Lo hemos escuchado de boca
de todo el mundo. Y cuando digo todo el mundo quiero decir exactamente eso:
todo el mundo. Porque si en algo coinciden todos los políticos que representan
a nuestro reino demócrata es que las mismas disculpas sirven para resolver las
mismas coincidencias.
La cosa viene de antiguo. En
el pasado inmediato el régimen del Caudillo Franco apelaba constantemente a la
confabulación judeo-masónica. E incluso después de que España fuera declarada
unilateralmente último bastión de occidente, y de excusarse o ampararse bajo
unas supuestas Leyes Fundamentales e inaugurar la Democracia Inorgánica que nos
gobernaba, jamás cesaron las alusiones. Un día podía ser el Contubernio de
Munich, y al otro el coño de la Bernarda, para pasar al siguiente al Santiago y
Cierra España e invadamos Gibraltar al grito de “se sienten, coño”.
La familia Pujol, esa
familia con seny en la que cada hijo nació con un euromillón debajo del brazo,
utiliza el mismo argumento: en España nos tienen rabia, a veces envidia, y en
realidad no nos atacan a nosotros, atacan a Cataluña. Y se quedan tan anchos.
En los casos de corrupción
siempre tiene la culpa el que denuncia. El PP, y todos los demás partidos
políticos funcionan igual que lo hace la mafia, y vemos que las autoridades que
supuestamente nos gobiernan acusar a los que los acusan de intentar
desestabilizar la democracia, y rizando el rizo, concluyen diciendo que hay una
Causa General contra el PP o contra la cúpula del PP o contra la madre que
parió al PP.
El mismo argumento, calcado,
esgrimen los socialistas andaluces. He escuchado lo de la Causa General, lo de
las mentiras para desprestigiar y que Susanita tiene un ratón, un montón de
veces en la boca de un montón de personas. Y el ratón chiquitín de Susanita se
llama Pedro Sánchez, vive en Madrid, y al parecer también quiere ser Presidente
del Gobierno, de su Comunidad Autónoma o de su patio de vecindad o de lo que
sea. El caso es presidir.
Y ahora sale Ignacio González,
actual Presidente de la Comunidad Autónoma de Esperanza Aguirre, y arremete
contra tirios y troyanos cuando argumenta que lo de su ático en Marbella vuelve
a salir ahora a la palestra porque hay una mafia o una gestapillo encargada de
laminar sus expectativas de ser elegido presidente del patio de Monipodio que
es Madrid, rincón de todos los gatos.
La culpa siempre la tienen
los demás, y es que en este país hay muy mala gente. Están los difamadores, los
trolls, los francotiradores, los anti-sistemas y los yayo-flautas dando la
tabarra un día si y otro también. Se quejan los preferentistas, los afectados
por la Talidomida, los de la Hepatitis C, y el servicio de limpieza del
Ayuntamiento de Lugo porque no tienen otra cosa que hacer. Aquí hay mucho
vicio, el caso es quejarse, porque:
España, como todo el mundo
sabe, es un país transparente, un país que está siempre embarcado en reformas
estructurales, un país que camina hacia el futuro, y donde los políticos son
unos benditos y si mangan es porque alguien tiene que hacerlo, alguien se tiene
que sacrificar por nosotros. España va bien. Nuestro sistema de gobierno, y la
infraestructura del Estado, comunidades, ayuntamientos, diputaciones y demás
mamandurrias son herramientas caducadas en continuo formateo, pero mientras
ellos trabajan denodadamente para cambiar las cosas, siempre atentos al bien
común y con una clara vocación de servicio, hay personas que se empeñan en
llevar la contraria, y pasan la vida quejándose. Y es que en cuanto te sales
del guión, a poco que lo hagas, siempre hay una persona cabal que te recuerda
aquello de: tú calla que no sabes lo que dices. Y después se quedan mirando
para las musarañas tan tranquilos.
Puesto así el panorama no sé
a quién le extraña que el grupo de medicamentos más vendidos sea de largo el de
los analgésicos. Seguido, muy de cerca, por el de las drogas para el sistema
nervioso central (SNC), y es que entre antidepresivos y ansiolíticos, siestas y
padrenuestros con orinal, la cosa siempre termina en contubernio.
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