MIERDA CHINA.




Todos los medios anunciaban desde hace días la inminente caída a la Tierra de una estación espacial china. Lo decían como si tal cosa, incluso haciendo chascarrillos y dando consejos sobre qué hacer en caso de que esa chatarra eligiera tu jardín como pista de aterrizaje.
El asunto alcanzó tal grado de delirio que alguno de esos medios, quizá espoleados por otros tan graciosos como anodinos, también nos dijeron la suerte que tendrían los posibles receptores del mamotreto espacial si la chatarra eligiera su jardín como pista de aterrizaje.
Sí, insistían: “Los afortunados receptores se convertirán en ricos enseñando o comerciando los desechos a las hordas de científicos que nos invaden”.
La verdad, ante la posibilidad de que tal eventualidad sucediera, la avaricia se apoderó de mí.
De repente me veía rico, dando  entrevistas y posando para los fotógrafos del mundo mundial. Luciría mis descalabros, vendas y yesos incluidos, con sonrisa de galán, y daría gracias a los chinos por su inmensa generosidad.
Al poco caí en la cuenta y esa avaricia se convirtió inmediatamente en desánimo cuando me di cuenta de que yo no tenía jardín.
Y claro, ¿cómo va a caer en mi jardín un montón de mierda china si no tengo jardín?
¡Cáspita, este mundo es injusto!, vociferé. ¡Con lo bien que me venía la cosa!
Porque mientras que para que te toque la primitiva tienes que gastar dinero, rellenar un boleto, o pedirlo descafeinado de máquina y desplazarte hasta algún lugar a sellarlo,  para que te caiga un montón de mierda china en la cabeza sólo tienes que tener un jardín. ¡Menuda discriminación!
Y es que: ¡No hay derecho!
Va a ser cierto eso que dicen los demócratas occidentales de los chinos. Ya sabéis: que si son una dictadura, y que si patatín y que si patatán. Un mantra éste que se ha convertido en realidad. Aunque, eso sí, después a la hora de mantener felaciones internacionales no quede gerifalte que no les lama el hisopo son fruición.
Finalmente, y pese a las previsiones, la estación espacial Tiangong-1 cayó en el Pacífico sur. Lo cual demuestra, sin lugar a duda alguna, que  los gobiernos occidentales son todos unos mentirosos y unos propaladores de bulos sin igual, y que los chinos son gente a los que les gusta llevar la contraria.
Porque, ¿para qué van a hacer millonario sólo a uno, por muy grande que su jardín fuere, pudiendo tirar su mierda al mar, dejarlo todo echo un asco, y que aún encima la prensa mundial les celebre la gracia?

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