FORMAS DE HABLAR.

No cabe duda que la forma de hablar habla mucho de las personas y de algunos personajes. Y es que si a sobrevivir a la hemorragia de siglas en las que vivimos sumergidos le añadimos la pesadez en el uso de anglicismos de forma indiscriminada, y el abuso del pronombre personal mi sin tilde, que se usa sólo (aunque no solo) con un sustantivo detrás, la cosa se vuelve primero empachosa y después casposa.
Sobre todo el que lo usa para reafirmarse en lo que tiene o incluso en lo que desea. Mi casa, mi coche, mi teléfono, mi esposa, mi perro, mi madre... O sea, la madre que te fue pariendo.
Lo de las siglas lo vas aprendiendo, fundamentalmente, con la lectura de los periódicos. La radio y la tele también ayudan en la difusión del dislate. Te informan que vives en un país en el que gobierna la UE, la FED y en el que se tienen muy en cuenta las opiniones del FMI, y que el encargado de los Derechos Humanos (¿DH?) es la ONU que vela porque las injusticias de este mundo sigan siendo injusticias.
Eso sí, todo se hace con la máxima escrupulosidad y el mayor quorum de asistencia. Porque solamente si un montón de personas, de muchos países y muy expertas, se reúnen, se puede dar la feliz circunstancia de no hacer nada haciendo que parezca lo contrario.
Pero la invasión de anormalidades no termina ahí. La lista sería imposible, posiblemente, de enumerar a no ser que te dediques al ensayo, a la filosofía pura, o al estudio comparado de la imbecilidad humana.
Antropología.
También sufrimos la horda de anglicismos que nos invade. Aquí, en este país, no eres nadie si en una conversación no dejas caer un par de anglicismos. ¡Oh, my God! Y si eres de los más modernitos y además escribes expresiones de tal relumbrón te puedes cargar el primer signo de la exclamación porque queda más cool. De tal forma que aquel olvidado y casposo O.K Mckey, y de aquel eslogan del pasotismo que fue demasié para el body, hemos pasado a la gran invasión. En los gimnasios, ¿sitio en el que antes se hacía gimnasia?, ahora se practica el inglés. En la publicidad el inglés es el idioma sol sobre el que orbitan todas las frases que en este mundo son. Salvo, claro, si que lo que se anuncia es un perfume, entonces el francés, ay qué gustito pa mis orejas, aporta una dosis extra de glamour. Y la coletilla o entradilla de muchas frases mejora mucho si utilizas un “palabro” en inglés. Habla bien de ti. Dice que gozas de la capacidad de decir imbecilidades en varios idiomas, y que estás a la moda más modísima del mundo mundial de lo mundialísimo.

Pero si sabes conjugar el pluscuamperfecto de subjuntivo y añades el participo más pasado y epiceno, si eres bebé o gorila o si simplemente eres bobo integral, estarás de acuerdo conmigo, como no puede ser de otra manera, que mi casa es mi house, de la misma forma y manera que la ONU es una house de pilinguis en la que todos están a lo suyo. Al sol que más calienta. O sea, en Román paladino y cristalino: a nuestro money, a yours telephones and yours houses. Adjetivos posesivos ingleses usados como otra forma de colonización. Oueyeahhh!!! Eso sí, paga tú que a mí me da la risa. El mi anterior, como podéis ver, no lleva tilde porque le antecede una preposición. O sea, un lío de cojones. 

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