A diferencia de otros,
yo no sé cómo nos ven el resto de los europeos a los españoles. Lo que sí sé es
cómo los vemos nosotros a ellos. Raros. Porque en Europa, a diferencia de
España, Cifuentes habría durado en el cargo horas. Claro que, en Europa,
nuestro sensato Presidente del Gobierno habría durado minutos. Eso sí, después
los raros son ellos.
Pero si esto es raro,
más raro todavía es el concepto del trabajo que se tiene en España. Porque
España es un país en el que nuestros dirigentes, debido al desastre
demográfico, preconizan desde todos los púlpitos que tenemos que jubilarnos más
tarde para que la seguridad social sea sostenible.
Para ello, para
conseguir sus oscuros objetivos, ya han retrasado la edad de jubilación un par
de años, y a tenor de lo que filtran los políticos a la prensa amiga, esta edad
todavía se incrementará más. Muchísimo más.
La paradoja del asunto
radica en que en este país nadie
encuentra trabajo si es mayor de 55 años.
Entonces, ¿cómo vamos a
trabajar hasta los ¿70?, si a partir de los 55 el que está parado no es
contratado o, en el mejor de los casos, ya está prejubilado?
Es un hecho. Los
ejemplos son ambulantes, están a la vista de todos por los paseos marítimos y
las aceras.
También es cierto que
los mecanismos de provisión social al trabajador/a son injustos. Básicamente
hay dos métodos de ayuda, discriminatorios entre sí:
El primero es para
mayores de 52 años y el segundo para mayores de 55 años.
En ambos casos, las
personas que cumplan los requisitos, cobran hoy en día la fabulosa cifra de 430
euros.
Esta cantidad estuvo
congelada muchísimos años en 426 €. Ni IPC, ni 0,25%, ni nada. Los perceptores,
en ambos casos, están obligados a hacer una declaración anual de rentas, y los
que han tenido algún ingreso a mayores (vender algo, ingresar algo por algún concepto
o cualquier otra cosa) pierden el derecho a dicha prestación durante un tiempo
preestablecido en unos baremos.
Para mayor escarnio,
los mayores de 55 años son ciudadanos de segunda comparados con los que cobran
por mayores de 52, porque encima tienen que justificar las rentas de sus
familiares más directos, y si sobrepasan una determinada cantidad, pierden el
derecho a la prestación. Y para rizar el rizo, los que cobran por mayores de 55
son jubilados forzosamente al cumplir 61 años.
Sin embargo, los
políticos jubilados, amortizados o en el paro, tienen derecho a todo lo que le
niegan al resto de sus congéneres.
Ellos pueden cobrar su
paro por cargo ostentado, ministros, presidentes, etc, etc, cobrar pensión,
según los casos (presidentes, la tropa habitual de Margallos y demás
aprovechados), y además hacer “chapucillas” como dar conferencias, publicar
libros o cobrar por hacer de tertulianos sin ser sancionados por nada.
O sea, que los
responsables de hacer de España un parque temático, con el grifo de cerveza como
máxima estrella, no son iguales que
nosotros ante la ley. Y encima de que son los responsables de haber hecho
leyes que favorecen sus atracos, persiguen con saña a los demás.
Siempre a los demás,
siempre ven la paja en el ojo ajeno.
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