Un año después de que
la ciudad en la que vivo, A Coruña, empezará a gobernar en el ayuntamiento En Marea los cambios han sido
apreciables.
Se ha cambiado el
nombre de unas cuantas calles, se ha cambiado al concesionario de la ORA y
ahora funciona con la rapidez y diligencia de una dictadura, y la ciudad se ha
llenado de cámaras.
Claro que ahora,
gracias al dispendio en menaje del buen
espía, los habitantes de esta ciudad estamos tranquilos.
Si pasas un semáforo en
ámbar, multa. Si excedes un minuto, un minuto oiga, el límite de aparcamiento
marcado en el papelito de la ORA, multa; y para rematar la jugada, hace unos
meses, los nuevos gerifaltes que habitan en la Corporación, quisieron adelantar
el cobro del IBI de final de año, lo tradicional y lo de siempre, a principio
del curso porque así les venía mejor para cuadrar sus cuentas.
O sea, y en conclusión,
más de lo mismo. Impuestos, impuestos y más impuestos. Y a quien no los paga a
tiempo, premio: recargos, multas y la batería habitual de literatura amenazante
por parte del ayuntamiento y de su brazo armado la Agencia Tributaria. Más de
lo mismo.
Todo lo demás, bien.
Como siempre. Parrochas y pimientos.
Sin embargo, parece
ser, sí hay un cambio de sensibilidad. Algunos los más inteligentes,
emocionalmente hablando, manifiestan que lo notan.
El ayuntamiento ya no
contrata a tantos artistas “pantojos” como
hacía antes de que llegara la modernidad. Ahora son más de rock and roll.
¡Ouyeah! O sea, tú ya sabes. Y para que no se diga, también han procedido a
eliminar alguna que otra subvención dedicada al lucro ajeno.
Los toros, las casas
regionales en las que se vendía basura a precios desorbitados, y las hogueras
de San Juan, organizadas por los “fachas”, habituales e imperecederos que hay
en esta ciudad en la que nadie es forastero, han pasado a mejor vida.
Albricias dadme porque
soy muy feliz.
Y hasta ahí el cambio,
que yo sepa.
En
Marea subió como la espuma de una ola y cuando llegó a la orilla
se deshizo. Lo de siempre retornó por aquello de la truculencia de los pactos. Y
seguimos a bingo.
Todo más y mejor. Nos
vigilan para que no nos ahoguemos la noche de San Juan en la playa de Riazor o
en la del Orzán. Y alguno que esperaba que la presión fiscal de las “carrachas munícipales” remitiese llenan
de suspiros las plazas de cemento y ausentes de árboles de nuevo cuño.
La vida tranquila no
existe. Del negociado se encarga la Autoridad Incompetente. Palabra de alcalde.
Claro que, aún es
pronto. La Navidad está a la vuelta de la esquina y cuando llegue En Marea nos va a regalar a todos un
cuchillo jamonero. El jamón, prometen, vendrá luego. Siempre luego.
Claro que con suerte
nos damos un tajo y nos cortamos las venas.
En fin…
No hay comentarios:
Publicar un comentario