Si yo fuera político,
cosa que jamás seré, y no fuera del Pp, estaría preocupado. ¿Por qué? Pues lo
estaría al comprobar, una vez más, que los ciudadanos de este país prefieren
votar a los del Pp, aún siendo corruptos, antes que a mí que presumo de
honradez.
Ante esto la pregunta
que me formularía sería sencilla, ¿qué estoy haciendo mal? Pues bien, ellos no.
Ellos no se toman la molestia de preguntarse nada. ¿Para qué? En vez de eso
salen en televisión y nos explican que están analizando los resultados.
Conclusión. No sé, no lo entiendo. La gente me quiere pero no me vota. ¿Os
suena? A mí sí.
Bueno, pues en esta
tontería llevan instalados estos fenómenos del análisis todo el año. Todos lo
hacen bien, pero la gente tiene miedo.
¿Será a ellos?
Las redes sociales, yo
sólo frecuento el Facebook, repiten y escupen constantemente una frase a modo
de mantra. Un pueblo que vota corruptos
es cómplice. Pues, tampoco. Tampoco entienden lo que pasa. Es al contrario.
El pueblo vota a corruptos porque
envidia la pasta que mangan y lo poco que les pasa. Nada. El pueblo aspira a
ser corrupto.
Ante esto también cabe
otra explicación más sencilla y fácil de entender. La gente está hasta los
pelendenges de personas que ofrecen todo y nada al mismo tiempo. Hasta los
cataplines del puedo prometer y prometo; y cuando llega el momento de votar se
acuerda de que la izquierda tuvo una oportunidad el pasado mes de diciembre y de
que alegremente la despreció y la tiró a la basura.
Los perdedores después
se extrañan de este comportamiento anómalo. Normal, son tan sesudos. Parecen no
entender que los votantes están hasta las narices de la incapacidad que
demuestran para alcanzar acuerdos más allá de sus verborreas.
Lo malo de toda la
película es que el resultado es bochornoso.
Los del Pp siguen con
su barra libre. Aumentan votos en donde más mangan. Los del Psoe no saben por
dónde tirar. Los Ciudadanos cotizan a la baja en el índice Defraudadores Legales
35, y los de Podemos siguen analizando la debacle de tanto éxito.
Pero lo cierto es que
el funcionario, el parado y el pensionista, ha vuelto a arrojarse a los brazos
del Pp. Así, a lo loco. Es lo que hay. Y lo seguro es que el Pp hará lo posible
y lo imposible para seguir gobernando y mantener sus contubernios.
Pero lo realmente atroz
es que toda la oposición sigue sin ponerse de acuerdo a la hora de irse a la
cama y opten por hacerse una “gayola”. Porque son una calamidad. Así en bloque.
Unos pajilleros. A la pata la llama. Un desastre sobrevenido que produce el
efecto de hacer buenos a la pandilla de “maricones” (dicho sea ofendiendo lo
menos posible) que nos dan por culo a todos.
Este país está plagado
de lazarillos que prefieren tener por amo y señor a un ciego, aunque sea ladrón
y sodomita, a unos tipos que se la cogen con papel de fumar.
¡Donde va a parar!
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