PAPELERA DE RECICLAJE: RELIGIÓN.

Estoy convencido que uno de los orígenes de la violencia en el mundo emana de la religión.
Cada religión monoteísta tiene su libro sagrado. Biblia, Corán o Torá. Los tres son, a veces, cuentos de hadas y otras veces un catálogo de asesinatos, estupros, violaciones, incestos y venganzas variadas; pero… siguen siendo sagrados.
La Biblia es el libro más vendido de la historia. No tiene autor conocido. Algunos dicen que lo escribió Dios directamente, otros hablan de Moisés y los más nos hacen saber que es un libro coral.
El Corán, dicen, lo escribió Mahoma siguiendo el dictado del Arcángel San Gabriel, y en él se recoge la verdad revelada de Alá.
La Torá es el libro que contiene la Ley y el código genético del pueblo israelí. La Ley de Moisés, y a él se le atribuye la autoría.
Y estos tres libros que son violentos e inverosímiles, y de autor, o autores, desconocido/s, aparte de gozar de la consideración de sagrados, y de servir de manual y referencia a los socios de estas religiones, también tienen el rango de verdad revelada e indiscutible. Lo que en ellos se lee para muchos es la Ley de Dios, y la Ley de Dios no se discute. Palabra de Dios, te alabamos imbécil.
 Así estamos. Conflicto tras conflicto, guerra tras guerra. Y mientras unos dicen que el problema árabe empezó en la primera guerra mundial otros sostienen, y creo que con razón, que la cosa viene de más allá. ¿O es que nadie se acuerda ya de las cruzadas, de la épica cristiana, de recuperar los lugares santos, de…? ¿Nadie se acuerda de toda esa basura? Baños de sangre, por una y otra parte, y todo para qué.
 Han pasado ochocientos años y seguimos igual: matando en nombre de Dios, de Alá o de la madre que los parió a los dos.
Ya lo decía aquel catedrático que recogió respuestas de exámenes en un libro titulado “Antología del Disparate”. Pregunta: Mahoma. Respuesta: Mahoma fue un señor que nació en la Meca a los cinco años (literal).
Pues eso, y Jesucristo en el portal de Belén del vientre de una mujer virgen a la que preñó una tal Paloma.

¡Bó!

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