Caminaba el otro día
por el arrabal donde vivo cuando a lo lejos lo vi. Perifollo Nicanor estaba a
diez metros. Hacía años que no le echaba la vista encima, y al primer vistazo
ya estaba harto de su presencia. Sociabilidad. Nos saludamos, yo con un
desagradable golpe de cabeza, y él con un enfático ¿qué es de tú vida, tío? Me preparé para lo peor. Sí, porque
Perifollo Nicanor, que en realidad se llama Evaristo Rodríguez, hijo de Julián
y Marifé, no es un hombre peligroso en sí mismo. Lo es por las cosas que
cuenta. Es un innovador. O sea, un emprendedor de la palabra. Siempre vive al
límite entre la imaginación, la fantasía y la mentira. Y lo que él llama
originalidad, la mayoría lo considera simple pesadez.
Fue verme, vernos, y
venirse arriba (que dicen ahora los modernitos). Me empezó a contar, sin que
viniera a cuento, con Perifollo Nicanor nunca nada viene a cuento, los sitios
tan originales en los que había hecho el amor. Que si en una “gamela”, en el tren, en un avión, en la
playa, en un pinar, en el retrete de un bar, en… El tío estaba embalado.
Por supuesto ni yo ni
nadie que conozca al pimpollo Pimpollo Nicanor le presta la más mínima
atención, y ni tan siquiera le da la más mínima credibilidad, porque todos
sabemos lo que sabemos. Y como lo sabemos, obramos en consecuencia. Pero, yo
soy uno de esos tipos, tampoco creo que sea una excepción, que no gusta de ser
tocado en sus partes sin que venga a cuento, y si encima tampoco hay ánimo de
lucro en los tocamientos, prefiero que otros disfruten de los honores. Hay
mucho necesitado. Fue por eso, y sin querer ser, ni resultar, excesivamente
maleducado, que le contesté a Perifollo Nicanor: Y a mí qué cojones me cuentas, Perifollo. ¿Por qué no te vas a dar la
chapa a los presos de Soria? Perifollo Nicanor lejos de enfadarse, jamás lo
hace, me miró con condescendencia y me dijo: tampoco hace falta que te pongas así. Es que me contaron una cosa de ti
que, no sé… me pareció tan rara que me motivó a contarte lo que te cuento. Replique,
seguro que es mentira. ¿Qué te contaron
si saberse puede? Pues verás, el otro
día me encontré con Jaime Ínfulas, ¿te acuerdas de él? Y me dijo, que tú le
habías dicho, que en una ocasión habías hecho el amor en Muxia. ¿Y…? Que me
pareció original que le dieras al fornicio allí. ¿Por? Hombre, no todo el mundo
puede decir que hizo el amor sobre la mismísima piedra de abalar, ¿no te
parece? Ahhh. Qué cosas. Ya sabes lo que se dice de algunas cosas, Perifollo:
puede que sea verdad y que no haya sucedido. ¿Me explico? Quizá, tal vez, a lo
mejor, es como aquello que dijo un tipo que una vez echó un “polvo” en el
Partenón. “Dos mil años nos contemplan”. Igualito.
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