Tengo la impresión de
que, tanto los que defienden como los que denostan la cuestión catalana
utilizan argumentos ontológicos como si fueran armas arrojadizas.
Todos parecen tener
razón y estar en posesión de la verdad. Para darse cuenta de tal cosa no hay más
que ojear la prensa; comprobaréis que el mismo argumento puede servir tanto de defensa
cómo de ataque.
Sin embargo, lo que a mí
se me antoja difícil de discernir es quien es el que defiende y quien es el que
ataca. Quizá, y utilizando un símil baloncestístico, lo que ya no funciona es
esa entelequia de estrategia llamada la transición. (Nuestros entrenadores la
emplean siempre con T mayúscula).
También llama
poderosamente la atención que sea una parte de la derecha catalana la que avale
el proceso independentista.
Es chocante por
comparación: la derecha española es correosa, difícil de digerir y está
incrustada en la edad de piedra tal cual fuere lapa.
Sin embargo, tanto la
una como la otra, nos han aburrido con sus pactos hasta la extenuación; hasta
el punto de que el gran felón, también conocido en la intimidad por Josemari,
aprendió el idioma catalán de mano del Yoda que es Pujol. Y los dos juntos
canturrearon en la intimidad aquel machacón tema de reguetón que decía en el
estribillo: “Yo dinero querer”.
Y así hasta nuestros
días.
Curioso; pero también
se podría considerar estos antecedentes como irrelevantes, porque las cosas
cambian y porque la Historia sólo sirve para repetirse a sí misma como sabe
todo el mundo.
Pudiera ser.
Claro que, estamos ante
un maremágnum de opiniones, donde los esprínteres del adjetivo andan a la greña
por ver quien lo dice antes.
Después también están
los gregarios, los que hacen bulto en el pelotón y cobran por hacer el trabajo
sucio.
Voy a poner un ejemplo
de lo que digo y después juzguen ustedes mismos:
Le oí decir ayer a don
Abel Caballero, ahora excelentísimo alcalde del Ayuntamiento de Vigo (lo de excelentísimo lo supongo, creo que
ninguno ha perdido la afición), decir con referencia a los independentistas
catalanes y a propósito del procés: “Son
unos fascistas”.
Tal argumento
ontológico lo repitió varias veces tal cual si fuera un mantra.
Yo no sé lo que
pensarán ustedes, claro que tampoco sé cómo podría hacer tal cosa, pero tengo
la impresión de que aquí debe de haber algún tipo de error.
Otro invento digno de
consideración y de ser tenido en cuenta, es ese otro latiguillo que circula
estos días: “esto es antidemocrático”.
Lo dicen a todas horas
y todos los días. Lo dicen despacito, despacito, poniendo énfasis en las
sílabas y como canción política del verano.
Así que, yo no sé. No
sé si la democracia la inventaron ellos o si la democracia es como la Ley y
tiene múltiples lecturas. Lo que sí sé, es que el caminante se ha echado al
camino y que se hace camino al andar.
Y lo podrán parar, bien es cierto, lo mismo que lo es que la
Historia nunca dejará de cambiar.
Claro que, otra cosa
sería saber si la Historia cambia para peor o para mejor. Porque, si hacemos
memoria, de todo ha habido en la viña del Señor.
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