelias se marchó tenía un andar un tanto raro.
De repente salió él, el gran Chindolo, se plantificó delante de nosotros y espetó, en nuestro idioma Costa da Morte:
Oiches, Tiraboleiro. A esta casa faltalle aljo de decorasión. Elojo, como é que non tes un ábaco na  habitasión ó.
Sí o sí. Tes razón. ¿Un ou dous?
Ay… qué tan visioso eres, cona.


GRUPO SALVAJE.

Cada vez que vuelvo a la aldea a mi cabeza acuden recuerdos de la infancia, de la adolescencia y de la juventud divertida que tuve.
El otro día en concreto me acordé de un chaval muy Riquín, uno de los hijos del Asturiano, que siempre decía: “En este pueblo lo que hace falta es poner una fábrica, una fábrica de sentido común”. Y es que a nosotros, que éramos unos rojeras y la mayoría seguidores del Barça, todo lo que allí sucedía nos parecía un milagro. Surrealismo a troche y moche. Riquín lo sabía bien. Él en sí mismo era un personaje o al menos así me lo parecía a mí. Porque Riquín era marino mercante, concretamente radio telegrafista, y claro fue el primer radio telegrafista. La cosa marca estilo. Más si tenemos en cuenta que Riquín jugaba al fútbol de puta madre, había andado por el mundo y como era un tío simpatiquísimo, dicharachero como el que más, siempre estaba contando “batallitas” de sus viajes. ¡Cojonudas!
En una ocasión trajo un boomerang, fuimos a una “leira” a probar el artilugio y después de dos horas tirándolo para aquí y para allá llegamos a la conclusión de que el artefacto debía venir averiado porque no fuimos capaces de hacer que volviera a nuestras manos. Claro, soltó su frase. La anteriormente escrita y se quedó tan ancho. ¡Qué le den por el culo a Di Stefano! Y, a otra cosa, mariposa. Volvíamos para el pueblo y por el camino nos encontramos a su hermano mayor, Luis. ¿Cómo describir a Luis sin caer en la exageración? Complicado. Luis, igual que Riquín era rubio, de ojos claros y era fuerte como un toro. Tenía un cuerpo cincelado, los músculos marcados y además era el delantero centro del Porteño. Siempre la primera opción. Al fútbol era bastante paquete pero tenía una gran ventaja: daba unas hostias sensacionales. Para que os hagáis una idea, un día vino a Coruña un boxeador muy afamado, Dun Dun Pacheco, y casualmente lo encontré por los vinos. ¿Dónde si no? Había venido a hacer de sparring de Pacheco. Lo acompañé al Palacio de los Deportes, hicieron tres asaltos y casi lo descoyunta. ¡Menuda paliza! Para celebrarlo fuimos a darnos una ducha interior de “tazas”, el segundo deporte en predilección de Luis y al que dedicaba  horas de entrenamiento intensivo. Luis también tenía otra cualidad muy apreciada por todos nosotros. Hablaba bajito, muy bajito. Cuando lo veías en una fiesta te empezaba a contar historias justo al lado del amplificador por donde salía la música de la orquesta. Y allí entre así fue como se conocieron papá y mamá y Libre como el viento yo soy libre, te contaba una historia de la cual sólo eras capaz de escuchar, y para eso con suerte, las tres primeras palabras. Las historias eran cojonudas, seguro. Pero… cosas que pasan. Eso sí,  siempre venía alguien y te rescataba del soponcio que supone la sordera. Y ese alguien, a menudo, era Juan de Camelle, un hermano para mí, un tío que cuando estuve en un internado, venía y me rescataba: Soy su tío Juan, le decía al diácono encargado del rebaño descarriado, y el casi cura, que se hacía muy bien el loco, me dejaba marchar. ¡Fenomenal, fiesta! Porque con Juan de Camelle pasé horas divertidísimas. Lo conocí cuando yo tenía trece años, él tendría veinte, andaba en un land rover vendiendo ventanas de aluminio por las obras y me dejaba conducir el artefacto móvil. Tomábamos muchas “tazas” e íbamos a todas las fiestas de la comarca. Teníamos carnés de festeiro homologado, según él, y lo usábamos sin desmayo. Su hermano pequeño, Necho, era otro de la cuadrilla. No paraba. El mundo era una enorme fiesta. Con ellos el cachondeo estaba garantizado. Con ellos, con Juan Cibrán, otro que tal, con El Moto, otro que estaba casado pero hacía vida de soltero y que conducía mejor que Fernando Alonso, y algunos más, Chindolo, Yeny, Ricardo… pasé mi adolescencia y parte de mi juventud.
No sé si fue la mejor ni la más adecuada, pero de lo que estoy convencido es que si finalmente alguien hubieran puesto una fábrica de sentido común en el pueblo, ninguno de nosotros estaría capacitado para trabajar allí.
Para eso ya tenemos a Mariano Rajoy, Director de fábrica de Sentido Común. No lo hubiéramos admitido nunca en la pandilla.

¡Jamás!

AL NATURAL.

Creerme, he sido aficionado a los toros.
Es más, muy aficionado. Tanto lo fui que, recuerdo una ocasión en la que el ABC sacó un oferta en la que ofrecían que si te suscribías al periódico, un gran periódico, regalaban el Cossio, la enciclopedia de los toros, que sopesé hacerme suscriptor.
Lo superé.
Atrás dejé tardes en Las Ventas, en el ruedo improvisado que hacen en Chinchón y en otros muchos sitios, incluido La Coruña. Tertulias taurinas en Madrid, finos hasta sentir el afilamiento de los pómulos y noches de parranda.
Pero pese a todo creces y maduras.
Escuchas a unos, a otros, y a veces reflexionas. Los toros me siguen gustando. Mucho, pero encuentro inaceptable que para mí diversión muera ningún animal. Así de sencillo. Cosas de la ética.
Lo superé, y me saqué de la droga taurina. Adiós. No la echo de menos en absoluto.
Ahora estoy en contra de los toros. Matizo. Estoy en contra de que estos espectáculos sean ayudados con dinero público. Soy de la idea de que los vicios se los pague cada cual.
Por tanto, y siendo consecuente, no soy de los que está en contra de las corridas de toros. Estoy en contra de la palabra prohibir. La cosa es más grave y sencilla. Estoy totalmente a favor de que esta actividad sea subvencionada con dinero público. A partir de ahí el tiempo dirá. Si los toros pasan a olvido porque sus adictos no pagan lo suficiente ellos sabrán. Ellos, los adictos, serán los responsables. Sinceramente, a mí me importa un huevo y la yema del otro lo que pase con los toreros. Pero de ahí a vilipendiar, hacer mofa y befa de un torero muerto va un abismo. Simplemente, como siempre, todo es cuestión de educación y de estilo, aunque a raíz de la muerte del último torero ha quedado claro una cosa: gilipollas hay en todos los sitios, y además en este caso IDIOTAS que gozan de una gran bajeza moral.
Anda que… ¿por qué no os buscáis otro divertimento? Y que conste, va para los unos y también para los otros.


ENTRE MARICONES Y PAJILLEROS.

Si yo fuera político, cosa que jamás seré, y no fuera del Pp, estaría preocupado. ¿Por qué? Pues lo estaría al comprobar, una vez más, que los ciudadanos de este país prefieren votar a los del Pp, aún siendo corruptos, antes que a mí que presumo de honradez.
Ante esto la pregunta que me formularía sería sencilla, ¿qué estoy haciendo mal? Pues bien, ellos no. Ellos no se toman la molestia de preguntarse nada. ¿Para qué? En vez de eso salen en televisión y nos explican que están analizando los resultados. Conclusión. No sé, no lo entiendo. La gente me quiere pero no me vota. ¿Os suena? A mí sí.  
Bueno, pues en esta tontería llevan instalados estos fenómenos del análisis todo el año. Todos lo hacen bien, pero la gente tiene miedo.
¿Será a ellos?
Las redes sociales, yo sólo frecuento el Facebook, repiten y escupen constantemente una frase a modo de mantra. Un pueblo que vota corruptos es cómplice. Pues, tampoco. Tampoco entienden lo que pasa. Es al contrario. El pueblo vota a corruptos porque envidia la pasta que mangan y lo poco que les pasa. Nada. El pueblo aspira a ser corrupto.  
Ante esto también cabe otra explicación más sencilla y fácil de entender. La gente está hasta los pelendenges de personas que ofrecen todo y nada al mismo tiempo. Hasta los cataplines del puedo prometer y prometo; y cuando llega el momento de votar se acuerda de que la izquierda tuvo una oportunidad el pasado mes de diciembre y de que alegremente la despreció y la tiró a la basura.
Los perdedores después se extrañan de este comportamiento anómalo. Normal, son tan sesudos. Parecen no entender que los votantes están hasta las narices de la incapacidad que demuestran para alcanzar acuerdos más allá de sus verborreas.
Lo malo de toda la película es que el resultado es bochornoso.
Los del Pp siguen con su barra libre. Aumentan votos en donde más mangan. Los del Psoe no saben por dónde tirar. Los Ciudadanos cotizan a la baja en el índice Defraudadores Legales 35, y los de Podemos siguen analizando la debacle de tanto éxito.
Pero lo cierto es que el funcionario, el parado y el pensionista, ha vuelto a arrojarse a los brazos del Pp. Así, a lo loco. Es lo que hay. Y lo seguro es que el Pp hará lo posible y lo imposible para seguir gobernando y mantener sus contubernios.
Pero lo realmente atroz es que toda la oposición sigue sin ponerse de acuerdo a la hora de irse a la cama y opten por hacerse una “gayola”. Porque son una calamidad. Así en bloque. Unos pajilleros. A la pata la llama. Un desastre sobrevenido que produce el efecto de hacer buenos a la pandilla de “maricones” (dicho sea ofendiendo lo menos posible) que nos dan por culo a todos.
Este país está plagado de lazarillos que prefieren tener por amo y señor a un ciego, aunque sea ladrón y sodomita, a unos tipos que se la cogen con papel de fumar.
¡Donde va a parar!



AICARCOMED (DEMOCRACIA AL REVÉS).

Si algo hay que llene la boca de un político es la palabra democracia. Es decirla y se engolan. De bolsillo para adentro sin embargo sabemos que a la hora de la verdad lo que les pone cachondos es el tema comisiones, sobresueldos y demás corruptelas.
Dónde va a parar.
Pero hoy no voy a hablar de comisiones, corruptelas, sobresueldos y demás componendas con las que se adornan.
Hoy voy a hablar de lo que parece significar la palabra democracia para ellos.
Lo primero que constato, como buen observador que soy, es que la democracia alguno se cree que la inventó él. Es que si no, no se entiende.
Voy a hablar de Albert(o) Rivera. Ya sabéis, Alberto el demócrata más demócrata entre todos los demócratas. El que quiere regenerar España haciendo, básicamente, lo mismo que hicieron hasta ahora los otros. Sí, ese. El campeón de debates, el líder de Ciudadanos, que a día de hoy sigue siendo un partido, el que propone el Contrato Único como remedio de todos los males, y la supresión del Senado y de las Diputaciones para ir abriendo boca. El mismo que dice que no va a pactar con el Pp y al día siguiente otro señorito de la formación dice lo contrario. El que ni siquiera es novio de Arrimadas aunque lo anden. Bueno, pues va Albert(o), y diu:
O sea, vosotros los del Pp queréis gobernar, ¿no? Pues…. ¿sabéis lo que tenéis que hacer? No, le contestan los peperos. Dinos, sabio Albert(o), ¿qué tenemos que hacer? A ver, sabéis aquel que diu sácame a ése y ponme a otro. Y los peperitos, locuaces ellos, responden. Oh, Albert(o) qué majo eres, qué ideas más buenas tienes. Pero, mira hombre, ¿tú te has dado cuenta que nuestro amado líder ha sacado ciento treinta y dos (132) escaños más que tú? ¿Cómo, que no aceptáis? Pues, nada. Ahí os quedáis. Joderos. (Bueno, esto último es una licencia que se toma el autor que es un lenguaraz).  Fin de la historia. Están pensando en sacar la película. Albert(o) abandona la casa de sus primos todo cabreado. Despechado por no ser invitado al convite del Gobierno por el primo Rajoy se empieza a guasapear con Pedro Sánchez, el marido de Begoña. Con él todo es más fácil. Están de acuerdo en muchas cosas. El Psoe propone derogar la llamada Ley Mordaza, la Reforma Laboral, laminar el Senado, invitar a putas a todos los diputados de las Diputaciones y después disolverlos e incrementar el Salario Mínimo un uno (1) por ciento para que los trabajadores más pobres pueden cambiar de chapero, porque Rajoy es un abusón. Chachi. Hablan y todo lo que proponía el Psoe queda en agua de borrajas. ¡Tararí! Contento y satisfecho escribe en el grupo de guasá que tiene con su mamá. Al fin he encontrado novia, mother. Es modernito. ¿Cuándo te arrejuntas, hijo? No sé. Cuando sea Vicepresidente te llamo desde el Ministerio que hay tarifa plana. Formaliza pareja de hecho con Pedro, y cuando llega la noche de bodas, Pedro Sánchez, sufre el mal del piloto, no se le levanta. ¡Cagondiola! Esto no era lo previsto. Disculpa, Albert(o), es que es mi primera vez. Por cierto ¿tú sabías que Begoña es directora general en una ETT (Empresa de Trabajos Timo) y que hay plazas libres de teleoperador, diez horas y cuatrocientos (400) pavos de sueldo? ¿Te apuntas? A esa ronda invito yo.
Y así acabó la cosa. Dos tíos que se autoproclaman demócratas compitiendo a ver quién dice y hace la mayor de las estupideces. Todo por la Patria. España primero y después la Marca.
Del zorro, claro.
Pero como estos dos aunque parezcan tontos no lo son, ¿qué hacen? Al mismo tiempo que mantenían sus contubernios se trataban de ligar al de la coleta. Seguramente confundidos, a otros les pasa o pasaba a las cuatro de la madrugada. Sé de casos. ¿Oye, mi amol, y tú que hases? Aquí estoy, practicando la socialdemocracia, versión  mí capa un sayo. ¡No jodas, qué bueno! ¿Qué, hablamos? No, contigo no. Me dijo mi papá que no hable con extraños. Me lo tiene muy prohibido. Vale, te enseño la puntita. ¡Caray! ¡Qué dientes tan largos tienes! Vale, yo me pido la Vice, el CNI, la tele que ahí hay mucho carca y me quedo con el scalextric y la pistola de fulminantes. No puede ser, Pablito, hay que repartir los regalos entre todos los amiguitos. Entonces no juego. Se enfurruñó, agarró la pelota y se fue. ¡A la mierda! ¿Errejón, dónde estás? Ven que quiero discutir. Trae gominolas.
Y entonces, en los momentos difíciles, emerge él, el líder. Tranquilos ya estoy aquí. Puedo prometer y prometo que voy a gobernar. No habrá terceras elecciones. Pablito eres tonto. Copia cien veces esto que te escribí: No lo Boy a Bolber Aser. Tú, Albert(ito), corre para casa que te caneo, y tú Pedrito, si tú el alto, no te escondas, ven para aquí que Susanita te está buscando. Te va a dar una colleja y te va a dejar sin recreo de por vida. Por bobo. Te lo tienes merecido, mamalón.
Claro. Normal. Y es que nuestros líderes más democráticos parecen no tener ni puta idea, y disculpar la campechanía, de lo que significa el palabro democracia.
Yo sólo sé que democracia no es eso que practican, porque lo que hacen tiene otro nombre: hacer el gilipollas y después poner disculpas. Algo muy nuestro, muy español.

Para mí que entienden las cosas al revés. ¿Y si se lo decimos con indirectas, qué?