TITULITIS.



Ahora que todo el mundo habla del caso Cifuentes, de su falso máster y de los avances evolutivos que en materia de cirugía estética sufrió su cara de cemento armado a lo largo de los años, conviene recordar otro caso muchísimo más espectacular: el del Rey, Felipe VI, alias Pre-parado.
En solo cinco años el hijo pequeño de don Emérito, actual Rey pese a tener dos hermanas por delante en la línea sucesoria, cursó el COU en Canadá, se licenció en Derecho en Madrid, hizo estudios de post grado en Estados Unidos (dos años), recibió formación castrense en la Academia General Militar de Zaragoza, la Escuela Militar de Marín y la Academia General del Aire en San Javier y dio la vuelta al mundo en el buque Juan Sebastián Elcano como guardiamarina. Todo de forma legal. Le dieron todos los títulos e incluso recuerdo que le hicieron fotos para la posterioridad el día que sentó su real culo en un pupitre de la Universidad Autónoma el día que fue a clase.
De tal guisa que cuando lo proclamaron Rey se convirtió en el primer monarca en la historia de España licenciado en algo. Y para coronar la guinda del pastelón lo nombraron capitán general de las Fuerzas Armadas Españolas. Ejército de Tierra, Armada y Ejército del Aire.
Espero que disculpéis, pero a estas alturas, en la que ya os habréis dado cuenta de que a este chico tendríamos que llamarlo Su Eminencia por tan vastos conocimientos y por tanto acúmulo de cultura, todavía no he acabado de loar sus logros como estudiante. Porque Su Eminencia, también es poliglota. Habla cuatro idiomas: Español, inglés, francés y catalán con campechanía y desparpajo.
Saber todo lo anterior facilita la comprensión del chamullo Cristina Cifuentes y se entiende por qué no quiere dimitir, y por qué ella, una desclasada que nació hija del general de artillería Cifuentes, a estas horas anda preguntándose por el ángulo oscuro de su despacho: “¿y si a él se lo consienten, por qué a mí no?”.
Mientras tanto M. Rajoy, los jueces todavía no acaban de dilucidar quién puede estar detrás de este nombre tan enigmático, deshoja la margarita y vaga como un alma en pena por los jardines de la Moncloa declinando ese viejo mantra: me quiere, no me quiere.
Creo que, no me hagáis mucho caso, un rapero está en estos momentos pergeñando una canción sobre este tema que va ser número uno en el trullo, que cuatro gatitos han sido acusados de terrorismo y que un fotógrafo va a salir del anonimato.






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