A veces me lo pregunto.
Cierto es. Aunque, sin embargo, he de decir que nada de lo que diga o escriba
el señorito Losantos para mí tiene el más mínimo valor. ¿Sabéis por qué? Porque
lo tengo encuadrado en ese epígrafe que empieza por PE. O sea, Periodistas Eunucos.
Esta suerte de tarados
se pasan el día montando jaleos. Y aunque es verdad que hay muchos, pocos son
los que llegan a la categoría de Losantos. Hay que ser un tarado de nota, un
sobresaliente imbécil, y aún así posiblemente no llegues al grado de
esquizofrenia periodística de la que goza el muy querubín.
El tipiño, aún encima,
es bajito, más bien feoco y tiene toda aspecto de haberse matado a pajas. A
éste le debió pasar lo que decía el padre Ignacio a sus pupilos: no os la casquéis que se reblandece el
cerebro. A lo que, seguramente, el rojo y disidente Losantos no hizo caso y
después pasó lo que pasó.
En todo caso, a quién
le importa. Porque a mí si he de ser sincero, aunque tampoco veo la necesidad
de tanta camaradería, el tipiño Losantos me importa un huevo y la yema del
otro.
Ni siquiera me parece
divertido escucharlo y quizá por eso no lo haga, ni siquiera cuando insinúa,
sin referirse a ella, no vaya a ser que lo crujan a demandas, que Carolina
Bescansa, una de Santiago, creo que hija de Ricardo, llevaba a su hijo dopado al Congreso, igual que hacen los
gitanos rumanos con sus niños para pedir limosna. Y llega al colmo y
desfachatez de insinuar que los servicios sociales deberían de hacerse cargo
del niño. Todo ello lo dice sin citarla, el muy gañán.
Y… a ver sí… tiene
razón. Es verdad. Los servicios sociales deberían actuar ya. De urgencia, sin
diligencias previas y con todas las garantías.
Federico
Jiménez Losantos debería ser ingresado, con carácter de urgencia, en una
institución que velara por su salud mental.
Lo de este tarado
empieza a ser urgente.
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