Abogados espontáneos.


  Si algo no puedo comprender es a los abogados defensores de los corruptos. Y que conste, no estoy hablando de los profesionales. A esos, los comprendo. Cobran por ello, hacen su trabajo y punto. Me refiero a los otros. A los espontáneos. A esos, que aun siendo frecuentemente gente normal, con trabajo anodino y con familia, creen su obligación defender al Jefe del Estado, a los corruptos de la política y a todo aquel que ostente poder. Me pregunto, ¿qué se creen que defienden? ¿Acaso creen estar defendiendo al Estado? También me pregunto, ¿no se les pasará por la cabeza, tal vez, que flaco favor le hacen al Estado y al interés general la defensa a ultranza de estos personajes? Pues, no. Parece ser que no se preguntan nada. ¿Para qué? El Estado, según ellos, siempre tiene la razón. Aunque el Estado sea injusto, aunque  el Estado proteja corruptos, aunque el Estado se use como arma arrojadiza. El Estado siempre tiene la razón. Es como en los malos ejércitos. Artículo 1: El jefe siempre tiene la razón. Artículo 2: En caso de que el jefe no la tuviere se aplica el artículo 1. Fin de la controversia. El reino de las amebas está entre nosotros. La gente no se cree lo que revela alguna parte de la prensa. La gente no se cree que los políticos cuando roban, les están robando a ellos. La gente entiende como “normal” que los que nos gobiernan gocen de derechos vetados al ordinario ciudadano. La gente es así. Es eso y lo contrario. Incrédulos, permisivos y torquemadas. Todo a la vez. Tan exagerada es la cosa que los hay capaces de ser todo al mismo tiempo. Y no son pocos. Hablo de esos que se declaran republicanos, pero que cuando alcanzan el poder no hacen nada para abolir la monarquía. Ni siquiera plantear un referéndum. Ocupados como están en practicar el postureo. O esos otros, tan populares como ladrones y que gustan tanto a los sensatos pensionistas que los votan. Ya me gustaría saber por qué. Aunque, quizá sea porque estos ateos de la realidad (los votantes), los que nunca quieren que se investigue nada ni a nadie, están más cómodos llevando vida de amebas delante del televisor viendo como personajes chuscos, en algunos casos de tercera, roban a manos llenas y de propina a ellos les dan lecciones de leal y recto proceder. Es para mí un honor y una satisfacción…
Y tanto que lo debe ser.

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