Ahora resulta que al
hombre al que le regalaron un Estado, al que han regalado más títulos que al Casado,
al actual Rey de España para vergüenza de los españoles, al que sacan en la
televisión a darle consejitos a la juventud, al que tiene un cuñado en la
cárcel por trincón, una hermana fusa, otra semifusa y al que le espera una herencia
del copón con todas las cosas que su papaíto afanó en sus años de calzón quitado
que fue su reinado, nos lo quieren vender envuelto en papel de regalo catódico.
Claro que si tenemos en
cuenta el perfil de los que, supuestamente, nos lideran se entiende mejor la
cosa. Porque por un lado tenemos al antes nombrado Casado, máster en diferido,
al que la Justicia no investiga por no ir a clase, pero sí aplaude la gracia de
ir a recoger título tan preciado; a Ciudadanos un partido que dice ser liberal, de centro-izquierda, pero que pacta con los carrileros de la extrema
derecha y a un Gobierno entero deshojando la margarita de su incompetencia
mientras se pasea peligrosamente por el alambre.
Si a lo anterior
sumamos que, al anterior Rey de España, al emérito y sin embargo Campechano, no
se le puede juzgar ni investigar por nada porque la Constitución, esa “parida”
elevada al ringorrango de Carta Magna, lo dotó de inviolabilidad; al capote de
Estado que se les está echando a los Jordi Pujoles de la vida para que no sean
juzgados hasta que la muerte los libere del sufrimiento y a las lecciones que nos dan esta retahíla de
botarates antes mentada, la cosa parece no tener arreglo, el cachondeo está
servido.
Y así terminamos, un
año más. Haciendo listas de cosas irrelevantes para entretener al respetable:
10 novelas que no te
puedes perder recomendadas por… 10 películas imprescindibles según… 10 hijos de
su madre a los que vamos a exonerar por… Y así hasta el atragantamiento de las
12 uvas. Campana y se acabó.
Otro año que termina y
seguimos donde estábamos: en el trampantojo de la democracia. “Queda todo atado y bien atado”, que
decía aquél general superlativo acabado en ísimo.
La transparencia brilla por su ausencia hasta en
las cosas más sencillas.
No sabemos, no nos
dicen y aún encima aplaudimos con las orejas que nos mantengan desinformados.
Aceptamos pulpo como animal de compañía. Subida de SMI, qué guay; traslado inminente
de la momia del general, qué chachi; y todo sin quiera arremangarnos, sin tener
que ponernos ningún chaleco amarillo. ¡Chachipén!
La gente teniendo fútbol,
toros y algo de calderilla para cañas ya está presta al alardeo en barra. Sube
el euríbor de listillos, otra vez, para escarnio de los que viven de prestado,
de los siempre hipotecados que enfangados por los créditos festejan las
promesas recibidas. Millonarios somos los
mil euristas. Deo gracias.
La revolución y las
ínfulas revolucionarias se aplacan y mucho; se ha visto en Francia, les congelaron
unas tasas, les dieron 100 euritos de propina y todos para casa. Objetivo
cumplido. Todos contentos y satisfechos.
Trabajo terminado y chaleco amarillo colgado. Tanta satisfacción produce sonrojo,
pero, bueno… aplaudamos.
Somos ovejas, mansos
corderos que creen haber sido invitados a una fiesta, cuando la realidad es que
sólo somos el alimento necesario que estas pirañas necesitan para subsistir.
Nuestros gobernantes
saben de nuestras debilidades y las utilizan en su favor. Ofrecen, prometen, hablan
de cosas que ponen cachondo al personal como la unidad de España, y se
sacrifican por el bien de sus carteras, al tiempo que despliegan todo el
catálogo de prevaricaciones. Porque saben que, en la mayoría de los casos, van
a quedar impunes, que se van a irse de rositas y que van a poder disfrutar de
lo rapiñado.
A los juzgados sólo
llegan el 3% de las mordidas y para eso años después, cuando lo desfalcado
prescrito está, cuando ya hay otra dirección en los partidos, cuando todos
pueden decir aquello que lo que se juzga no es cosa de ellos, que no son más que
cosas del pasado y que el pasado, pasado está.
Siempre igual: Una,
grande y libre debajo de una alfombra de mierda llamada España.
Desde los Reyes
Católicos a nuestros días. Por saecula,
saeculorum. Amén y que no decaiga.
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