Gente titulada en Mierda.

                                                  Foto de Paula Quinteiro


Vale, lo de Cristina Cifuentes es de traca. Su currículum no sólo está repleto de mentiras, sino que además pone al descubierto una trama mafiosa en una universidad pública.
¡Lo que nos faltaba!
Pero hay más, muchísimos/as más. También nos hemos enterado de lo de Toni Cantó. Y que conste que no me refiero a que sea bobo, sino a que se declara pedabobo. O sea, otra cosa. Licenciado vidriera.
O Tomás Burgos, médico cirujano y Secretario de Estado, que después de pasar su currículo por el bisturí se quedó en soltero. Ahí lo siguen teniendo.
Vale, también está ese del Psoe del que no recuerdo su nombre. Una historia ya antigua. Un hombre que daba clase de matemáticas y que resultó ser abogado. Imagino que sus alumnos sabrán distinguir entre menor y mayor cuantía a la perfección. No sé, a lo mejor presupongo por encima de mis posibilidades.
Pero hay dos casos más, que recuerde ahora, que llaman poderosamente mi atención.
Primero, Juan Merlo, el Secretario de Organización de Podemos en Galicia pasó de ingeniero a nada en cero coma. Tal velocidad, ¡jódete Cristina!, lo convierten en el Fernando Alonso de la política en cuestión de dimisiones. Y si bien es cierto que él se resistía, llegó un comandante y lo mandó parar.
Que tome nota Rajoy, que todavía deshoja la margarita Cifuentes.
Pero sin duda alguna, el caso más interesante es el de Paula Quinteiro. Es auxiliar de enfermería, milita en Podemos y es del sector Anticapitalistas.
Podría parecer, a la vista de las dos anteriores líneas que Paula es de izquierdas. Pues tampoco. Paula es franquista.
Una noche que andaba de “botellona” en compañía de unos colegas se presentó la policía local donde estaban. ¿Y qué dijo ella? Pues una frase mítica que decían todos los franquistas de pro y lo que, aun siendo unos mindundis se  creían algo y de mierda no pasaban: “Tú no sabes con quién estás hablando. Yo soy diputada”.
Sí, porque esa chica es Diputada. Es más, a día de hoy todavía sigue siéndolo.

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