Como hay gente que
confunde el culo con las témporas hoy desde este blog, que a veces parece
Barrio Sésamo, os voy a hablar de Sensacionalismo.
¿Qué es
sensacionalismo?
Queridos amiguitas,
amiguitos y personal en general, Sensacionalismo es una suerte de práctica
periodística, generalmente peyorativa, que produce la sensación, la emoción o
la impresión en el lector de estar informado cuando en realidad es todo lo
contrario. El sensacionalismo nació en EEUU, se practica en todo el mundo y en
España es una práctica que siempre cotizó al alza.
En España hay muchas
poltronas periodísticas y muchos apóstoles (también llamados periodistas)
empeñados en la difusión de ésta doctrina. Haciéndolo se ganan muy bien la
vida, los contratan en muchas tertulias y mienten sin rubor y a sabiendas.
Llegado a este punto
pondré un ejemplo de sensacionalismo extremo.
Un periódico
sensacionalista, un tabloide, La Razón que dirige Marhuenda o el diario digital
O.K Diario, al que Inda subtitula como El sitio de los inconformistas (¿os vais
dando cuenta?) podrían publicar lo siguiente sin escandalizar a ninguno de sus
lectores habituales.
El
Ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, se mete a fraile.
Hasta ahí la noticia,
para ellos. Ahora como diría el Wyoming, ése que trabaja para el mismo grupo
editorial que Marhuenda, viene la verdad.
El
Ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, visitó un monasterio.
Si habéis leído con
atención hasta aquí estaréis de acuerdo conmigo que aunque tanto monta, monta tanto la cosa, por muy estúpida que venga
siendo, igual no es.
Pues así con todo. Casi
todos practican el sensacionalismo. Unos con descaro, otros de soslayo y todos
poniendo la mano, el culo, las témporas y lo que haga falta.
¿Sabéis por qué?
Porque viven de la
subvención.
Incluso algunos
periódicos serios, alguno aún va quedando, estando como están tocados en su
línea de flotación han optado por la famosa línea de crédito flotador que lanza el Gobierno a los
conversos, a los que han visto la luz y se han puesto las rodilleras.
Mención especial merece
el editor y propietario de La Coz de Galicia. A ése le pasa igual que a
Marhuenda: no sólo es un tonto poderoso sino que además también escribe
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