Siguiendo la máxima
marxista de “Estos son mis principios.
Si no le gustan… tengo otros”, el líder de Ciudadanos llegó a un acuerdo
con el del Partido Popular.
No hace falta pasar el
microscopio por el documento para darse cuenta de que en realidad este pacto se
trata de una adaptación, estilo libre, de la película de Stanley Kubrick 2001: una odisea del espacio.
En esta nueva versión
solamente hay un cambio. Si en la primera Stanley Kubrick mostraba el amanecer
de los tiempos y como un mono descubría el uso de un simple hueso como arma
arrojadiza y metáfora de la evolución, en la segunda el hueso es sustituido por
el mono Albert quien es arrojado al aire en sustitución del hueso. Lo malo es
que en vez del amanecer de los tiempos como en el original vemos un festín de
tapires comiendo vorazmente carne de mono.
El mono Albert sucumbe,
se inmola de buen grado y juntos los dos, el simio Albert y el tití Mariano, se
dirigen hacia el monolito negro que es la CEE en busca de comida con la que
alimentar a los que son de su tribu.
La involución y los
momentos de climax se ven reforzados con la banda sonora original de las
gaviotas, quienes unidos ahora a la tribu de los Naranjitos proponen momentos
trogloditas de gran esplendor para mayor gloria de Ángela Merkel y de las
madres que los parió a todos.
Hasta aquí todo bien. Previsible
parece el argumento.
Lo malo es que esta
película es la secuela de otra inconclusa y estéril que nació con olor a naftalina
y revenida como ésta con la que ahora redoblan las matracas.
En el pasado Naranjito lo
intentó con la tribu de los Capullos representada por el conocido como el guapo
Pedro.
Los dos firmaron un
acuerdo similar Dijeron las mismas cosas, aunaron voluntades y aun así aquel
rodaje quedó inconcluso. Los espectadores quedamos huérfanos de película, se
agotó el presupuesto de palomitas y la tribu de Mariano Rajoy siguió bebiendo
del usufructo de la charca de la que ellos se creen propietarios.
Con tanto rodaje
fallido se agotan los presupuestos. Pero, como la película de la vida se rueda
sola y no necesita de actores de tercera fila con ínfulas de estrellas para
continuar con el rodaje, vemos que la economía va bien. En funciones, pero
bien. Y es que cuando el viento favorable de la economía entra por popa las
cosas van bien sea quien sea el que esté en el abrevadero en ese momento.
Así que demos las
gracias a Naranjito, a Mariano Rajoy, a Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias por
ponerse de acuerdo en que no están de acuerdo, porque gracias a eso España va
bien.
Un año sin Gobierno y
los mercados ya se han dado cuenta de tres cosas. La primera de que para crecer
lo mejor es estar en funciones. Segunda, se crece más cuantos menos
trabajadores tengamos. Y la tercera y más real es que si a los trabajadores que
subsisten se les paga poco los amos del Monolito Negro ganan más.
Cuadratura del círculo
conseguida. La política marxista vive momentos de gran apogeo.
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