DOS MUJERES Y UN DESTINO.

Una mujer se fugó de la policía, derribó una moto, fue detenida, juzgada y condenada a seis meses de prisión, y multa pertinente.
 Otra mujer, Esperanza Aguirre, hizo lo mismo, y la sala encargada de su caso todavía andaba ayer (¿cuántos meses han pasado?) debatiendo sobre la conveniencia de juzgarla.
 Al parecer la fiscalía, en este caso, está a favor de que se celebre el juicio, pero tal decisión aún no está tomada; y, por tanto, tampoco se sabe si será juzgada algún día, algún día…
Esta mujer, sin embargo y caiga quien caiga, es la candidata del PP a la alcaldía de Madrid. Y no sólo es la candidata, sino que además también aparece como la probable ganadora de las elecciones a la poltrona del ayuntamiento.
¡Con dos ovarios!
 En todo caso, siempre con mucha cara. Con la cara dura del cemento armado que proporciona la política y los políticos, que son capaces de justificar lo injustificable al mismo tiempo que dicen sandeces sin parar.
Y es que, en España hay dos mujeres muy populares pese a que muchos no entendamos el por qué de tantísima popularidad.
C.Q.C, Caiga quien caiga, aquel pretendido programa de humor que emitía la televisión tenía una sección dedicada en exclusiva a ella: El rincón de Espe.
 Sacaban a doña Espe todas las semanas retratándola como un personaje que nadaba entre el retraso y la demagogia. La idea cuajó, la Espe se hizo la más popular entre los populares, y de aquellos fangos vienen estos lodos. La Espe acabó convertida en icono y referencia de una forma y manera de ver y hacer política.
Igual que Belén Esteban, otra de la misma cuerda. Una televisión decidió aprovechar su historia y ya llevamos casi dos décadas viendo como a la ahora rica, pero muy barriobajera Esteban, llena la mochila de billetes gracias al favor y al fervor del público. Y todo gracias a Tele 5 y a su capacidad informativa que ha convertido a esta “pobre” chica en su estandarte y que les sirve de ariete y aguijón en la subida de audiencia.
Sin duda estamos ante dos mujeres y un destino. La una será alcaldesa, y por mucho que la condenen siempre gozará del fervor de su público, y la otra, es de esperar, que jamás superará el listón-estatus ya alcanzado: princesa del pueblo. Ahí es nada.
Sólo falta que el actual Rey se divorcie, despose a Belén por poderes, y que los case Esperanza Aguirre en un salón del antes Real y noble ayuntamiento de Madrid, actuando como padrinos la Pezcadilla y el Jorgeja.

Con la gracia de Dios, y con la bendición de doña Espe, condesa consorte y mema década de los alcaldes de España, la subida de audiencia promete ser espectacular.

LA CORRUPCIÓN DEL SISTEMA.

Del emérito para abajo todos dicen lo mismo: la Justicia en España es igual para todos. Para todos los que se llamen Juan, Pedro, María, Luis… para todos. Claro que si ocupas un cargo relevante o simplemente eres aforado, la Justicia es algo distinta, y eso por no hablar de esa Justicia a medida que se practica con ciertas Instituciones y Partidos Políticos (PP…), y todos los demás que integran el plantel de partidos mamandurrios de los que gozamos los españoles.
En éste último caso, y por la parte que toca a los partidos políticos, la Justicia no es igual para todos; porque para estas ocasiones la Justicia se disfraza con más “puñetitas”. E incluso ahora vemos, a las claras, que la Fiscalía General del Estado se postula como Abogacía Defensora del Estado, al servicio de los partidos políticos, siempre a favor de obra.
Lo vemos en el caso de la extraña decisión tomada por la Fiscalía anti corrupción. No ven indicios de responsabilidad del PP en el caso de su caja B. Archivan todas las diligencias abiertas hasta el momento, y solicita que por tal motivo sólo se imputen a dos ex tesoreros del PP.
 Da por sentada la fiscalía la inocencia de cualquier responsable de la cúpula del PP en la toma de decisiones (nadie sabía nada), y da por concluidos todos los episodios que se refieren a dinero B. Lo de los sobresueldos queda legalizado, y usar dinero negro para realizar pagos, por tanto, queda en anécdota; de la misma forma que remodelar sedes de partido con cientos de miles de euros, cuando no millones, procedentes de “mordidas” a empresas que se dejan “morder” a gusto con tal de conseguir contratos bien mordidos e inflados, queda amparado y justificado.
Sin duda estamos ante toda una declaración de principios.
Contrasta con cualquier país de nuestro entorno, en el que vemos casos de diputados que dimiten por un simple problema de ocultación de una multa de tráfico.
 En el extranjero no entienden la falta de transparencia y de democracia de calidad que se observa en este extraño país en el que vivimos tras un espeso muro de coches oficiales. Un país que tiene, y que goza, de unos políticos que presumen de lo que no son, porque nos hablan de transparencia, de igualdad ante la Ley, y llegado el caso, manipulan y maniobran hasta conseguir poner a la Fiscalía General del Estado de rodillas ante su criterio, y que además logran que estos fiscales actúen como abogados defensores gratuitos obstruyendo lo más posible la investigación de cualquier sumario, aunque para ello tengan que esgrimir argumentos jurídicamente kafkianos, hasta conseguir la exculpación o que llegue prescripción y que las aguas vuelvan a su cauce y que los periodistas hablen de otra cosa.
 Los fiscales llevados de su amabilidad entonan el si, bwana; a continuación proceden a ponerse las rodilleras, y después, como buenos penitentes, pasan por el banco a recoger la nómina.
  (Yo creo que esta película ya la he visto. ¿No sale un león? Debe ser antigua).


EL FUNCIONARIO GARCÍA.

Viendo su natural tendencia a la indolencia el padre le dio un consejo: “hijo, hazte funcionario”. “Al fin y al cabo, siguió reflexionando en voz alta, tienes apellido de funcionario, García, y un buen García, un García de provecho siempre tiene un gran porvenir en la Administración. Persevera. Seguro que con tesón llegas a Jefe de Negociado”. Y qué se le va a hacer…  García se hizo funcionario para no desairar a su padre de apellido Fernández.
Cuando tomó posesión García recibió su primer consejo: “haz algo, García, mueve papeles. Iniciativa, García, siempre iniciativa”.
García había aprobado la oposición por el turno restringido. Le computaron sus años indolentes,  y tuvieron en cuenta su dominio de las lenguas muertas, en concreto la de Viperino, que dominaba a la perfección, estaba muy solicitada.
Pero, García, no sabía que hacer. Tampoco sabía por dónde empezar la labor ingente que conlleva el trabajo de funcionario. Se acordó del consejo recibido, y después de tres meses de mover papeles encontró la mejor manera de aliviarse de tanta tarea ingrata. Iniciativa. Hizo una enorme pira con papeles, legajos y documentos, prendió un fósforo e hizo una hoguera digna de un San Juan festivo. Después, y como ya era veterano en su negociado, le echó la culpa de todo a Ferreiro, otro compañero con el que compartía habitáculo y Olivetti.
Ferreiro se portó de forma desconsiderada con García el día del careo para esclarecer los hechos. Lo negó todo. “Es imposible que fuera yo, le dijo al Subjefe de Asuntos Extraños (el titular se encontraba en paradero desconocido. Por cierto, un destino muy solicitado), todo el mundo sabe que yo hace siete meses que no aparezco por la oficina. Estoy ultimando unas gestiones” “¿Qué tipo de gestiones está usted haciendo, Ferreiro?”. “Mire, don Subjefe de Asuntos Extraños, reverenciado señor de López, yo no es que no quiera contestarle, es que no puedo. Sólo le diré que son de índole tan secreta, que son secretísimas. “De acuerdo, Ferreiro, queda usted exento. Enhorabuena, se explica usted muy bien”.
Los dos, Ferreiro y el Subjefe, miraron entonces para García, inquisitivos. Y bien, García, ¿tiene usted algo más que añadir? García se tomó su tiempo, caviló y dijo: ¿y bien? Pues entonces, gracias. No tengo más que añadir en mi descargo. A las pruebas me remito.

El Subjefe fue magnánimo y salomónico, García, fue entusiastamente felicitado, palmeada convenientemente por la espalda, y después de escuchar las lisonjas de todo el departamento se decidió darle una comida de desagravio. A escote. A los postres le regalaron una bandeja de plata de ley con unas sentidas letras grabadas. “Al compañero García, todo un ejemplo. Un pundonor, un referente, un espejo para generaciones futuras”.

LOS NACIONAL-DELINCUENTES.

Según el catolicismo se puede pecar por acción o por omisión.
 El Estado español es aconfesional, y sin embargo siguiendo una tradición secular financia a la Iglesia Católica, y de refilón, ahora, a todas las demás religiones. Tal cosa podría parecer un disparate, sin embargo semejante dislate es mantenido año tras año, siglo tras siglo.
El Gobierno de España tiene la obligación de proponer leyes, de llevarlas al Congreso, de discutirlas con la oposición y aprobarlas o devolverlas al cajón de donde salieron.
 Cualquier Ley puede se promovida por el Gobierno, por la Oposición o por cualquier otra institución o grupo de personas, tal y como está recogido en nuestra legislación.
 Si el Gobierno de España tiene conocimiento de un delito y no lo denuncia, será copartícipe de mismo, porque en nuestra legislación hay  figuras jurídicas suficientes: ENCUBRIMIENTO, CONNIVENCIA... Por tanto, nuestros gobernantes, en el supuesto actual en el que vivimos, en el que tiene constancia que no sé cuantos ciudadanos incumplieron con sus deberes fiscales, y que además ocultaron dinero en paraísos fiscales, opte por dar la callada por respuesta amparándose en la legislación actual que impide la divulgación, con nombres y apellidos, de toda esta piara de cargos o ex cargos que delinquieron con premeditación y alevosía, está cayendo en dejación de sus funciones (encubrimiento), y cae también en connivencia con el presunto criminal. Encima, y para más recochineo, también impide cualquier Comisión de Investigación promovida en el Congreso de los Diputados.
Un Estado así, unos gobernantes así no sólo merecen caer en el descrédito, sino que además la marca España que se pretende vender queda devaluada ante nuestros vecinos europeos de forma inexorable.
 Además, tenemos que ver como desde el gobierno se elabora una Ley Mordaza, como es cercenada las libertades de todos los españoles, y como se condecora a vírgenes sin ton ni son. El colmo. El paroxismo de la estulticia, secretismo bananero en el Consejo de Ministros, y exaltaciones marianas elevadas a rango de disparate.
Vivimos una auténtica deriva democrática trazada con brocha gorda por los actuales nacional-delincuentes que nos gobiernan, y a los que debemos sustituir con carácter de urgencia.


EL PELIGROSO CIUDADANO MEDIO.

La razón de porque al perineo se le llama frontón es obvia. Sin embargo sigue siendo desconocido el motivo por el cual la gente confunde el culo con las témporas. Sobre todo a la hora de ir a votar.
Tengo la impresión de que hay muchísima gente, sin duda bien intencionada, que no cree en absoluto nada de lo que se escucha en algunas emisoras de radio o en alguna que otra cadena de televisión. Esas personas Deben estar firmemente convencidas de que las personas que denuncian casos de corrupción lo hacen atendiendo a intereses personales, y, quizá por ese motivo no creen nada, y no están dispuestos siquiera a dar pábulo a nada de lo que oyen ni tampoco a nadie que lo diga. Sin duda estamos ante gentes de buena fe. Personas cumplidoras con su familia, con su trabajo, con sus amigos. Seres de buenas costumbres habituadas a creer. Creen en sus gobernantes al mismo tiempo que creen en Dios. Por encima de todas las cosas. No conciben que gentes procedentes de su misma clase social, y que tienen su misma forma de pensar, puedan ser capaces de robos, de saqueos organizados, y por no creer ni siquiera creen, al parecer, que haya personas que cobren sobresueldos. ¡Mentira, todo mentira! No deja de ser peculiar e incluso paradójico que estas personas tan creyentes después actúen con la displicencia de un ateo, y se dediquen a presumir de ser los adalides de la democracia, los garantes de las formas (en el vestir, en los modales o en cosas de ese tenor), para acabar convertidos ellos mismos en reos del sistema que defienden con sus votos. Para ello acusan a todos los demás, a los que si se quejan, a los que si denuncian y en general a todos los demás ciudadanos de ser anti sistema. Y llevados del paroxismo de la exageración vuelven a votar a los delincuentes habituales que gobiernan y que gracias a ellos permanecen enquistados en el poder.
Algo así debería de ser digno de estudio y tomado seriamente en consideración.
 Los intelectuales deberían de tomar de cartas en el asunto, y los filósofos deberían afanarse en explicar semejante comportamiento. En vez de eso tenemos que seguir viendo como pese a que no hay día sin escándalo y tampoco sin saqueo, estos ciudadanos no hacen nada para poner remedio a tanto desmán. Y, como colmo, este ciudadano medio, el mismo que dice ser serio, y que se declara defensor de la familia, del matrimonio, de la iglesia y en general de toda cuanta institución obsoleta existe, y que continúa siendo bien vista por este tropel, ampara a los delincuentes que nos gobiernan, los defiende, y no procede a sustituirlos. Todo lo contrario: los vuelve a votar.

Y es que, sarna con gusto no pica. Lo sabe todo el mundo.

EL PERRO DE SAN ROQUE.

Por casualidades del destino hasta mis manos ha llegado la revista Perros, gatos & peces. Se trata de una publicación quinquenal, editada en offset, con fotos de altísima calidad, y con unos textos que no quedan a la zaga.
 En el primero y hasta ahora último número, firma un artículo bajo el nombre de Áine Gutiérrez, seudónimo de la muy conocida amante de la fauna, de origen  irlandés, Caitríona O`connor.
 Para asombro de los afortunados lectores que lo hemos leído, Áine o Caitríona, como prefiráis, vuelca toda su magia literaria, y sale en defensa de la muy noble causa que también defiende la Plataforma Contra el Ninguneo, conocida popularmente por las siglas PCN.
Dicha plataforma lleva años llamando la atención y reivindicando la tesis de que algunos animales además de sufrir de maltrato, desidia y abandono; también sufren de ninguneo. Como prueba exhibe argumentos y nombres de animales, que han sufrido de la desidia del ninguneo a lo largo de la historia.
 El artículo, interesantísimo, rescata el nombre de uno de ellos. Más concretamente el nombre de un perro, del perro de San Roque.
Se pregunta Caitríona o Áine, como gustéis: ¿alguien se acuerda de cómo se llamaba el famosísimo perro de San Roque? Aunque, sin duda el afán de la pregunta queda en lo retórico me descubro respondiéndola. No, no lo recuerdo; es más, no lo sé.
Pues he ahí la cuestión, argumenta la irlandesa. Todo el mundo se acuerda de San Roque, sin embargo nadie es capaz de decir el nombre de su chucho. Una afrenta más, porque fue un buen perro, fue un animal de compañía que sufrió vejaciones, iniquidades e incluso amputaciones.
 Está documentado que su amo trabajaba en la Ermita de San Roque como santero, y que hasta ese lugar sagrado acudían los fieles en busca de remedios diversos.
 Corría el año 1885, una epidemia asolaba aquellas tierras cuando el santero tuvo la ocurrencia de elaborar unos polvos que después vendía a los feligreses que allí se aproximaban a orar. Este producto se obtenía de una mezcla eficazmente trabajada en la que el susodicho no había escatimado en raspaduras de rabo del perro. Como consecuencia de tan estupendo negocio el animalito fue quedando sin rabo. Pero, como las desgracias nunca vienen solas, un día se presentó en la ermita Ramón Ramírez. Compró una dosis de la pócima, y como ésta no le causó el efecto deseado, se vengó en el perro.  Nació la leyenda: el perro de San Roque no tiene rabo porque Ramón Ramírez se lo ha cortado.

 Termina la estupenda y breve reseña haciendo un alegato encendido en el que defiende que la población en general debería tomarse más tiempo para rescatar causas injustas del olvido, y repararlas a conveniencia. En este caso la solución es simple, remata: el perro se llamaba Melampo. 

COSAS QUE PASAN AL ESCRIBIR UNA NOVELA.

Lo he publicado varias veces en facebook: estoy escribiendo una novela. Se va a titular Alambique, 28. El proceso es lento pese a no tratarse de una novela difícil. Ni por tema ni por contenido. Sin embargo, no puedo evitar sufrir constantemente percances. Accidentes derivados de la escritura. Vas a un lado, y de repente te encuentras en otro. Das por terminada alguna parte, y vuelves otra vez a escribir sobre lo mismo. Cambios constantes, dudas. Todo forma parte del proceso. Un proceso que no termina nunca, si te dejas llevar, aunque sabes que algún día habrá que darlo por finalizado. Pero, es curioso lo que pasa. Después de ochenta y pico páginas escritas, algo más de la mitad, sigo sin estar contento con lo escrito al principio. El inicio de la novela, las dos o tres primeras frases, me tiene obsesionado. Busco, cambio, pruebo y cuando creo que está bien me arrepiento y vuelvo a empezar, escribo un par de frases nuevas que sustituyan a las ya escritas. ¿Cuántas veces he empezado ya la novela? No lo sé, he perdido la cuenta. Ochenta y pico páginas después vuelvo una y otra vez al inicio. La frase que la arranca es para mí una obsesión. Y es una obsesión pese a que sé, lo tengo clarísimo, que esta novela no tiene ningún tipo de pretensión, aunque si objetivo. Es un divertimento en el que muchas cosas quedarán abiertas, a la espera de solución. Es una novela para ser continuada, incluso para ser  guionizada posteriormente. Podría hacer una saga o darme a la fuga, pero no sé. No sé. Vuelvo a dudar. La primera frase me sigue obsesionando. Me acuerdo de El Quijote. En un lugar de la Mancha… Compruebo el inicio de Cien años de soledad: Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento… Consulto La saga fuga de JB. Comienza con un íncipit: ¡Veciños, veciños, roubaron o Corpo Santo! Continúa en castellano. Ojeo El guardián entre el centeno, una novela que me fascina, y que comienza: si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací. ¡Guau, algo así engancha! Y si me dejo llevar podría consultar hasta el infinito, pero la primera frase, una frase que ya he escrito un ciento de veces, se sigue resistiendo. No desespero, espero encontrarla antes de terminar. Hay tiempo, todavía hay tiempo. Sería el colmo que no pudiera terminar la novela por no encontrar, por no ser capaz de encontrar, mejor dicho, la manera adecuada de empezarla. El colmo. Sería una paradoja. Cosas que pasan. Algunas veces escribir puede ser un fastidio, siempre estás buscando una solución a algún problema que tú has creado. Siempre. Menos mal que hay problemas que se pueden convertir en divertimentos, menos mal.

MC.

Acabo de leer un artículo sobre el aquelarre ese famoso que se traen con la búsqueda de los huesos de Cervantes, y sinceramente no me he enterado de nada de lo que me importaba, pero, eso sí, mi léxico se ha agrandado de forma notable. Porque hay que ver que palabras, qué cosas y cuánta tecnología tenemos. Jesusito de mi vida, qué ignorante soy. Para que os deis cuenta. El supuesto sarcófago se encontró muy carcomido por la humedad y los xilógrafos. ¿Xilógrafos? No puede ser. Un xilógrafo, compruebo en google, es una técnica de impresión con plancha de madera. Vuelvo a leer. Xilófagos. Claro, no es lo mismo. ¿Y qué es un xilófago, aunque lo presumo? Efectivamente, un insecto. O sea, estoy leyendo algo serio porque cuando un articulista escribe tecnicismos es que el asunto es serio. A partir de ahora leeré con más atención. Y si no, capón. Uy, perdón. A ver si me voy a traumatizar y luego de mayor ando buscando restos. Sigo. El médico forense, Francisco Extebarría, movido por la prudencia no se atreve todavía a asegurar de manera incontestable que los restos óseos hallados dentro del féretro pertenezcan a Cervantes. Bueno, es una forma de escribir. Y que conste que Francisco, al que alguno llamará Paco, hace bien en ser prudente. La tapa pone M C, pero precaución, puede ser Mari Carmen. Hay que ser cauto, y por eso en el primer momento, continúa el articulista, introdujo un estilete rematado con una micro cámara en el interior de una de las sepulturas cuya erosión permitió eludir su perforación. O sea, había un agujero. Pequeño, pero burato de rato. Se detecto en el interior la presencia de material osteológico. Qué raro, ¿no? ¿Huesos en un ataúd? Raro, raro. Pero, estos huesos no presentaban lo que los forenses llaman posición primaria. Y aclara, es decir: exentos e individualizados sino que los huesos se hallaban mezclados con otros, con toda probabilidad huesitos infantiles. Conveniente es saberlo. MC está enterrado con un niño al que en adelante llamaremos el párvulo. Estos huesos más pequeños se encontraban a los pies del féretro. La euforia se adueño de los investigadores. ¡Eureka! ¿Abrimos el cava? A 4,80 metros bajo la cota del suelo, sudando, es un suponer, había más de una docena de investigadores en ese momento. No lo abrieron, aunque no les habría ido a mal. ¡Qué calor! Prudencia, decía Paco. Ver a tanto investigador reunido hizo sospechar que habían encontrado algo relevante. Efectivamente, habían encontrado a el párvulo que no buscaban. Por cierto, párvulo era como se denominaba en el siglo XVII a los niños bautizados menores de siete años. Lo dice el articulista, a mí que me registren. Los trabajos de arqueología y medicina forense se enfrentan ahora al examen detallado de los restos encontrados. Tratarán de encontrar coincidencias con la osamenta de Cervantes. Atrofia ósea en los huesos del metacarpo de la mano izquierda. O sea, era manco, o restos de impactos de pelotas de arcabuz en el esternón; aunque advierten que al ser el esternón parcialmente cartilaginoso la cosa será difícil. Vaya, qué contrariedad. Pero, no nos desanimemos porque hay dos datos anatómicos más que pueden guiar a los forenses y a los arqueólogos, porque tras la detección inicial del georradarista (¡carallo, qué nivel Maribel!) Luis Avial, la cosa estaba más clara. MC tenía 68 años cuando murió. Sólo le quedaban seis piezas dentales, por tanto estaba desdentado, y una artrosis deformaba su columna vertebral. El pobre estaba hecho un cromo, vamos. Secuelas de Lepanto. Y como a concienzudos a estos investigadores no les gana nadie también van a analizar la madera del ataúd, y los restos textiles del sudario franciscano con el que fue enterrado, porque, y esto es importante, Cervantes se había unido a la venerable Orden Tercera poco antes de su muerte.
Y me pregunto yo después de haber leído todo lo anterior. ¿Para qué demonios andarán ahora buscando los restos de Cervantes? ¿Qué quieren hacer con ellos?

Y una cosita más, irrelevante como todo lo anterior: ¿porque no dejáis a Cervantes en paz, coño?  

TRESCIENTOS VEINTIOCHO.

Wenceslao recordaba que desde que tenía uso de razón siempre había tenido una ilusión: ser cartero. Se armó de paciencia y esperó años, y años a que la Administración convocara oposiciones al Cuerpo de Correos, hasta que un buen día se enteró, por la prensa, que habían sido convocadas trescientas veintiocho plazas. No perdió tiempo. Pagó las tasas y preparó concienzudamente los exámenes. Aprobó. Pero su sorpresa, y la de trescientos veintisiete más, se empañó repentinamente. El Cuerpo de Correos decidió inopinadamente, y de forma unilateral, que aquellos de los trescientos veintiocho que quisieran ser carteros tenían que pasar otro examen, y que en caso de no superarlo con éxito, en vez de carteros se dedicarían a cubrir las plazas de administrativo vacantes. Otra vez se volvieron a presentar los trescientos veintiocho al examen sorpresa. GPS Humano 2, Level 10. El que superara la prueba ingresaría en el batallón de carteros. Suspendió. Su gozo en un pozo. Pero, Wenceslao era tenaz. Incluso se podría decir, sin caer en la exageración, que Wenceslao en vez de caer en el desánimo, cayó en la exageración. Tomó posesión, y a los treinta días, con el estrés de sellos urgentes, certificados, paquetes, y cartas con acuse de recibo, tuvo un brutal acceso de caspa. De su abundante cabellera caía caspa sin cesar. Caspa y más caspa. Sus compañeros se mofaban, hacían chistes a la hora del café, y cuando alguno de ellos se dirigía a Wenceslao en tono de chanza, Wenceslao siempre contestaba lo mismo: no es caspa, cáspita. Es maná. Lo repetía una y otra vez: es maná, veis es maná, y se metía la caspa en la boca. Tantas veces lo dijo, que sus compañeros incluso llegaron a regalarle un CD de Maná, por supuesto, pirateado. Hay que comprenderlo y hacer uso de la empatía en estos casos. El sueldo del Cuerpo de Correos no da para más.

Al poco tiempo llegó la crisis, los salarios fueron recortados, las pagas extras suprimidas y todos empezaron a pasar necesidades. Y fue entonces cuando todos se acordaron de Wenceslao. Y es que Wenceslao sería merecedor de una estatua o al menos de una bandeja de plata de ley, porque gracias a él y a su maná comieron de forma abundante y regular. Lástima que entre los otros trescientos veintisiete que aprobaron las oposiciones no hubiera alguno que orinara pepsicola, aunque se sabía que los había que meaban colonia. Lástima y pena, porque el menú hubiera sido completo.

LA DOCTORA FRANKLIN.

Hasta el gabinete de la doctora Franklin llegó una pareja. Se trataba del matrimonio Cuesta- de las Perdices, Álvaro y María José. La doctora ni siquiera tuvo que realizar una anamnesis previa porque Álvaro hablaba por los codos. Le explicaba a la especialista su caso con todo tipo de detalles: verá, doctora, la cuestión es bien sencilla y a la vez preocupante. Estamos al borde de la ruptura. Nuestra pareja no funciona, y no funciona por culpa de ella, de María José.
-       ¿De qué se queja en concreto, Álvaro.
-       Me quejo, doctora, de que María José ya no es la que era. Antes siempre tenía un sí en la boca, ahora todo es no. No, no y no. Siempre así. Todas las noches así, y así no hay manera. Esto no hay quien lo resista.
Mientras tanto María José estaba callada mirando para sus medias.
-       El caso es que nosotros tenemos algunas costumbres propias. Cosas sin importancia, pero cosas que a mí me hacían muy feliz.
-       Dígame una, por favor.
-       Pues, por ejemplo, y le hablo de la más importante para mí. Mi mujer no quiere cenar, ¿se lo puede creer? Se niega a cenar.
La doctora Franklin miró para María José, y preguntó.
-       ¿Estás a régimen, María José?
No pudo contestar, Álvaro se adelantó.
-       No cena nunca, doctora, y no está a régimen. No cena y a mí me fastidia.
-       De acuerdo, Álvaro, pero dime, ¿por qué te fastidia tanto que María José no quiera cenar?
-       Le explico. Nosotros teníamos una costumbre: cenar en la cama. Subíamos un plato de algo y en los entreactos del amor aprovechábamos y le dábamos un poco al diente. Era muy divertido, lo echo muchísimo de menos. El amor sin una buena ración de sandía no es lo mismo. ¡Ay, lo echo tanto de menos!
La doctora reflexionó. El caso se presentaba crudo y de difícil resolución, pero la doctora Franklin tenía muy buena fama y además era inasequible al desaliento. Había ganado su prestigio a pulso en aquellos años de praxis clínica dedicados a solventar problemas de pareja.
Decidió seguir el procedimiento estándar, aquél que tantos y tan buenos resultados le reportaba a menudo.
-       Dime, María José, ¿qué pasó para que te niegues a cenar o siquiera a comer un plato de sandía con Álvaro, con tú pareja?
-       La verdad es que me da un poco de “cosa” decirlo. No quiero molestarlo.
-       Hazlo, exhortó la doctora, verás como encuentras consuelo en el deshago, y eso me facilitará la búsqueda de una solución.
-       El caso es que a mí también me gusta cenar en la cama, pero…
-       Habla…por favor.
-       El caso es que Álvaro es un cerdo. Hace cerdadas con la comida. La restriega por la cara, por sus partes, y a mí… sinceramente... hay cosas que no me gustan. Y no crea que soy una mojigata o algo así, pero lo reconozco: soy un poco escrupulosa. Alguna de las cosas que hace me dan asco, y como me produce nauseas verlo hacer esas cosas, prefiero no cenar en la cama. Eso es todo.
-       De acuerdo, dijo la doctora con cara de satisfacción, asunto resuelto.
-       ¿Así de fácil? Preguntó Álvaro, ¿y cuál es la solución?
-       Muy sencilla, don Álvaro, muy sencilla. Tiene que prometerle a su pareja, a María José, que a partir de esta noche va a comportarse de forma civilizada con la comida, y que la confianza desmedida la va a reservar para momentos más íntimos. ¿Podrá hacer esto?
-       Por supuesto, afirmó con rotundidad Álvaro, faltaría más. ¡Por mí que no quede!
-       Y tú, María José, ¿podrás volver a comer satisfactoriamente y a gusto con Álvaro?
-       Si es así, tal y como él dice, sí. Naturalmente que sí. ¡Faltaría más!
La doctora Franklin tenía una gran reputación y como es natural sus servicios estaban muy demandados. Siempre resolvía los conflictos, y para casos desesperados contaba con una bola de vidente que ofrecía muy buenos  resultados pese a ser de segunda mano. Además también leía los posos del café.
 No cabe ninguna duda. Otro éxito más para la doctora Franklin, una mujer preparada a la par que dúctil.