Que hay gente
especializada en “polémicas surtidas”
no creo que lo dude nadie. Aquí, en este país, somos muy de polemizar por
chorradas. Y como ejemplo tenemos lo de las últimas semanas. Polémicas
surtidas. Bizantinismos que ocupan tiempo y que cierran el espacio a
discusiones más importantes.
El despropósito está en
el fondo y en el meollo de tales cuestiones. Se aprovecha la ocasión y se sacan
a pasear filias y fobias al gusto de cada cual y al dente de buen colmillo de
sibarita. Y del todos tenemos razón pasamos al “te lo digo yo y punto”. El criterio único es un uniforme
peligroso. En política, en literatura y en general en la vida. Además de
aburrido, claro. Una buena discusión tiene propiedades digestivas. Discutes,
luego están en el “candelabro”. Y
así todo. El racionalismo elevado al cubo de la polémica. Todo el campo es
excusa además de orégano.
Porque son muchos los
que estaban esperando a que los suecos hicieran otra vez un sueco. Y de esos
muchos no son pocos los que aprovechan, aprovechamos, la ocasión para hacernos
unos chascarrillos en forma de post, los más plebeyos, y de artículos los más
finolis, hablando de la cuestión. Sucintamente, eso sí. Sin profundizar. La
polémica exagerada, argumentada o a contracorriente no vende. Vende cogérsela
con papel de fumar.
Escandalizarse siempre
es una opción.
El caso es que los
suecos le concedieron a Bob Dylan el Nobel de Literatura y no el de Cantante
porque el epígrafe lo ocupan con otros menesteres.
A partir de ahí
opiniones para todos los gustos. Del “merecidísimo”
hasta el “adónde vamos a parar”. Todo
tiene cabida.
Todo esto hasta que
llegó el Nobel novio y mandó a parar.
Dice don Mario Vargas
Llosa que, a lo mejor, el próximo año el Nobel se lo conceden a un futbolista. No
sé. En todo caso, bien pudiera ser porque futbolistas hubo, hay y habrá que
aparte de practicar el regate también le da a la sintaxis con determinación y
osadía.
Llegados a este punto
anodino de la cuestión pienso en algún futbolista escritor, y a mí rescate
acude un nombre: Valdano.
Puedo decir, y digo,
sin empacho alguno que don Mario Vargas Llosa y Valdano tienen algo en común, y
no hablo de esos cotilleos sobre la actual novia del Nobel a la que antes
ponían de pareja atacante del futbolista en la prensa del corazón, hablo de que
a los dos leí en su momento como articulistas de lo mismo: de fútbol.
Mario Vargas Llosa
escribió unos “fenomenales”
artículos sobre un mundial de fútbol, mientras que Valdano estaba ocupado
ganándolo y tomando apuntes para su actividad posterior.
Y os voy a decir otra
cosa: a mi parecer Vargas Llosa escribiendo de fútbol lo hacía mejor que bien,
pero Valdano… pero Valdano es argentino. Y si a lo anterior le sumamos la
cualidad de que Valdano también es alto, eso dicen, y de que procede del mismo
país que procede el Papa de Roma, el próximo año asistiremos al milagro de los
grandes galardones y talones, y veremos a Valdano alzarse con la corona de las
polémicas.
Porque… el mundo
asistirá con asombro y regocijo al nacimiento del primer Nobel de Literatura,
escritor, futbolista y cantante de las canchas, en la figura de Valdano.
Monaguillo y Mandilón Mayor de la iglesia Maradoniana. Todo ello según el
evangelio apócrifo de San Mario, versículo suelto Preysler.
Y aunque todos sabemos
que Valdano era un “piernas” como
futbolista y un “plumilla” como
escritor, también somos conscientes de que nadie gana batallas después de
muerto y Borges muerto está. Así que…
¡Viva el vino!
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