DE MARÍAS Y REVERTES.

Recuerdo que cuando ojeaba “El Semanal” después comentaba con algún que otro amigo la columna que esa semana había escrito Arturo Pérez Reverte o Javier Marías.  
Usualmente del primero decíamos, cuando algo decíamos, que escribía muy bien y muy fluido.
Había bastante unanimidad entre nosotros al respecto.
Sin embargo con Marías entrábamos “a saco” en todos los tópicos y bizantinismos que en este mundo se puede entrar.
Un amigo, por ejemplo, ponderaba el supuesto poderío intelectual de Marías frente al simplismo formalista de Reverte.
Apoyaba su tesis en que mientras uno es un intelectual de conocido prestigio que había impartido clases en una prestigiosa universidad del Reino Unido, el otro había llevado una vida de Alatriste con mengua mesnada a cuenta de los medios de comunicación hasta poder vivir exclusivamente de la literatura.
Yo, por mi parte, a la vez que ponderaba la bonanza intelectual del prestigioso Marías, añadía, a modo de chascarrillo, alguna de sus aficiones: autoproclamado Rey de Redonda, devoto de Conan Doyle, y de la cultura inglesa en general, y fiel servidor de Sherlock Holmes.
Ante eso, ante su conocimiento no sólo de la Lengua y Literatura española, sino también de la inglesa en profundidad todos nos rendíamos.
Hay que reconocerlo y alabarlo: Marías es un intelectual como la copa de un pino. Acoto aquí, y en este momento, que no sé si el símil intelectual y copa de un pino casan muy bien, pero… estoy en el abismo de mi ignorancia.
Disculpar.
Por contra, Reverte, a su lado parecía un zafio de verbo fluido, largo de ademán y perro ladrador.
Sin embargo confieso que prefiero leer, si ello fuere necesario, una novela de Reverte a una de Marías. Porque mientras el uno me entretiene el otro me aburre. Y que conste que escribo con conocimiento de causa, porque, puestos a recordar, recuerdo que una vez perpetré la osadía de leer una novela de cada cual.
Pero como propósito de enmienda siempre obliga, también tengo que manifestar que estos dos académicos de la lengua no me interesan nada.
Ni me gustan los macarras ni los cascarrabias de sus culos.
Yo soy más de Marsé de igual modo que él es de Flauvert y de Ferlosio. Y aunque desconozco si su elección tiene algo que ver con la asociación de ideas que dan las efes, manifiesto sin rubor que yo tampoco.





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