LA PREGUNTA.

Un hombre, al que su familia llama Federico, se levantó un día decidido a indagar en lo suyo. Fue al ayuntamiento, se identificó, y solicitó hablar con el concejal de cultura, fiestas y meriendas, y le dijo: oye, concejal, me acabo de jubilar y he recibido el folleto del Imserso. Gracias. Lo miré, lo leí y no he encontrado por ningún lado el destino al que quiero ir. ¿Adónde quiere usted, ciudadano Federico? Pues mire, sería de mi interés hacer un viaje al Infierno, y en el folleto no aparece por ningún sitio. ¿A usted esto le parece normal? Hombre, no hay derecho. ¿Toda la vida cotizando para esto? El concejal que era un hombre de treinta años, de barba, modernito, y que se acababa de licenciar el trimestre pasado en Derecho puso cara de asombro. ¿Y para qué quiere usted ir al infierno, ciudadano Frederico? No creo que eso sea de su incumbencia, concejal. Contésteme, ¿puedo o no puedo ir al Infierno? Pues no sé. Si está en el folleto si, y si no está no. No hay derecho hombre, no hay derecho, contestó Frigorífico.
Esta última frase afectó mucho al concejal. No hay derecho. Tenía razón el ciudadano Frigorífico. Pero el concejal  era un hombre que tenía iniciativa. Solicitó a su secretaria Maripili que le gestionara una entrevista con el alcalde. Fue recibido a los tres meses. Ciudadano alcalde, ¿cómo es posible que en los viajes del Inserso se halla dejado fuera destinos tan solicitado como Infierno, Cielo o Purgatorio? El edil jefe contestó. Pues, no lo sé… Aunque lo del Purgatorio intuyo que será porque el anterior Papa dijo que no existía, y a un lugar, si no existe tampoco se puede ir. Vamos, digo yo.
Pero el excelentísimo munícipe también estrenaba cargo, y como aún no había perdido las ganas de lucirse ante el populacho se propuso indagar más en el tema. Se dirigió al Presidente de la Diputación, uno que era del Partido de Toda la Vida, y que andaba muy puesto de todo. La respuesta que encontró lo sumió en la confusión: no sé, es más, no tengo ni puta idea de lo que me preguntas, querido alcalde. Para terminar diciendo: de todas formas no te preocupes, yo te lo gestiono. Por cierto, ¿cómo va lo mío? O sea, ya tú sabes A continuación llamó al manzanillo administrativo Paco Pérez y le dijo: Paco, coño, que era para ayer, convoca una reunión con el Delegado del Gobierno, con el Subdelegado, con la Defensora del Pueblo, y después llama a mi casa y dile a Maricarmen que voy a llegar tarde. Ay, Paco, ¡qué puta vida esta! Cuánto percebe tiene que comer un hombre para llevar un plato de lentejas a casa. Ay…

Después de tres semanas de reuniones, dietas y kilometrajes aparte, el secretario del Órgano Consultivo requerido al efecto evacuó acta al Superior en nombre de todos los llamados. Que dicen todos estos, me refiero a los reunidos, que no se explican tal laguna. ¿Cómo es posible que el Imserso no contemple la posibilidad de viajar al Infierno? ¿Nos lo puede aclarar el señor Director General? El Director General quedó pasmado. Diligentemente ordenó a los Servicios Jurídicos un dictamen sobre el tema. Seis meses después, y previas consultas con el sector privado, representado por el eminente letrado Juan Carlos, uno de Malpica de Bergantiños, quien se limitó a cobrar la simbólica cifra  de de tres millones de euros, se recibió la respuesta. Y, pregunto yo: ¿la respuesta que la quieren, vuesas mercedes, oral o escrita? Advierto que si es escrita el precio del folio asciende millón y medio más. A los dos meses recibió una carta con acuse de recibo. La abrió y leyó: Escrita, joder, escrita. Y rapidita que era para ayer. El Letrado Consultor tuvo un ataque de ansiedad, se lo dijo a su esposa Marisol, y a su mejor amiga Catalina, y ésta última llamó a la redacción del periódico en el que trabaja José Pedro. Pero, el Director General, que también era un hombre emprendedor,  llamó al Secretario de Estado del Ramo y le dijo que tenía que hablar con el urgentemente. Tres semanas después se reunieron en lo de Mariloli, especializada en mantecadas y polvorones, famosa en el mundo entero. Esto es una emergencia, don Secretario, dijo como escusa. Ya lo veo ya. Me hago cargo. No te preocupes, Director. Voy consultar con el mismísimo Ministro. Te lo digo yo que soy de La Coru. Joder, qué suerte tiene usted, don Secretario. Azín cualquiera. Dicen que Curuña es la ciudad más bonita del mundo. A mí me lo vas dicir. Eso lo sabe hasta everibody. Cuando se repuso de la resaca de mantecados Mariloli, siete meses después, envió un Mesenger al Ministro acompañado de un sticker con la figura de George Washington, conocido ahora como Jordi el de Mataró. Nada más recibirlo el Ministro exclamó: ¡me cago en la cona!, ¿cómo es posible tamaña negligencia? Para cerciorarse llamó al Director de Campaña del Partido. ¿Dónde cojones andas, Fulgencio? Cáspita, Ministro, ahora que había encontrado la salida del Ikea… perdón… me cago en San Judas Tadeo. ¡Hostiá, no me lo puedo creer, otra vez estoy en lámparas! ¿En que puedo ayudarle? Oye, tú, Willi Fog de los cojones, ¿en nuestro programa electoral había alguna promesa de que los siervos de la gleba pudieran viajar al Infierno? ¡Qué dice! No, claro que no. ¿Estás seguro, conacho? Si, si no me crees llama al Presidente, a esta hora debe estar en manicura e inglés. El ministro, dopado de sobresueldos, esnifó una comisión, se armó de valor y llamó por Skype al mismísimo Presidente del Gobierno. ¡Qué pasa, Robustiano! ¿Coman televú? Te das de cuén, Robus, cada vez domino más el inglés. Deslumbrado el Ministro ante la sagacidad, intelecto, y sentido común de su amado jefe y líder, se atrevió a balbucear: señor Presidente, ¿me podría decir usted, ilustre prócer y excelentísimo señor, si por un casual recuerda  haber prometido que el Imserso ofertaría viajes con destino al Infierno? Porque debe usted de saber que la cosa está siendo muy demandada. ¿Y por qué siempre soy el último en enterarme, carallo? Que estaba leyendo el Marca, cócholis. Hablaré con el Rey. Cuando acabó de jugar a la rayuela, saltar a la comba y jugar a las tabas, tuvo una idea. Convocó, vía Decreto Ley, a los cinco mil doscientos veintitrés consejos expertos en asesoramientos. Siete semanas después, cuando todos hubieron llegado, el último (todo hay que decirlo) anudándose apresurado la corbata y diciendo qué prisas, coño, qué prisas, comenzó la reunión. Después de arduas y enconadas discusiones sugirieron enviar una comisión rogatoria al Embajador Plenipotenciario destacado en el Infierno. Don Íñigo Romanones-Bustamante de Bisbales, interrumpió la recepción en la que estaba desde hacía tres años. Descolgó el teléfono rojo y llamó al President don Artur. Arturo, oye que me preguntan los del Imperio si pueden traer turistas aquí, al infierno. No fotis. Escolti, Íñigo, esto te lo tengo que consultar é. ¿Te puedo devolver la llamada a cobro revertido, nen? Es que estoy mal de cash. Claro, Artur. Tú llama. Paga el Imperio. Don Artur, primer ministro del Infierno, con embajadas en las sucursales de Andorra y Suiza, pidió audiencia ante el Gran Yoda, monarca de la República Popular del Infierno y Alrededores, consultó y recibió respuesta. Si ellos venir querer, Mas tres por ciento poner. Al día siguiente el sagaz periodista y director José Pedro aleccionó a su mascota Edu Ardo, el sabueso siguió el rastro y ladró un titular en la Sinrázon: Miles de refugiados españoles son retenidos en las fronteras de El Infierno. Los Diablos exigen un tres por ciento por el rescate. ¡Cunde el caos!

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