Pasé un rato viendo
como en la televisión se regodeaban con el espectáculo simiesco que es la
investidura, y todavía estoy asombrado por los comentarios que tal espectáculo
despierta en los unos y los otros. Cualquiera diría, o al menos podría pensar,
que la esquizofrenia o la doble personalidad se apodera de los tertulianos,
porque ajenos a lo que ven, y a lo que escuchan, defienden con ardor digno de
una buena nómina los intereses patronales y personales de sus emolumentos.
Sorprende el giro dado
por el Psoe. Con un argumento al límite de lo imposible se desdicen de todo lo
dicho en el último año y prometen borrón y cuenta nueva. Llegados a este punto
los que están a favor de semejante estrategia deberían de preguntarse, ¿para qué hemos estado mareando la perdiz
un año entero?
Porque si de lo que se
trataba era que España tuviera gobierno, estabilidad y supuesto rigor
presupuestario, ¿han tenido que pensarlo durante todo un año? Mucho tiempo.
Demasiado para un señor que se autodenomina decente y que presume de sentido
común al tiempo que cobra sobresueldos provenientes del dinero B que recaudan
los buitres de su partido de los grandes contratistas del Estado. No sé. ¿En
qué estarían pensando todo este año? ¿Antes era un indecente y ahora es decente?
Para mí que estamos
ante un dogma de fe. Pero como no me siento capacitado para resolver dudas
escolásticas…
…A lo que iba. Al
espectáculo de ayer.
Primera parte del
culebrón finalizada.
Pablo Iglesias tiene
una forma de expresarse en ocasiones inconveniente para sus propios intereses.
Es agresivo y hace bien. Pero el que agrede verbalmente después no tiene derecho a ponerse casto y puro con la
reacción de los demás. Lo digo por los rifirrafes estúpidos que provoca con sus
faltadas de alumno díscolo y graciosete de la clase.
Ayer Dolores de
Cospedal le llamó sinvergüenza en diferido desde su escaño y Albert Rivera
masculló un capuyo, y un este tío es gilipollas desde la
propiedad del suyo. Y la verdad es
que en ocasiones las gracietas se le van de las manos a Pablo. Y no seré yo el
que le quite la razón a Iglesias, que la tiene, pero el que a hierro mata a
hierro muere. O sea, donde las dan las toman. Y a Iglesias le gusta dar de la misma
manera que a otros tomar. Es un hecho.
Pero después vino el
teatrillo, roll play de algarada, se fueron y volvieron. E hicieron bien,
aunque quizá no haber vuelto habría sido mejor. Total, para qué. Ya se sabe, lo
decía un humorista de medio pelo, si hay
que ir se va, pero ir por ir es tontería. Además así de esa manera le
habrían echado un capote a su compis del Psoe y la investidura se habría
resuelto en un solo acto sin derramamiento de sangre para los sociolistos.
Conviene no olvidar que
España también puede presumir de Bob Dylans de la vida. Y que uno de ellos,
quizá el primero (no lo sé y me importa una higa saberlo) fue Jacinto Benavente,
y que su obra Los intereses creados se
sigue representado con gran éxito. Sin ir más lejos ayer la repusieron en el
Congreso de los Aforados.
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