Los actuales dirigentes
políticos españoles practican una suerte extraña de capitalismo que bien podría
denominarse como marxismo para ricos.
De tal manera que si un
ciudadano está ahogándose, el político colabora gustosamente y le practica la
eutanasia activa. Lo apremia con el pago de impuestos, lo desahucia y le pone
toda tipo de trabas para que fallezca con garantías más que suficientes.
Por el contrario, si lo
que está en apuros es una empresa, un banco o una autopista, el gobernante le
practica la respiración asistida, le inyecta fondos en el balance y salva el
pellejo del moribundo in extremis.
Al Gobierno no le
importa lo más mínimo derrochar dinero público en apadrinar a los empresarios
de su confianza. Socializan sus pérdidas entre todos con la excusa de que una
eventual quiebra de esas empresas pondría en riesgo sistémico todo el tinglado
económico virtual en el que vivimos.
La contradicción es
obvia. Para el ciudadano que paga sus impuestos, nada. Para las empresas
gestionadas por altos ejecutivos, todo.
Por un lado vivimos en
una gran mentira porque, por un lado: ¡todos los bancos están quebrados!, y por
el otro, esa supuesta honradez y esas clases de sensatez que nos dan, es una
actitud más falsa que el beso de Judas.
Porque, ¿en qué cabeza
cabe firmar contratos en los que el Estado tiene que hacerse cargo de las
eventuales pérdidas de los inversores privados?
Estamos ante el colmo
del incompetente.
Facherío capitalista, émulo
de marxismo trasnochado, para que los ejecutivos del Ibex 35, esos patriotas,
engorden sus bonus y luzcan balances apócrifos.
Sin embargo, se
declaran sensatos. Al menos, tenemos un Presidente de Gobierno que rebuzna la
palabra sensatez a todas horas, al tiempo que echa espumilla por la boca.
Y es que, vivimos
tiempos increíbles. Hoy más que nunca, y mirando para nuestros gobernantes, se
visibiliza aquello de “ande yo caliente y ríase la gente”. Ellos, claro.
Pese a todo, la gente
cree. Necesita creer. Algunos creen en Dios por la misma razón que otros creen
en Rajoy o en su apóstol Rivera, porque sí.
La mala noticia es que
Dios no existe, nadie lo ha visto y lleva 2.000 años en busca y captura para
que dé explicaciones de lo suyo, y que Rajoy, o su sucesor Rivera, hacen lo
contrario de lo que dicen y actúan como marxistas de este capitalismo de
chichinabo en el que estamos instalados.
NOTA. La prueba de que
todos los bancos están quebrados, y de que vivimos en una economía virtual, es
fácil de comprobar:
Si mañana, esperemos
que no suceda, todos los clientes de un banco, y cuanto más grande peor, fueran
a retirar el dinero que tienen depositado, ocurrirían dos cosas: Primero, No
habría dinero suficiente para todos. Y segundo, el banco quebraría.
Bueno, o lo
rescatarían. Visto lo visto.
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