EL PELIGROSO CIUDADANO MEDIO.

La razón de porque al perineo se le llama frontón es obvia. Sin embargo sigue siendo desconocido el motivo por el cual la gente confunde el culo con las témporas. Sobre todo a la hora de ir a votar.
Tengo la impresión de que hay muchísima gente, sin duda bien intencionada, que no cree en absoluto nada de lo que se escucha en algunas emisoras de radio o en alguna que otra cadena de televisión. Esas personas Deben estar firmemente convencidas de que las personas que denuncian casos de corrupción lo hacen atendiendo a intereses personales, y, quizá por ese motivo no creen nada, y no están dispuestos siquiera a dar pábulo a nada de lo que oyen ni tampoco a nadie que lo diga. Sin duda estamos ante gentes de buena fe. Personas cumplidoras con su familia, con su trabajo, con sus amigos. Seres de buenas costumbres habituadas a creer. Creen en sus gobernantes al mismo tiempo que creen en Dios. Por encima de todas las cosas. No conciben que gentes procedentes de su misma clase social, y que tienen su misma forma de pensar, puedan ser capaces de robos, de saqueos organizados, y por no creer ni siquiera creen, al parecer, que haya personas que cobren sobresueldos. ¡Mentira, todo mentira! No deja de ser peculiar e incluso paradójico que estas personas tan creyentes después actúen con la displicencia de un ateo, y se dediquen a presumir de ser los adalides de la democracia, los garantes de las formas (en el vestir, en los modales o en cosas de ese tenor), para acabar convertidos ellos mismos en reos del sistema que defienden con sus votos. Para ello acusan a todos los demás, a los que si se quejan, a los que si denuncian y en general a todos los demás ciudadanos de ser anti sistema. Y llevados del paroxismo de la exageración vuelven a votar a los delincuentes habituales que gobiernan y que gracias a ellos permanecen enquistados en el poder.
Algo así debería de ser digno de estudio y tomado seriamente en consideración.
 Los intelectuales deberían de tomar de cartas en el asunto, y los filósofos deberían afanarse en explicar semejante comportamiento. En vez de eso tenemos que seguir viendo como pese a que no hay día sin escándalo y tampoco sin saqueo, estos ciudadanos no hacen nada para poner remedio a tanto desmán. Y, como colmo, este ciudadano medio, el mismo que dice ser serio, y que se declara defensor de la familia, del matrimonio, de la iglesia y en general de toda cuanta institución obsoleta existe, y que continúa siendo bien vista por este tropel, ampara a los delincuentes que nos gobiernan, los defiende, y no procede a sustituirlos. Todo lo contrario: los vuelve a votar.

Y es que, sarna con gusto no pica. Lo sabe todo el mundo.

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