LOS NACIONAL-DELINCUENTES.

Según el catolicismo se puede pecar por acción o por omisión.
 El Estado español es aconfesional, y sin embargo siguiendo una tradición secular financia a la Iglesia Católica, y de refilón, ahora, a todas las demás religiones. Tal cosa podría parecer un disparate, sin embargo semejante dislate es mantenido año tras año, siglo tras siglo.
El Gobierno de España tiene la obligación de proponer leyes, de llevarlas al Congreso, de discutirlas con la oposición y aprobarlas o devolverlas al cajón de donde salieron.
 Cualquier Ley puede se promovida por el Gobierno, por la Oposición o por cualquier otra institución o grupo de personas, tal y como está recogido en nuestra legislación.
 Si el Gobierno de España tiene conocimiento de un delito y no lo denuncia, será copartícipe de mismo, porque en nuestra legislación hay  figuras jurídicas suficientes: ENCUBRIMIENTO, CONNIVENCIA... Por tanto, nuestros gobernantes, en el supuesto actual en el que vivimos, en el que tiene constancia que no sé cuantos ciudadanos incumplieron con sus deberes fiscales, y que además ocultaron dinero en paraísos fiscales, opte por dar la callada por respuesta amparándose en la legislación actual que impide la divulgación, con nombres y apellidos, de toda esta piara de cargos o ex cargos que delinquieron con premeditación y alevosía, está cayendo en dejación de sus funciones (encubrimiento), y cae también en connivencia con el presunto criminal. Encima, y para más recochineo, también impide cualquier Comisión de Investigación promovida en el Congreso de los Diputados.
Un Estado así, unos gobernantes así no sólo merecen caer en el descrédito, sino que además la marca España que se pretende vender queda devaluada ante nuestros vecinos europeos de forma inexorable.
 Además, tenemos que ver como desde el gobierno se elabora una Ley Mordaza, como es cercenada las libertades de todos los españoles, y como se condecora a vírgenes sin ton ni son. El colmo. El paroxismo de la estulticia, secretismo bananero en el Consejo de Ministros, y exaltaciones marianas elevadas a rango de disparate.
Vivimos una auténtica deriva democrática trazada con brocha gorda por los actuales nacional-delincuentes que nos gobiernan, y a los que debemos sustituir con carácter de urgencia.


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